26 febrero, 2020

EL BUEN SAMARITANO EN UN MUNDO POSHISTÓRICO

Los medios han de sobrevivir informando. Informando de todo. De todo se ha de informar para que el medio sobreviva y las conciencias estén informadas en un mundo informatizado y sobreinformado e hiperinformado para que las conciencias no queden vacías, ni se angustien en el aburrimiento. Con entretenimiento. Vivir es un riesgo en todos los sentidos.  Entretenimiento de palabra e imagen, no hay nada adónde se dirigir que ya no esté marcado por alguna coordenada informatizada. La realidad ha desaparecido y ahora se trata de repetir historia ya completada. Globalización. Más allá de la globalización ya vemos el balón del mundo y del universo flotando en la fría nada del cero absoluto. Oiga, si ese es el substrato de toda la historia que se ha venido desarrollando con tanto misterio, toneladas de sufrimiento, sobresalto y escasas alegrías, ¿cómo la gente no ha de angustiarse y desanimarse y abandonarse ante los colchones mullidos de los medios que nos informan, no dejan de informarnos para que sepamos todo de forma muy objetiva, transparente, feaciente. ¿Quién soy yo?
Es verdad, ¿quién soy yo?
El Buen Samaritano pasó por allí y no preguntó nada, simplemente recogió al herido y se lo llevó para cuidarlo, curarlo y alimentarlo. La parábola no dice nada más que era un samaritano. No nos dice si era buen o mal seguidor de la Torá, o si leía a Marx o a Adam Smith. Tampoco sabemos si era seguidor de algún profeta o rabino, o si leía mucho o poco, o si tenía sombras y oscuridades en su vida. No consta si reñía con su mujer o era buen vecino y buen esposo. Decía la parábola que había pasado antes un rico filántropo masón, pero que se había limitado a tomar nota e informar a una organización de caridad para que se hicieran cargo del herido. Había pasado también una feminista de Podemos, pero se limitó a tomar nota de las míseras condiciones sociales de las que era víctima tal herido, mencionando algo también sobre la brutalidad del machismo con los desfavorecidos y de cómo el Estado era quién se debía encargar del caso, pues hacer caridad era algo reaccionario que reforzaba el sucio egoísmo individualista de la sociedad sexista y de clases. Pasaron religiosos de muchas iglesias y sectas y todos tomaron nota de si debían o no ayudar a alguien que no profesaba sus creencias y sacaron conclusiones en sus templos, y todos informaron a las debidas organizaciones públicas o privadas sobre ese herido tirado en una cuneta esperando la llegada de una ambulancia pública que tardaba y tardaba.
¿Quién soy yo si veo a un herido tirado en una cuneta, mal vestido y golpeado?
Es evidente que llamaría a una ambulancia. El Buen Samaritano hoy día llama a una ambulancia con médico dentro.
He de informarme cómo va el coronavirus. No hay minuto que no sea informado de tal virus y su virulencia. Paciencia. Inquiétese. Usted ha de inquietarse. Sentir el miedo en profundidad. Su vulnerabilidad. Sea usted un herido o un enfermo necesitado de ambulancia o de Buen Samaritano. El mundo es así. Déjese caer en manos del Estado, Buen Samaritano. Nosotros tan solo le informamos hasta la saciedad y el agotamiento.

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