Ciencia, sanidad y educación: la medicalización de la vida cotidiana en la crisis social, este era el título de la charla que pudimos escuchar el día 3 de este mes en el Salón de Actos de la Biblioteca Pública de Gijón y que estaba organizada por la llamada Plataforma Asturiana de Educación Crítica del Ateneo Obrero de Gijón. El tema se centraba en la intervención del capitalismo neoliberal en la configuración de la conciencia de las personas y estaba presentado en forma de cuatro charlas impartidas por ponentes diferentes. Más o menos y, de acuerdo a los ponentes, esta intervención del capitalismo neoliberal se muestra problematizando nuestra conducta normal con el objeto de señalar rasgos que, aunque se nos pasen desapercibidos; pueden ser motivo de preocupación por entrañar principios de enfermedad o merma de salud. Por ejemplo, una noche o dos de insomnio periódicamente puede considerase dentro de lo normal. Son alteraciones del cuerpo que no han de ser motivo de preocupación. Sin embargo, se nos puede hacer ver a través de la divulgación médica que eso mismo ya puede ser un indicador de posibles problemas de salud más hondos. El olvido, por ejemplo, es también algo muy típico en las personas de cierta edad, pero ya hay todo un montaje publicitario o de medicina preventiva que nos alerta de posibles síntomas de Alzheimer. Así también, conductas típicas de adolescentes o niños inquietos que no se comportan en clase o dan problemas en las familias, se pueden ya diagnosticar como trastornos de personalidad que requieren atención profesional. Hay también equipos de psicólogos para cualquier acontecimiento difícil en nuestras vidas: duelo por la muerte de una persona allegada, ruptura de pareja, accidentes, etcétera. En una palabra, lo que hasta entonces ha sido entendido como parte de la vida y sus contingencias, pasa ahora a ser considerado más bien como síntomas inquietantes de algo anormal o patológico que ha de ser intervenido por una sanidad cada vez más preocupada por nuestras vidas. De ahí el título de la “medicalización de la vida cotidiana”.
Una vez expuesto este fenómeno social se pasó luego a su interpretación política. La Plataforma de Educación Crítica está formada por educadores de izquierdas que beben de pensadores como Foucault, Derridá, o Bourdieu. En consecuencia, se hace necesario interpretar todo esta medicalización cotidiana como una vuelta más de tuerca del capitalismo neoliberal en nuestras vidas. Para ello es necesario la producción de un sujeto que se imagine así mismo como libre de elegir aquello que más le conviene, libre de gestionar su vida de la misma forma que un empresario gestiona su empresa; un sujeto que no tiene por qué sufrir lo más mínimo si hay maneras de evitarlo. Es también ese sujeto que se “busca continuamente así mismo” pero que “ese mismo” no es más que lo que otros (en el poder) le dictan como imagen o proyección de lo que ha de ser. Este sujeto será el consumidor toda una gamma de nuevos fármacos, de nuevas terapias, de programas preventivos que han de aliviar sus problemas y preocupaciones ahora devenidos traumas, síntomas de posibles patologías, o frustraciones que podrían derivar en serios trastornos. Podríamos seguir con la alimentación y las dietas, el cuidado del cuerpo y las fijaciones del adolescente por ser aceptado dentro de una normalidad estética, por poner algunos ejemplos. Este sujeto supuestamente libre y autónomo en sus elecciones no se llega a dar cuenta de que su vida está ya siendo configurada en base a unos miedos, a unas presiones motivadas por las necesidades de los mercados capitalistas. Como la charla iba enfocada preferentemente hacia la educación, se hizo ver cómo muchas de las intervenciones de la psicología en el ámbito de los centros escolares tienen como objeto la medicalización de conductas que si hasta hace pocos años se consideraban variables normales en el desarrollo de los adolescentes, ahora pasan a ser etiquetadas con parámetros clínicos: Trastornos por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH), trastornos variados de personalidad; alumnado con sobredotación, etcétera. Otra peculiaridad de esta tendencia al diagnóstico clínico es proporcionar alivio a muchos padres que si hasta el momento se creían de algún modo los responsables del fracaso escolar de algún hijo; una vez que se dan cuenta de que las razones son debidas a posibles trastornos de inevitable intervención profesional; la descarga de culpabilidad se hace más llevadera. Era inevitable que esta “medicalización de la vida cotidiana” se relacionara con las obras de Michel Foucault, por ejemplo, “Vigilar y castigar” o “El nacimiento de la Clínica”, donde Foucault intenta describir nuestra normalidad como una vida reglamentada y controlada por lo que él creía era una prisión continuada a través de instituciones ejemplares con sus profesionales, expertos, profesores, policías, psicólogos; asistentes sociales, etcétera.
Las charlas resultaron estimulantes y a mi se me curren ciertas matizaciones. No cabe duda que capitalismo neoliberal ha de abrir incisamente de nuevos mercados y de ahí su necesidad de condicionar nuestras afectividades, pero también es cierto que la gente dispone de libre albedrío para aceptar o rechazar lo que se les ofrece. También hay que considerar que gracias a la ciencia y a los odiados laboratorios multinacionales muchos problemas de salud y sufrimiento son por suerte evitables y la gente así lo percibe. Cierto que existe ese sujeto posmoderno manipulable que además, en su insensatez, se cree libre de ser y hacer lo que le da la gana; pero que en el fondo vive lo que otros le programan como libertad. Pero es un error creer que eso está afectando a toda nuestra sociedad de un modo casi omnipotente y que solo unos cuantos críticos de izquierdas son capaces de desentrañar sus siniestras claves. En cuanto al ámbito educativo, bien es cierto que se tiende a esa medicalización, pero también es verdad que queda contrarrestado por mucho sentido común y sensatez. Por otro lado, el pensamiento de los post-estructuralistas tipo Foucault, utilizado como clave de comprensión de este fenómeno, resulta radicalmente exagerado. Si el supuesto capitalismo neoliberal es una prisión continuada ¿cuál es la puerta de salida? ¿Con qué nuevas y liberadas subjetividades vamos a contar para crear ese mundo utópico y juguetón que él filósofo francés nos propone? Con la teoría podemos hacer muchos experimentos, pero la condición humana no se puede entender sin la posibilidad del mal como trasfondo. Por último se me ocurre una pregunta, ¿No son precisamente filósofos tan antiliberales como Foucault, Derrida, Deleuze, o Negri; quienes partiendo de una reinterpretación de Spinoza y Nietzsche, tratan de desalojar y deconstruir al sujeto europeo-occidental de su esencialismo, para reinterpretarlo o reconstruirlo como un producto histórico siempre situado en unas relaciones de fuerza y poder; o sea, un sujeto siempre ya inmanente a su pura materialidad? Si ese individuo con libre albedrío y responsabilidad moral desaparece, bien es verdad que se nos abre todo un horizonte de libertad, pero también es posible la justificación de cualquier opresión brutal sobre personas que jamás podrán reclamar dignidad trascendente en un mundo reducido al mero juego político, a la mera materialidad sin sentido. Es otra posibilidad.
Vital de Andrés
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