12 marzo, 2010

METER KLAUSISKY

Tenía Meter Klausisky un montón de platos que lavar en el fregadero y la cocina estaba hecha una merde. Había mucho que limpiar. Y la ropa estaba tirada por el suelo: los pantalones sucios, los calzoncillos idem, los calcetines malolientes. La escena era de lo más ordinaria y prosaica. Luego había que pensar en hacer la compra en el supermercado, llevar el coche a revisar o ir a la oficina de tal sitio a gestionar no sé qué. Al día siguiente más y más trabajo, pensaba Meter Klausisky: problemas en el trabajo que solucionar, horas que trabajar que pasan con lentitud extrema. Tedio. Rutina. Hastío. Luego la gente es complicada. Uno es complicado. Que si dices esto, que si no lo dices, que si hablas; que si guardas silencio, que si haces esto o lo otro. La condición humana siempre se enreda. Es de naturaleza ser como somos, pensaba Meter Kalusisky mientras los platos seguían sin lavarse y la casa estaba todavía sucia y la materia seguía oponiendo su inercia de un modo un tanto insidioso. Trabajar. Monje. Sí, seré un monje medieval y utilizaré este trabajo como ejercicio espiritual de concentración y dedicación a Dios. O sino seré uno de esos calvinistas duros que se apegan al trabajo con optimismo religiosos. El trabajo liberador, conquistador de la materia. Y así empezó Meter Klausisky a lavar platos.

Pero mientras trabajaba la mente se le iba en otras cosas. Pensaba de repente en que podía estar en la playa bañándose o pasándolo bien en algún sitio y que no había derecho a vivir así siempre esclavizado en la rutina. Pensaba que él merecía otra vida, otra cosa, otros ambientes, otras personas, otros mundos; muchas aventuras. Aquello era injusto. La vida era injusta. Se daba cuenta que se le iba la energía y que ya no tenía fuerzas para seguir. Se fue a la cama y allí permaneció echado una media hora. ¡¡¡Rayos y truenos!!! Dijo levantándose. Quiso ir al mueble bar a echar un trago de güisqui, pero esa fórmula ya sabía que acababa siempre con la boca y la cabeza espesas. Abrió la tele y había programas mediocres y aburridos. ¡¡¡Mierda!! ¡¡¡Joder, será posible que la vida pueda ser tan aburrida y absurda!!! Podría meterme en una ONG de esas que se van al África a salvar negros pobres y enfermos, pero ya no creo en nada. El rollito de las ONG’s no me convence por alguna razón cínica. Podría meterme a cura y ser un curita majo de esos activos de parroquia que te quiere y te desea, pero estoy a años luz de creer en las monsergas beatas y religiosas. ¿Podría? Hostias en vinagre. No creo en nada. Las personas son todas unas hipócritas con sus rollos personales o con sus ideas justificadoras de los mismos egoísmos disfrazándolos de bondad o altruismos, cuando en el fondo anida un lobo de deseos y pasiones. Grrr!!!
¡Qué puta vida!--Pensaba Meter Klausisky.

Y mientras los platos seguían sin lavar y la ropa por el suelo y ya no le quedaba ropa que poner para trabajar al día siguiente. ¿Estoy deprimido? Se preguntaba. ¡Joder! Medio mundo está deprimido hoy día o sufre de uno y otro y no hay nadie que esté en su sitio. ¿Qué sitio? ¿Hay sitio correcto donde estar? Y si siento este hastío y este aburrimiento es porque tengo conciencia que piensa y contrasta. Si fuese máquina no sentiría y cuando llegase el momento moriría y sin sentir nada de nada. Conciencia. La puñetera conciencia. Hay que matar la conciencia. Si no hay conciencia no se sufre. Pero, ¡coño! Cómo se te ocurre pensar esas chorradas… No hay salida. No exit. Nada que hacer. Todo conduce al No Exit. Círculo vicioso. Al final todo acaba en el mismo círculo vicioso. ¿Por qué no me hago un fanático de esos que son capaces de matar por el Islam o por Dios? Esos sí que han encontrado sentido y razón. La madre que los parió ¡¡vaya tíos!! O testigo de Jehová y me voy por ahí leyendo la Biblia por los pisos y dedicando horas y horas a la Sociedad esa de la Watchtower. Nada. Imposible creer en nada. ¡Manda gúevos! Todavía en los años 60 y 70 creía en la izquierda y andaba de progre por la vida y leía teorías complicadas de gente como Derrida o Foucault o Marcuse y creía que al mundo se le podía salvar con la medicina social adecuada porque los seres humanos si les sacas de la alienación en que viven pues el mundo sería otro y patatín y patatán. Todo un rollo patatero. Un apagaconciencias para pretender vivir con sentido y razón.--Pensaba Meter Klausisky.

Meter Kausisky se sentó en el sofá y se quedó quieto. De repente se dio cuenta. ¡¡¡Sí sí sí sí!!!! Ya está. Cómo no me di cuenta antes. Claro. Pero antes he de lavar los platos y limpiar la casa y meter la ropa en la lavadora. No me llevará más de una hora. Y luego veré a Trufosky Kavalosky que sabe mucho de esas cosas que me encanta oir. Ese Trufosky sabe mucho de misterios y de cosas raras y además me dijo que me llevaría a una ceremonia de esas. Bien, bien, bien!!!

Y así Meter Kausisky limpió la casa en poco tiempo y lavó la ropa y se puso los vaqueros que olían a limpio y se fue a ver a Trufosky Kavalosky.

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