25 septiembre, 2021

UN PUEBLO LLAMADO NESKATROM

Fui caminando con Renior a lo largo de la costa cercana a la ciudad y por un camino que muchas veces se asoma a los acantilados produciéndome vértigos por reflejos imaginativos que poco a poco iba evitando distraído por el relato que Renior, mi antiguo compañero de universidad, me iba relatando. Decía:

"Una vez fui enviado a supervisar unas capas geológicas en una comarca lejana de aquel país. Se sospechaba que podría haber vetas de mineral de hierro cuya explotación podría resultar viable para la compañía Bilcow, una vez el Estado diese su licencia bajo la condición de un porcentaje importante compartido de beneficios con dicho ente público. La comarca estaba rodeada de montañas por ser tal lugar una especie de valle irregular difícil de llegar, pero que con paciencia y esfuerzo por parte del conductor de un jeep especial del Ejército y un viajero un tanto aventurero como yo, pues al final acabamos arribando ya metidos en la noche y sin que hubiese un alma en la plaza central del pueblo principal llamado Neskatrom. Un nombre recio en su pronunciación y de orígenes tan inciertos que hasta el momento queda en el misterio."


"Nos hospedamos en una posada de muros milenarios que pronto nos dispuso de alimentos para la cena basados en carne de caza y un pan de centeno tan áspero como apetecible al mascarlo mezclado con una sidra del lugar un tanto ácida, pero de efectos relajantes. Estaban sentados en aquel tosco salón y en una alargada mesa de madera unas seis personas vestidas con abrigos oscuros que parecían estar rezando o recitando una especie de mantra o de rosario sin percatarse de nuestra presencia. Pero ser testigos de aquella escena era al mismo tiempo vivir una sensación de insólita extrañeza. Mi chófer y yo comíamos aquella carne sabrosa regada por una sidra que ya iba entrando con mayor placer en nuestras necesitadas entrañas. No obstante, como si de un imperativo reflejo se tratara, mirábamos con persistencia hacia el grupo de tales personas. Había dos mujeres cuyas voces más claras se distinguían del resto incrustando cada paso de recitación con una leve expresión de queja. Al acabar de comer y ya llegado el te, nuestra atención aumentó en grado de interés. De repente vimos que una de las personas sacaba un par de cirios gruesos de color violeta y los prendía con una cerilla. El grupo ahora se quedaba quieto y en silencio roto a los dos minutos por una oración recitada en una lengua totalmente desconocida para nosotros. Yo ni tan siquiera sabía que tal lengua existía y oírla me producía cierta inquietud, quizás una cierta oscura premonición que despertaba profundos sentimientos personales. Mi chófer sentía más bien curiosidad, como alguien que ve un espectáculo en un sitio desconocido, pero sin más."

"Más tarde salían todos del salón como en procesión hasta desaparecer por la puerta. Nos quedamos mirando Sherno --como así se llamaba mi chófer--y yo el uno al otro como formulando una común interrogante. Dimos gracias al tabernero de la posada por tan agradable cena y decidimos salir los dos a dar una vuelta por el pueblo. No había nadie y las luces que iluminaban la plaza principal eran bastante débiles. Hacía algo de frío, pero el cielo estaba despejado a juzgar por el intenso brillo de las estrellas. Nos metimos por callejuelas medio oscuras de casas de dos plantas y vimos que alguna ventana dejaba ver reflejos de luz eléctrica también de poco voltaje. Al llegar a una pequeña explanada que formaba como otra plaza secundaria del pueblo vimos gente formando también procesiones procedentes de diversas callejuelas que confluían en tal plaza. Al fondo de la plaza había como un templo de curiosa estructura. Las grandes puertas se abrían dejando ver un interior de brillos confusos e inciertos, pero las puertas lo que hacían era abrir como una especie de gran boca de batracio con antenas carnosas que eran las torres que coronaban tal templo. En realidad todo era de una piedra rojiza y la imitación nos sorprendió por su perfección."


"Al cabo de un tiempo fueron entrando todos en tal templo. Nosotros permanecimos por un momento dudosos sobre qué hacer. Era evidente que la curiosidad nos arrastraba y así decidimos arrimarnos a la puerta para ver qué estaba pasando. Al principio las luces nos cegaban, luego fuimos adaptándonos gradualmente. No eran luces artificiales. Parecían proceder del brillo natural de alguna sustancia tanto de mineral sólido como líquido. Una especie de fósforo o radiación sin posible identificación por nuestra parte, aun siendo yo geólogo con cierto criterio sobre la composición física del subsuelo. Una vez despejada la vista y la mente pudimos ver que la nave era desproporcionadamente alta y al fondo había una especie de ventanal de vidrios ornamentados con símbolos y figuras de gran atracción visual. Todo ello lo íbamos viendo a medida que las luces iban perdiendo su fulgor para dejar que otros contrastes y relieves fueran surgiendo. La gente allí instalada se arrodillaban mirando al gran ventanal de vidrio que ahora se iba abriendo al mismo tiempo que las luces iniciales quedaban apagadas."

"Fue un silencio que yo describiría como un silencio frío. Quizás hostil. O mejor, terriblemente inquietante. Al mirar para arriba vimos que se trataba de la nave desproporcionadamente alta y que ahora abría su cielo abovedado para dejar que la vista se perdiera en el abismo de un cielo real que parecía absorbernos como si una fuerza gravitatoria ejerciese su inexorable influencia sobre nosotros. Un sudor frío recorrió mi cuerpo. Sherno estaba tembloroso. La gente del pueblo o los fieles de tan insólita religión o la coincidencia de uno y otro, ahora cantaban una lóbrega alabanza. De repente nos


vimos abocados por todas direcciones hacia un abismo insondable de dimensiones siderales. Sherno y yo dimos un grito de terror. Nos sentíamos caer en las inmensidades gélidas de un universo al desnudo que nos hacía perder la razón y nos dejaba fuera de quicio al enfrentarnos con toda esa realidad que rodea el planeta de forma tan cruda y tan inhóspita. Los fieles seguían con su alabanza mortecina viendo cómo los astros lejanos centelleaban con una intensidad insólita. Permanecimos por un tiempo o no tiempo en un estado de paroxismo que nos ralentizaba el pensamiento a un grado de lentitud capaz de fragmentar los sonidos internos de las palabras a partículas infinitesimales imposibles de articular como voz. Todo ello tuvo su duración. El final fue concluyendo como el comienzo. Las luces se fueron encendiendo hasta adquirir su primer fulgor. Imposible ver ahora el gran ventanal o la vidriera, menos todavía el cielo de la enorme nave. La gente fue saliendo en silencio. Las luces nos cegaban presionándonos hacia el exterior por las grandes puertas de la boca de batracio gigantesco. Al final logramos salir, fuimos recuperando la normalidad, si a ese nuevo estado se le pudiera llamar ahora normalidad. Digamos que éramos capaces de caminar, de hablar y recordar el camino de vuelta a la posada con más o menos acierto."

Renior se paró un momento. Dejó salir un fuerte suspiro que me hizo sobresaltarme. El mar ahora rugía en forma de oleaje allá abajo por los acantilados de vertiginosa verticalidad para mi espíritu sensible. Me quedé meditabundo por bastante tiempo. Renior parecía perdido en sus recuerdos mientras seguíamos caminando en dirección a la ciudad.       

     

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