29 septiembre, 2018

LA FRONTERA

La frontera. Entre México, Texas, Nuevo México, Arizona y California. La cultura, la lengua y la historia de tres mundos se mezcla: la india de los pueblos aborígenes, la española con su catolicismo, y la anglosajona con su protestantismo y liberalismo capitalista. Si por casualidad pasas por estas tierras y no logras conectar con su espíritu, entonces hay algo obstruído en tu alma. Tierra de tránsito. De paso. Camino hacia el norte o al sur. El norte industrial, innovador; territorios de oportunidades o fracasos dramáticos. El sur de desiertos ardientes y pueblos mestizos de mansedumbre aparente e inseguridades imprevistas. Camino hacia la gran aventura de Sud América. En otras épocas, En otros tiempos. Hoy todo parece surgido de un catálogo de viajes turísticos. Paquetes de 15 días en zonas artificiales desvinculadas de la realidad local. Exotismo en lugar de la dura realidad del día a día. Paraísos cerrados. Grupos con guías.

En 1982, Rossy y yo nos dirijimos con un Ford Fiesta matriculado en Texas hacia Coatzacoalcos, en el mero istmo de Tehuantepec. Cruzamos el Río Grande en Laredo. Al otro lado Nuevo Laredo y en el primer semáforo de la ciudad mexicana varios chamaquitos nos trataban de vender bolígrafos, dulces, zarapes, tequila, molinillos de viento. Hacía un sol de desierto. El cambio de Texas a México me estaba produciendo vértigo. La gente hablaba mi lengua, pero su mundo era totalmente inesperado. Cruzamos la ciudad sin perder detalle, conectando con sensaciones inmediatas de gente mestiza caminando con sus sombreros y sus botas de caña; oficinas, tiendas del abarrote, cantinas, bancos, dentistas, muchos dentistas; y licorerías para el turista gringo. Y nosotros éramos gringos. No había edificios de más de tres plantas.

En dirección a Minantitlán, a varios kilómetros de Coatzacoalcos una tormenta tropical comenzó a descargar sobre nosotros. El aguacero era tal que pronto la carretera parecía un río desbordado. Fui disminuyendo la velocidad y el pie me temblaba. El agua nos movía el carro, y lo peor era que nos
deslizábamos hacia una especie de laguna. El calor era inténsamente húmedo. Nos arrimamos al
camión que iba delante de nosotros abriendo cauce. Pensé que posiblemente estuvieramos viviendo nuestro fin sin ninguna esperanza de ser salvados del agua. Había gente mirando desde un cueto cercano. Algo así como si estuvieran mirando un espectáculo. Hombre, mujeres, niños, atechados bajo cubiertas de hule; como apostando a ver si los carros podían sortear la inundación. Era extraño. Viví todo el episodio como un paroxismo. Me arrimaba al camión pero el coche se seguía deslizando. Nos dábamos por muertos, pero lo vivía como una indiferencia absoluta. Rossy no podía hablar.
Y de repente el carro, el Fiesta con matrícula de Texas, el Fiesta de los gringos iba haciendo pie sobre la carretera detrás del camión. Habíamos vuelto a nacer.

06 septiembre, 2018

COMANCHES Y SEDENTARIOS

Entrar en la experiencia de un comanche. Una experiencia ya perdida. Ellos la vivieron. Lo suyo fue. Lo que ahora es es ya otra cosa. Han perdido su independencia y ahora son  dependientes del Estado. Queda la idealizada nostalgia. Han de pagar impuestos, buscar trabajo, estudiar para poder encontrar un mejor trabajo; fundar un negocio y toda la red de cosas que ata y desata un negocio. Comanche hoy día es un recuerdo de películas del oeste. Los comanches eran crueles y salvajes. Luego cambió el paradigma en los 60, y los comanches eran el buen salvaje: vivían muy pegados a la naturaleza y eran nobles. Los comanches en realidad eran nómadas que vivían de la caza de animales y de la rapiña de otras tribus. Por lo que he leído eran bastante crueles con sus enemigos. Su experiencia real del sentir, sufrir, padecer o alegrarse en la vida creo que eso ha muerto para nosotros. Lo podemos recuperar con la imaginación, pero será siempre nuestra imaginación.
Nos podemos hacer comanches imaginariamente, pero sin pueblo comanche donde sustentarse. Una locura comanche. Un delirio comanche. Una escapada comanche de autoafirmación contra el Estado que nos subordina.

En realidad ya todos somos sedentarios. Todos estamos ya contabilizados como individuos para pagar impuestos, para contabilizar nuestros ingresos y nivel de consumo; para vivir bajo el entramado de la ley y crear la menor fricción posible entre unos y otros. Deberes y derechos cívicos que regulan nuestra convivencia social. Todos intercambiamos de una manera u otra nuestra fuerza de trabajo. Todos procuramos no destacar demasiado con nuestras ideas o modos de comportarnos. No llamar la atención demasiado. Si nos atrevemos a pensar de modo disconforme o delirante, procuraremos hacerlo de acuerdo a los cánones de alguna ideología al uso o religión o secta conocida y controlable. Si hay algún impulso nómada por los recovecos del espíritu, pues se escribe un relato o se pinta un cuadro que alguien pueda leer y tenga ganas de leerlo o apreciar esa obra, 
Este es un mundo muy prosaico. Ocurren cosas. Siempre ocurren cosas que nunca nos permiten estar tranquilos. Es como una ley universal: jamás estaréis tranquilos. Siempre la inquietud, el desasosiego permanente. Los comanches ya desaparecieron. Cumplieron su paso por el planeta inquietando y siendo inquietados. Al final perdieron contra el Estado sedentario.

LA INCREIBLE PREGUNTA SOBRE DIOS

 Poco a poco vas buscando a Dios y vas agotando sin remedio. Dios es una palabra que no lleva a ningún sitio concreto, solo a infinitas espe...