29 septiembre, 2018

LA FRONTERA

La frontera. Entre México, Texas, Nuevo México, Arizona y California. La cultura, la lengua y la historia de tres mundos se mezcla: la india de los pueblos aborígenes, la española con su catolicismo, y la anglosajona con su protestantismo y liberalismo capitalista. Si por casualidad pasas por estas tierras y no logras conectar con su espíritu, entonces hay algo obstruído en tu alma. Tierra de tránsito. De paso. Camino hacia el norte o al sur. El norte industrial, innovador; territorios de oportunidades o fracasos dramáticos. El sur de desiertos ardientes y pueblos mestizos de mansedumbre aparente e inseguridades imprevistas. Camino hacia la gran aventura de Sud América. En otras épocas, En otros tiempos. Hoy todo parece surgido de un catálogo de viajes turísticos. Paquetes de 15 días en zonas artificiales desvinculadas de la realidad local. Exotismo en lugar de la dura realidad del día a día. Paraísos cerrados. Grupos con guías.

En 1982, Rossy y yo nos dirijimos con un Ford Fiesta matriculado en Texas hacia Coatzacoalcos, en el mero istmo de Tehuantepec. Cruzamos el Río Grande en Laredo. Al otro lado Nuevo Laredo y en el primer semáforo de la ciudad mexicana varios chamaquitos nos trataban de vender bolígrafos, dulces, zarapes, tequila, molinillos de viento. Hacía un sol de desierto. El cambio de Texas a México me estaba produciendo vértigo. La gente hablaba mi lengua, pero su mundo era totalmente inesperado. Cruzamos la ciudad sin perder detalle, conectando con sensaciones inmediatas de gente mestiza caminando con sus sombreros y sus botas de caña; oficinas, tiendas del abarrote, cantinas, bancos, dentistas, muchos dentistas; y licorerías para el turista gringo. Y nosotros éramos gringos. No había edificios de más de tres plantas.

En dirección a Minantitlán, a varios kilómetros de Coatzacoalcos una tormenta tropical comenzó a descargar sobre nosotros. El aguacero era tal que pronto la carretera parecía un río desbordado. Fui disminuyendo la velocidad y el pie me temblaba. El agua nos movía el carro, y lo peor era que nos
deslizábamos hacia una especie de laguna. El calor era inténsamente húmedo. Nos arrimamos al
camión que iba delante de nosotros abriendo cauce. Pensé que posiblemente estuvieramos viviendo nuestro fin sin ninguna esperanza de ser salvados del agua. Había gente mirando desde un cueto cercano. Algo así como si estuvieran mirando un espectáculo. Hombre, mujeres, niños, atechados bajo cubiertas de hule; como apostando a ver si los carros podían sortear la inundación. Era extraño. Viví todo el episodio como un paroxismo. Me arrimaba al camión pero el coche se seguía deslizando. Nos dábamos por muertos, pero lo vivía como una indiferencia absoluta. Rossy no podía hablar.
Y de repente el carro, el Fiesta con matrícula de Texas, el Fiesta de los gringos iba haciendo pie sobre la carretera detrás del camión. Habíamos vuelto a nacer.

23 comentarios:

  1. La frontera entre. Entre la frontera ¿cuál es la línea exacta entre un territorio y otro? Alto. Pare. Stop. Documentación. Pasaporte. Permiso.
    ¿Tarjeta verde?
    Vengo de Torreón, estado de Coahuila y tengo visa. Mire, este es mi visa que me dieron en el consulado de Monterrey.
    ¿Y a qué viene a los Estados Unidos?
    Pos vengo a casarme con mi chamaquita que vive en San Benito allá al otro lado del Río Grande, en el mero Texas.
    Ah! Pase. Que tenga una feliz boda. No esté más tiempo del que dice aquí, sino va a tener problemas.
    Gracias. Que Dios le bendiga compadre.

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  2. Al otro lado de McAllen está Reynosa. Y el Río Grande por el medio. Con su aduana. Fácil pasar a México, pero imposible pasar a los EEUU sin visa o sin permiso. Reynosa no se diferencia mucho de Nuevo Laredo u otras ciudades mexicanas de frontera. Mucho ajetreo de mercados, de gente que deambula y espera su oportunidad a pasar a los USA, policías que visten uniformes un tanto improvisados: pantalón vaquero y chaqueta de uniforme o viceversa. Eso sí, un buen revolver y balas bien visbles. Pasa un autobús de gasolina Wayne con mucha gente y los cristales a un lado están sucios de una buena vomitona. Luego los taxis que son minibuses que van garrando gente en diferentes sitios para ir negociando el recorrido que vaya coincidiendo con unos y con otros. Allá nos metimos para ir al mercado más céntrico. Apenas cabíamos allí apretaditos todos como gallinas. El mercado lleno, vivo, colorido, fritangas, indios tocando unos instrumentos. Son casi niños. Delgados. Huele siempre a fritangas y algunos puestos de venta venden dulces en barras grandes. Otros enchiladas, burritos, fajitas, maiz. La música. Siempre hay un transfondo de música de corridos, de cumbias, de salsa, música latina. Sale de las radios, de los radio-cassettes. O también de alguna improvisada orquestuca que toca en cualquier esquina.
    Estuvimos en un puesto de venta negociando el precio de un vestido mexicano. Rossy quería dos más para regalar, pero no los tenían así que nos invitaron a ir con un ayudante de la tienda al almacén que no quedaba muy lejos y allí podríamos escoger. Nos fuímos al almacén cruzando la plaza central de Reynosa y luego metiéndonos por una calle estrecha y al poco tiempo entramos en el almacén.
    El almacén era un cuarto en una casa vieja de planta baja que en aquel momento estaba lleno de gente sentada en el suelo y un señor leía la Biblia Reina Valera y encima de los allí sentados y ocupando el techo y en las paredes había muchas piezas de ropa envueltas en plástico o cajas en improvisadas estanterías con zapatos o artículos diversos. Por fin Rossy escogió las dos prendas que le faltaban y por un instante me quedé mirando al grupo allí sentado de gente pobre que despedían olores fuertes de sudor, la mayoría hombres, oyendo al predicador o lector de la Biblia Reina-Valera edición de 1960. Tampoco sabe uno exactamente dónde está la frontera entre el cielo y la tierra.

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  3. El sentido de la historia hace que haya una historia de vencedores y vencidos. Los vencedores siempre están en el lado correcto, aún habiendo sido ellos antes vencidos o minoritarios sin voz y bajo la férula de algún poder. ¿Quién introduce sentido a la Historia? Cuando hay sentido en la Historia comienza a haber fronteras entre la Historia y las historias. La Historia debe de integrar las historias. Y las historias son muchas, millares; podrían ser infinitas. La historia de mi pueblo, la historia de mi clan, de mi familia, la historia de mi confederación de tribus es oral. No ha quedado registrada. El mito y la realidad se mezclan, pero quizás sea que la realidad nuestra es así: mítica. Con el monoteismo judeocristiano comienza la literalidad y linealidad históricas. Los hechos históricos acontecen con un fin. La Historia tiene principio y fin. Lo que ocurra entre tiene sentido y tiene sentido superior e inferior. Los sentidos inferiores están condenados al fracaso o a la muerte o a la extinción o al existir entre lo inferior y lo superior. Se espera que acaben siendo la verdad histórica. Es difícil escapar a esta dialéctica. Los musulmanes vienen también con su superioridad histórica: son inferiores provisionalmente, para luego volver a ser superiores como lo fueron en otras épocas. Y posiblemente con resentimiento y venganza.

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  4. Nunca hay una frontera perfectamente delimitada. Siempre estamos en un entre. Entre A o B o entre B y C. Nunca estamos en el lugar perfecto. Siempre estamos moviéndonos de un sitio a otro, aun si estamos viviendo en el mismo sitio. La realidad se mueve, las perspectivas se muevan, los valores se desplazan, nos plegamos, nos replegamos...nos desplegamos, nos abrimos. Las relaciones con el mundo, con los demás se van desplazando, cambiando, o afirmando en mayor certeza y confianza. Confianza. Buscamos la seguridad y la confianza con los demás. Pero a veces el miedo, el poder de otras personas, de los espejismos internos o externos nos generan desconfianza. Hay culturas de la desconfianza, que se nutren de la desconfianza en el otro. El otro está ahí para fastidiarte, robarte, reirse de tí. Hay culturas que han llegado a una confianza social y política importante. No basada en el miedo, sino en el ejercicio de la libertad individual y contractual. Donde hay confianza basada en la libertad hay progreso. Donde hay miedo hay alguien que basa su poder en la obediencia irracional, en los prejuicios, en las fobias hacia el otro. Eso genera atraso y corrupción.

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  5. Los del Sur quieren ir al Norte porque el Norte ofrece lo que el Sur no es capaz de ofrecer. Cualquier persona que aspira a vivir con decencia y dignidad aspira a vivir allí donde esa decencia y dignidad pueda ser mayor. Es ley de vida. Todos somos humanos y a todos nos gusta tener independencia económica, libertades civiles, posibilidades de educar a nuestros hijos; de cuidar de nuestra salud sin arruinarnos. Si el Sur no es capaz de ofrecer eso, sus habitantes seguirán aspirando a venir al Norte. Los redentores de la humanidad creen tener la receta fácil para liberar al Sur de sus dislocaciones y contradicciones, pero no hay receta fácil y todo análisis desborda cualquier maniqueísmo o reduccionismo de buenos y malos. Las ayudas masivas del Norte hacia el Sur no siempre van bien encaminadas y muchas veces contribuyen más a una mayor corrupción y dependencia de dichos países al Norte, que a una solución propia desde dentro.

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  6. (Sigue al relato del epígrafe)

    Paramos en un motel a las afueras de Minantitlán. Ya era de noche. En los trópicos se hace de noche bastante temprano. Cuando fuímos a la habitación nos dimos cuenta que no podíamos cerrar la puerta con pestillo o con seguro alguno. En una palabra, la habitación quedaba a disposición del primero que quisiera abrir, entrar, y largarse con el equipaje si le apetecía. Fuímos a pedir explicaciones al manager pero el señor nos dijo: "¡Ándele!, no hay problema, para eso estamos nosotros aquí, para vigilar". Lo bueno hubiese sido buscar otro motel, pero ya era tarde, estábamos agotados, no conocíamos la zona y llovía sin parar. Así que nos quedamos allí. Colocamos la espaldera de una silla contra el pomo de la puerta como dispositivo de seguridad e intentamos dormir.
    Pero intentar dormir en aquella habitación era imposible. El tráfico de camiones era intenso, muy intenso y parecía que iban a escape libre. ¿Camiones petroleros? Creo que sí. Toda la noche en vela y pendientes de que a ningún delincuente o el mismo manager del hotel nos diese el atraco para sacar cuatro dólares o vaya usted a saber. Horrible.

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  7. Los que esperan pasar al Norte malviven como pueden esperando la oportunidad en las ciudades y pueblos fronterizos. Unos ya habrán contratado un coyote y tienen la fecha marcada. Otros esperan y el dinero se les va gastando. Pagan un alquiler por hacinarse en algún cuartucho. Suelen ser gente soltera, principalmente hombres, pero también hay mujeres e incluso niños. Todo es acumulación de inseguridad, angustia, sufrimiento. Pero volver al lugar de donde se viene sería el fracaso de sus vidas y sus vidas han puesto la esperanza en el futuro, en un futuro mucho mejor; muy parecido a los anuncios de televisión que han visto muchas veces en sus pueblos o ciudades.
    Si logran cruzar con un buen coyote, tan solo comienzan los nuevos problemas. La migra anda al acecho y cuentan con medios de todo tipo. Podrían ser descubiertos caminando por McAllen, Del Río, Laredo, Ciudad Juárez. O si garran un autobús hacia Houston o Dallas o Oklahoma City, fácil es que la migra pare el autobús en cualquier puesto de carretera y los arreste. Nada fácil. Todo un riesgo. Lo mejor es contar con familiares que les den albergue, y cuanto más al norte mejor: Chicago, Denver, Los Ángeles, Atlanta, etc.
    Todo esto es sabido. Hay muchas películas sobre ello. Los periódicos europeos ya han hecho muchos reportajes sobre el asunto. Nadie puede cerrar fronteras de forma definitiva. Los cuerpos humanos a veces son como los de los gatos: se deslizan y logran pasar lo casi imposible. Nadie intenta emigrar a un país o territorio que les sea hostil y del que nunca van a sacar un beneficio. Y lo mismo para los países anfitriones: no dejarían pasar a nadie si no fuera por el beneficio que la inmigración reporta a muchos.

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  8. Siempre hay que tener en cuenta la humanidad concreta. La de carne y hueso, no la ideal, la sublimada. No hay humanidad sino hombres y mujeres concretos que viven y sueñan y hacen las cosas de muchas maneras diferentes. Las cosas van surgiendo y las hay que enfrentar o solucionar a medida que van surgiendo. Las guerras en Siria y las situaciones desesperadas en África fuerzan emigraciones expansivas hacia los países que ellos perciben como seguros y beneficiosos. Todo ello se convierte en inmigración masiva para Europa y Europa reaciona de diferentes maneras.

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  9. Una inmigración masiva sin control y de manera caótica no es agradable para nadie. Además si las personas proceden de países con culturas muy diferentes a las nuestras, o religiones que jamás han diferenciado la separación iglesia y estado o que confunden prácticas culturales con mandatos religiosos; todo ello puede producir dislocaciones imprevistas en los países anfitriones. Seguimos hablando de personas concretas. En realidad el problema no es la inmigración en sí, fenómeno que siempre se ha dado y que siempre ha coexistido con la marcha de la historia; sino los modos y maneras en que se produce. ¿Van a beneficiar o perjudicar tales oleadas inmigratorias a los países que las acojen? Si van a beneficiar, ¿cómo explicar esto a la población europea, en este caso? Habría que explicarlo de forma clara y sin trampas ideológicas. Y si van a perjudicar habría también que explicarlo y buscar las formas más racionales, más económicamente viables de hacer de la necesidad lo menos perjudicial posible.
    Habría que sentar mínimos democráticos que tendrían que ser respetados sin condición alguna por todo inmigrante que llega a nuestros países: la ley igual para todos. Separación de religión y Estado, libertades cívicas para todos; una educación acorde con los valores del país anfitrión y la más pronta integración a los usos y costumbres de tal país.
    También habría que explicarles a los inmigrantes bajo qué condiciones han de resultar beneficiados en el país donde van a vivir y trabajar. Qué es lo que se espera de ellos y qué es lo que no se espera y que puede resultar perjudicial para ellos en primer lugar.

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  10. Una vez que la inmigración se politiza dentro de los países europeos ya empieza la deformación del problema. Para unos la inmigración debería de ser libre y sin cortapisa alguna. Algunos redentores de la humanidad creen que todo ha de seguir una integración natural y la convivencia ha de resultar armoniosa porque todos al final somos justos y comprensivos. Se trata de aplicar justicia social a borbotones, ayudas a la integración y acogida respetuosa con sus tradiciones y religión, etc. Es el enfoque idealizado y sublimado. Se niegan a ver la realidad compleja y testaruda de las personas reales y concretas. Solo existen ángeles. O lo llevan al terreno del maniqueismo facilón presentando a toda la inmigración como víctimas de nuestro imperialismo y egoísmo y por lo tanto víctimas elevadas al rango de inocencia o potencial redentor de nuestra culpa colectiva occidental. Por otra parte los sectores de pureza cultural y racial europeos ven en los inmigrantes una fuerza potencial de peligros, de delincuencia, de acaparación de recursos propios en detrimento de los ciudadanos que los han hecho posibles. Ven también la formación de bolsas marginales inevitables que no tardando mucho tiempo fomentarán la desintegración cultural del país, además de problemas de confrontación religiosa, étnica, etc. También aquí hay deformación en forma de encarnación del mal, sin ser capaces de ver otros aspectos más favorables de la inmigración si esta fuese canalizada con cierta racionalidad y sentido común.

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  11. CONTINUANDO REFLEXIÓN SOBRE MIGRACIONES. Paréntesis sobre ideologías.

    Las ideologías están más interesadas en las ideas que en las personas concretas. Si una idea no encaja con la realidad, entonces se distorsiona la realidad para que la idea tenga cabida y sentido. Las representaciones ideológicas obedecen siempre a una clave de interpretación que trata de someter la realidad a su sentido trascendente. Sentido trascendente quiere decir que hay, supuestamente, un territorio común abstracto donde confluyen o se originan todos los fenómenos históricos o histórico-naturales en algunos casos, y que actúa al mismo tiempo como clave interpretativa de lo que está sucediendo en el mundo. Una filosofía, una religión, una supuesta teoría científica o pseudocientífica; una supuesta objetividad económica o sociológica o política. He ahí la dialéctica de Hegel y sus derivados marxistas; la teoría del inconsciente de Freud, la interpretación mesiánica basada en la Biblia, la interpretación política del Corán, las teorías posmodernas de un relativismo que se erige paradójicamente en la verdad del relativismo. Teorías racistas, sexistas, feministas, machistas, etc que reclaman para sí verdad y realidad incuestionable en la práctica.
    Pero la realidad se escapa muchas veces a toda teoría o clave interpretativa y las ideas resultan inadecuadas y la deformación que produce el desencaje entre ideas y realidad nos lleva a la intransigencia, el cierre de pensamiento.
    El fenómeno de las migraciones modernas requiere flexibilidad en su comprensión y actuación. Si el hilo conductor real y palpable es el sufrimiento humano, tan solo la razón y el equilibrio puede ser la solución. Ideoligizar o politizar el problema bajo el esquema derecha-izquierda nos lleva a las locuras tanto buenistas como "malistas".

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  12. EN EL SUR DE TEXAS YA CERCA DE LA MERA FRONTERA

    Aquel pueblo como que le aburría muncho a Merton Qually. Este bolillo tan huerito ya mero que acababa su trabajo en el rancho de los Garza y no sabía que hacer, y así que merodeaba por el downtown de Falfurrias y luego se metía a caminar por las calles. Era todavía un chamaquito como quien dice, pos no tenía ni dieciocho años. Pero el chavo no pasaba desapercibido pues el sheriff McCullough se ponía nervioso siempre que le vía merodear por el downtown o las calles donde vivíamos los mexicanos. Pos como que le gustaba la gente de la raza y a lo mejor tan sólo quería ver a alguna chamaquita que le gustaba. Estaba claro que para McCullough Merton no era más que un vato un tanto raro que no compadreaba donde un bolillo como él debía de compadrear y eso ya era motivo para ser un pinche sospechoso que se habría de meter en cualquier lío.
    Merton vivía con su abuela Jenny. Todos conocíamos a granma Jenny porque daba de comer a todos los gatos pordioseros de Falfurrias. Allá se metía la huerita Jenny por entre los contéiners del mugrero para dejar comida de gato o desperdicios de comida. Sabíamos que los papás de Merton se habían divorciado y luego que su papá se murió en aquel accidente cuando trabajaba en el rancho de los King allá en Kingsville, su mamá se fue a vivir con un gringo allá en el Norte, en Chicago creo.
    Fue un día que, chíngale, hacía un calor de mil demonios cuando la gente que estaba haciendo negocios en el downtown, vio al sheriff McCullough llevar esposado al mero Merton y meterlo de un empujón al carro patrol. ¿Qué chingadera había pasado para tratarlo tan recio?
    Lo leímos al día siguiente en el “Falfurrias Post”, que como quien dice le podían nomás llamar el “Falfurrias New York Times” de la chingada, pos no eran más que cuatro hojas al servicio del ranchero Williams y los King; y así fue como nos enteramos. Ya mero que el chavo le había dado al trago más de la cuenta y ándale que se fue a la calle 3 East donde tiene su leonera la puta de Mary Rodrigues para, como dicen los del Post, “solicitarle sexo” por lana. Al parecer Mary le dijo que entrara por la puerta del backyard con mucho disimulo, pero el pendejo de McCullough le tenía vigilado al bolillo desde que regresara del rancho. El sheriff le había garrao manía al chamaco y le seguía como un sabueso en celo. Así que raudo arrestó a Merton cuando ya mero estaba entrando en la casa, pues eso era una felonía y estaba rompiendo la ley. Así que al día siguiente salió la noticia en el papel y vimos su nombre y la foto del sheriff McCullough todo orgulloso el babosón por ser tan efficient contra el crimen del sexo.

    Léxico chicano:

    huero: blanco, de piel blanca.
    bolillo: americano anglosajón. La piel blanca del anglo se parece al bollo "bolillo" que salía del horno con ese color.
    downtown: el centro de un pueblo o ciudad
    chamaco: muchacho
    chavo: lo mismo
    vato: tío, ese tío
    felonía: delito. ´Del inglés "felony"
    crimen: se entiende como delito.
    mugrero: basura
    backyard: patio trasero

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  13. LUPITA MENDIZÁBAL

    Monté en mi caballo y seguí la orilla del río Colorado. Pasé por Lockhart y luego ya mero agarré la orilla del Guadalupe y pronto ya me encontraba no muy lejos de Gonzales. Hacía muncho calor y el agua del río estaba como verde claro. Muy apetitoso para darme un chapuzón. Me quité toda la ropa y me quedé como cuando mi mamacita me trajo al mundo. Qué fresquita estaba el agua. Mi caballo estaba tranquilito allá atado al mesquital pues. Que pendejo. Pero al ratito como que siento una serpiente copperhead nadando con prisa. ¡Qué de la chingada! Sé que no hacen nada si no las provocas, pero ya como que salí del agua. ¡Hay mi cuate! Si picar me pica no duro ni tres minutos pos me hincharía como una vaca muerta y paff, allá mero que me voy con mi Diosito. Así que me puse a comer mis fajitas con carne de buey. No tenía prisa. Tan solo quería ver a la Lupita que vivía más allá del Rancho de Wilner, a un par de millas de Gonzales. Hay la Lupita y su mamacita que siempre que llego me ofrecen chile jalapeño con tamales y yo les digo que los tamales me hacen daño. Yo solo quiero a mi Lupita, pero su mamá nunca nos deja solos. ¡Qué pendeja! “Cásate conmigo”, dice ella, mi Lupita. Pos no. Yo no quiero atarme a la pendeja de su mamasota. Yo quiero ser libre y andar con mi caballo chulapo por todo Texas y la frontera. Solo el desierto y yo. Y, a veces; solo a veces, la Lupita;conmigo calentita sin tamales y jalapeños que me descomponen. ¡Hay que de la chingada!

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  14. LA FIESTA DEL SANTA SUSANA FOOTBALL TEAM

    La fiesta era real. Ahora todos estábamos bailando. El mariachi lo hacía con gana. El campo de la fiesta estaba ya mero en la misma playa. Estábamos todos. Allá estaba la morenaza de San Benito, Sandra Medina; y allá el huerito de santa Rosa Carlos Williams. Y luego ya más lejos los meros chingones de Hidalgo dándole al trago más de la cuenta. Eran buenos batos y no iban a buscar pelea pos les gustaba estar cuerdos hasta el final. Pero cuando acabase la fiesta ya veríamos. ¡Ándele! pero si no estaba allí mi cuate , el merito Vicente Briones de Mercedes, con su prietita tan chiquita y esos pezoncitos. Estábamos todos en esa fiesta y no parábamos de bailar con el mariachi de allá del otro lado del río, los Coyotes de Nuevo Laredo, pos. Pero por qué habíamos ido a la fiesta no estaba nada claro. El superintendente del school district Mister Halloway nos había invitado a venir, pos decía que la escuela lo pagaba porque el equipo de fútbol de los Tigres de Santa Susana había quedado el primero. Los Tigres nunca ganaban una liga, pero aquel año había sido diferente y el superintendente Halloway y el principal Don Pedro Rangel estaban muy contentos Hasta Eladio Contreras y la señora Longoria cantaban el corrido del bandido chingón Marquitos Vargas a dúo en el campo de la fiesta. ¡Híjole! Yo no me lo acababa de creer, pero ahorita con dos margaritas de más ya chingo me lo creo todo. Allá han puesto mesas con burritos, fajitas, enchiladas y tamales. Allá estaba la vieja Eladia Mendiola haciendo unos nachos para chuparse los dedos. Pero qué me dicen si no estaba también mi chaparrita Silvia Garza caminando con el pendejo de Erasmo Falcón. ¿Qué hacía allí mi bomboncito tan guapa ella con ese joto de Brownsville? Ganas me daban de golpiarle al guayabo y regresarle a su rancho lleno de puro mugrero.

    (CONTINÚA ABAJO)

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  15. (VIENE DE ARRIBA)

    Pero en ese momento yo estaba casi pedo y solo trataba de seguir bailando agarrándome a lo que podía y si podía ser el culo de alguna vieja que quisiera coger pos mejor. Todo el mundo estaba demasiado contento y todo me daba vueltas, pero no estaba pedo, se lo juro a ustedes que yo no estaba borracho. Entonces, de repente, allí mismito estaban los ojazos de Silvia mirándome y el joto de Erasmo ya no estaba con ella. Los dos nos agarramos y nos pusimos a bailar una rumbita muy suavecito. Qué bueno que los dos estábamos allí tan agarraditos como si el mundo fuera nuestro y después de la rumbita de seguido que nos abrazamos con otra pieza y yo le dije a la chamaquita que estaba loco por ella y ella me dijo que no estaba segura, pos que no sabía si me quería o no. Luego paramos de bailar y nos fuimos a la playa. La brisa de la noche era suavecita y más bien hacía calor húmedo. La playa de Padre era muy grande y decían que seguía munchas millas hasta llegar a Corpus. En las vacaciones de la primavera venían miles de gringos de los colleges y high schools para festejar y ponerse pedos y luego se peliaban y hasta había alguna que otra balacera. ¡Pinches gringos! Pero en ese momento yo estaba con Silvia caminando por la arena y quería decirle cosas bonitas , pero mi lengua parecía de trapo y no me salía nada. Yo quería cogerla pero tenía miedo pos ella no parecía querer ir más lejos conmigo. Parecía estar escondiéndose de algo o alguien.
    “¿Por qué no me deja ahorita y se va? Quiero estar sola por un tiempo”, me dijo y era como si me echara una jarra de agua helada en la cabeza.
    “Pero qué pinche madre de la chingada quiere?”, repliqué, “a lo mejor estoy algo pedo, pero no me quiero ir de usted”. Estaba muy enojado pos no entendía por qué me echaba de aquel modo. Pero al poco me di cuenta.
    No muy lejos de allí rondaba la figura de un hombre alto, bastante alto; y yo, como que ya me inquietaba el pendejo.
    “¿Quién es ese hombre Silvia? Así pues se lo pregunté porque se me parecía que allí se estaba cociendo algo y yo no era más que las mondas de una papa que había que tirar una vez la papa estaba ya pelada. Qué chingada era aquello y quién era el compadre que andaba rondando a mi bomboncito que ya se lo querían comer y saboriar otro. ¡Pinche madre! ¿Qué mi modo! Me sentía muy herido, estaba superenojado y era capaz de cualquier locura. Sentía mis piernas como si fueran alambre y de pronto allí estaba el chavo iluminado bajo la luz de la última farola del camino. ¡Chíngale! si no era el mismo Matías Nogales, el dueño del rancho El Gallo con las plantaciones más extensas de aloveras de todo el Valle. El mero cuate que que había venido hacía años del otro lado, de Monterrey; tan serio y casado con tres hijos ya muchachotes… ¿Pero qué mugrero era este en el que me estaba rebozando?
    “¡Váyase, por favor! Se lo ruego Ramiro. No es nada que tenga que importarle. Quiero estar sola. Luego ya mero que regreso a la fiesta para seguir bailando con usted y pasarlo de madre”.

    (SIGUE ABAJO)

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  16. (VIENE DE ARRIBA)

    Aquellos ojazos estaban muy asustados y me di cuenta que ya no tenía nada que hacer allí. Ni tampoco quería mezclarme en pendejadas, pero me sentía despreciado, manipulado, humillado. Al rato me iba retirando rápido con ganas de hacer muncho daño, con ganas de peliarme con alguien, con ganas de darle más al trago hasta quedarme muerto. ¡Estaba cabrón de la chingada!
    Cuando regresé al campo de la fiesta no hice más que pedir tequilas y luego cervezas y más tarde ya no recordaba nada. La policía de San Benito ya estaban mirando si se vendía alcohol en la fiesta. Siempre venían cuando había muncho puro mexicano en fiesta, pero entonces la bebida nos la servían en botes de coke. ¡Híjole! Pero que se me hizo que por fin arrestaron a varios porque decían que ya estaban borrachos y entonces acabó la fiesta. Fue mi amigo Chicho Martínez quien me contó lo que yo había intentado hacer. Con tanta bebida yo me creía un macho, un gran macho; el mero macho del Valle del Río Grande, desde McAllen a Brownsville. Me había ido a mi carro y allí en mi glove compartment tenía la pistola cargadita, una saturday night que había comprado al pocho de Saldívar el que ahorita anda coyotiando por la frontera. Pero yo no era pendenciero y nunca había tenido el valor para matar ni un gato por muy pedo que estuviera. Así que lo que hice fue disparar al cielo y gritar y disparar hasta que ya no me quedaban balas. No sé lo que gritaba y ya no me acuerdo, pero lo que si veo ahorita es que estoy en una celda de la cárcel del Police Department de San Benito y el bolillo este de Murray; el más tonto y pendejo police officer del condado de Hidalgo; ya mero que me vigila y se ríe de mí como si fuera nomás que un pinche mexicano chingado y bien chingado. Híjole, ¡mero cabrón!

    Glosario:

    huero/huerito : blanco de color, persona de raza blanca
    principal: director de un instituto de segunda enseñanza
    burros, fajitas, tamales, enchiladas, nachos: comida típica mexican y tejana.
    joto: maricón
    mugrero: basura
    coger: joder
    alovera: planta con propiedades curativas y cosméticas que se cultiva en el Valle del Río Grande.
    bolillo: gringo, blanco anglosajón. Dícese por el color de los bollos llamados bolillos que se dejaban poco cocidos y por lo tanto quedaban blancuzcos.
    Saturday night: un tipo de pistola de bolsillo muy vendida en USA.
    pocho: mexicano emigrado muy reciente de México. Uso despectivo por parte de los chicanos o mexicanos de Texas a sus compadres del otro lado del río.

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  17. FORDING TOWN
    Cuando llegas a Fording Town después de viajar muchas horas en tren, te apetece ir derecho al saloon a echar un trago y luego dormir placidamente en el Alamo Hotel. Pero aquel día lejano no había sucedido así: cuando bajé del tren los comanches ya habían acabado su trabajo y los cadáveres se amontonaban en un pueblo que ardía por los cuatro costados. Así perdí a mi familia del Rancho Perdido, y ahora sólo vivo de tren en tren sin nunca pararme en ninguna estación.

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  18. CAMINO ETERNO
    Llevaba años, muchos años, cabalgando a través de los desiertos y las montañas de Grinopeace. Su único compañero era su caballo Tomahert. Noble animal, noble amigo siempre dispuesto a cumplir con su amo. Sin engaños, sin malicia, con pura nobleza de pura raza equina.
    Pero cuando llegó al viejo poblado de Silverville creyó que ya estaba agotado. Estaba muy cansado de vivir. Otra vez aquel poblado medio abandonado y un vaso de whisky en el saloon de Pamela Cisco. Pero esta vez dejó que el caballo decidiera. Estaba acabado. él, Kiddo Markwent, se sentía morir.
    De repente Tomahert inició un pequeño trote y se paró en la taberna de Pamela. Una chica todavía joven pero muy desdentada le saludo sentada encima de un tonel: "Hola Kiddo, bienvenido a este pueblacho moribundo".
    Kiddo se bajo del caballo y dijo: "¡Qué de la chingada! hay que seguir viviendo hasta que ya no quede ni una gota de sangre."
    Y así siguió deambulando un par de años más hasta que Terah, el apache vengativo, le clavó su cuchillo en el corazón cuando trataba de cruzar el Río Concho. Nadie supo por qué ni tampoco importaba.

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  19. LA CIUDAD PERDIDA

    Solo por el desierto. Las montañas a lo lejos. Piso la arena con la seguridad de que mis provisiones aguantarán hasta llegar a la ciudad perdida. En el desierto las reglas de juego están siempre claras: o sobrevives o mueres. Todo está a plena luz y no hay traición alguna. Sabes que la noche es fría como la cuchilla de un sable mortal y el día se convierte en el mismo infierno. No hay más circunscripción que la que te permita la vista, la imaginación o la locura. Pero ya diviso mi ciudad.
    Hacía mucho tiempo que he comenzado el camino. Los camellos están cansados. Mi rostro se seca y mi piel se cuartea, pero a lo lejos ya diviso la silueta de la ciudad perdida. Si logro llegar los sacerdotes del templo me abrirán la puerta oeste. Las torres contrastan con los cercanos picachos de Akatón. Hace muchos años que oí hablar de la leyenda de la ciudad perdida. Fue en un bar de un callejón del centro de Houston cuando llevaba más güisquis de la cuenta. Estaba borracho como una cuba y entonces un negro viejo con la mitad de los dientes podridos y la otra mitad ausentes me escupió la historia. Cuando desperté entre los cubos de basura juré que iría a esa ciudad y la encontraría. Estaba hastiado de mi vida y sentía la necesidad urgente de confrontar la naturaleza con su fuerza brutal. Descubrí la ruta a la ciudad perdida en la trastienda de un armenio medio loco que me hizo pagar la mitad de mi pensión. Pero allí estaba todo lo que quería. No tardé mucho en comenzar mi peregrinaje.

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  20. SALTER CITY
    Volvía a Salter City después de mucho tiempo vagando por las praderas del oeste y trabajando como vaquero. Cuando llegó al pueblo unos muchachotes comenzaron a insultarle llamándole vaquero de mierda. Curt era pequeño de estatura y delgaducho, pero su carne era dura como la de un cabrón salvaje. Los chavalotes lo veían debilucho y volvían a insultarle para divertirse. Él los miró detenidamente sin dejar de trotar y dejó caer un salivazo. Los muchachotes le volvieron a tirar piedras, pero Curt siguió su camino sin hacer caso. Al llegar a la Main Street vio que había demasiada gente ociosa holgazaneando por el pueblo. Unos jugaban al pocker en la misma calle recostados sobre las paredes de madera de las casas. Otros piropeaban a las mujeres no importaba si eran casadas o solteras. Aún otros se dedicaban a pelearse por dinero a la vista de todos. Curt se dio cuenta que Salter City estaba podrido. Aquel pueblo no era el que había dejado tiempo atrás. Entonces la gente trabajaba duro y había mucha honestidad entre todos. Los muchachotes iban a la escuela del Reverendo Murphy y los ya mayorzotes ayudaban en los ranchos o los almacenes. No había tiempo para holgazanear. ¿Qué había pasado?
    Timothy Delton se lo contó.
    Había habido elecciones para alcalde y las había ganado el tramposo de Henry “Twister Finger” Adams. Una vez ya en el cargo Twisted Finger nombró a Renter Dawer como sheriff del condado. Renter era un indecente pendejo que ya había matado, robado y violado más de la cuenta. Pero Renter era la mano derecha de Twisted Finger, su puto matón y lameculos. Pronto la corrupción y la maldad fue carcomiendo Salter City de tal modo que ya nadie sabía qué estaba bien y qué estaba mal. Hasta los muchachotes insultaban y perdían el respeto a los más ancianos. Los adulterios y la vida licenciosa hacían del pueblo una puñetera cloaca. Todo el mundo desconfiaba de todo el mundo y Curt se dio cuenta de que aquello estaba perdido.
    No intentó nada. Ni siquiera entró en el saloon a beber su merecido trago. Simplemente escupió de nuevo y se fue cabalgando en busca de otro pueblo.

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  21. KROSS

    El tren paró en el pueblo de Kross. Hacía un sol esplendido aquella mañana. El reloj de la estación marcaba las 10. Nos bajamos los cuatro y comenzamos a pasear por las calles principales. Sólo había silencio. A veces veíamos a alguien caminar y meterse en una tienda, otras eran niños que corrían solitarios, aunque no precisamente tristes. Pero todo se hacía en silencio. De vez en cuando pasaba algún coche o autobús, pero la gente parecía no conocerse. Daba la impresión de que no se hablaban entre ellos, pero tampoco parecían personas infelices; de hecho era lo contrario, pues los rostros reflejaban más bien serenidad, Cuando se tropezaban con nosotros nos hacían una reverencia y seguían su camino. El pueblo estaba tan ordenado que parecía el salón amueblado de una casa limpia y ordenada. Todo invitaba a una rutina impecable.
    Había supermercados abiertos y hasta cafeterías que despedían un olor penetrante de buen café. Entramos en una y pedimos cuatro cafés.
    --En este pueblo sobran las palabras—dijo Filmar
    --Sí, pero es un silencio que invita al sosiego—continuó Nacor
    --Todo el mundo parece estar en su sitio, contentos y satisfechos—adelantó Jeffad.
    -- Me gustaría vivir en un pueblo como este, estoy cansado del ruido y ajetreo de nuestros pueblos—dijo Selah degustando aquel café humeante.
    Entonces nos dimos cuenta que salvo una primera mirada de reconocimiento, no despertábamos curiosidad alguna. Acabamos el café y seguimos explorando el pueblo de Kross. A las afueras había pequeñas fábricas, pero la mayoría de la gente parecían ser agricultores y ganaderos. Todos estaban dedicados a sus trabajos y ocupaciones con la mayor entrega, serenidad y silencio.

    De vuelta a la estación nadie de nosotros quiso hacer ningún comentario. En silencio entramos en el tren y en silencio esperamos la salida hacia otros territorios. Kross era un pueblo distinto. Cuando el tren se puso en marcha y había recorrido unos pocos kilómetros rodeando unas colinas, todas nuestras miradas se fijaron con sobresalto en un inmenso edificio de mármol azul claro que irrumpía el cielo con cuatro torres de una altura desmesurada. El sol hacía brillar aquella atrevida construcción de forma tan intensa que no pudimos mirar por mucho tiempo. Una vez que el tren se fue alejando, iba quedando atrás la silueta de aquel intrigante edificio con sus torres lanzadas hacia el cielo. Nadie supo decir nada y seguimos sentados en silencio a través de la infinita llanura.

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  22. LA TABERNA

    Llegaste a aquella solitaria taberna
    Cuando el viento soplaba con fuerza y la lluvia te azotaba el rostro
    Cerraste la puerta y sentiste de repente el calor de aquella chimenea
    El viejo tabernero se te había quedado mirando
    Y siete marineros te dirigieron la mirada.

    Era una noche dura, de tiempo crudo y oscuridad casi absoluta
    Pero lograste divisar la luz de la farola de la vieja taberna
    Asentada en un promontorio mirando hacia un mar embravecido
    El tabernero te ofreció una jarra de cerveza caliente
    Mientras tratabas de mirar hacia el mar a través del cristal de un ventanuco

    Lo siete marineros hablaban en voz alta de sus viajes a tierras lejanas
    Y el viejo tabernero les miraba complacido
    El local estaba adornado con grandes peces disecados
    O barcos veleros hechos a mano, timones, farolas y candiles.
    Cuerdas y redes. Aperos marineros: el lenguaje del océano

    La cerveza te hizo entrar en un calor agradable y pronto sentiste
    La sensación de querer hablar y compartir con aquella gente extraña.
    La turbulencia del tiempo se dejaba oír desde dentro,
    Los rugidos del mar, el viento, el agua y el frío.
    De pronto una señora muy anciana salió por una puerta estrecha
    Quizás la puerta de la cocina
    Su caminar era lento pero firme

    Y en ese momento te vio
    Y creyó reconocerte. Su mirada casi te atraviesa. Los ojos que reconocen
    Hacen resucitar el alma. Te levantaste de la mesa y no supiste qué hacer
    “Has venido, has vuelto” dijo la mujer
    Y tú quisiste sentarte de nuevo o retornar hacia la tempestad de frío y viento
    “Jonathan, dale otra cerveza caliente” dijo la mujer con voz sonora y grave
    Y el tabernero se le acercó de nuevo con otra jarra
    “¿Quién eres que has hecho despertar a la anciana Mistrelle?”
    “Señor, me he olvidado de quien soy. Vengo de un viaje muy largo
    “Jamás he visto a esa mujer” respondiste con miedo e incertidumbre

    Pero la vieja te siguió mirando con ojos de angustia
    Ojos cubiertos de lágrimas, mirada de tristeza.
    “Es él, ha llegado. Por fin ha llegado, Algún día tenía que llegar”
    Repitió con voz temblorosa. Y fue en ese momento
    Cuando efectivamente la reconocí.
    El encuentro de dos miradas muy lejanas que se vuelven a prender
    Mi mente se tornó en un calidoscopio de imágenes que se construían
    Y luego se deshacían para volver a rehacerse.

    Sin darme cuenta la anciana estaba ya sentada en mi mesa
    Para ver el horror de mi rostro marcado por las grietas de la muerte
    Y mí mirada oscura, de ojos sin pupilas.

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  23. EL FORASTERO

    La silueta de un hombre a caballo se fue acercando. El aire llevaba el polvo que se iba levantando. Aquiles Klerton nos dijo que era el cabalgar de un hombre cansado. Quizás demasiado cansado. Cuando se adentró por la Calle Mayor miraba a uno y otro lado con recelo, con desconfianza. El caballo estaba cubierto de sudor. Al llegar al saloon se apeó y ató a su animal a la baranda. El sombrero estaba lleno de polvo.

    Pidió una botella de güisqui y se quedó pensativo. Northrop Sender nos dijo que su rostro estaba muy arrugado quizás ajado por el sol y el viento. O quizás la vida le había dejado la señal amarga de quien ha vivido ya suficiente, pensó algo más tarde cuando el forastero llevaba bebida la mitad de la botella. Afuera soplaba el viento mientras el sol se retiraba y la oscuridad se iba imponiendo. Aquel era un pueblo demasiado solitario e inhóspito para dejarse caer de aquella manera, pensó Northrop. ¿Quién era aquel extraño?

    Billy Murray, el hijo del Reverendo, se atrevió a dirigirse a él comido por la curiosidad.
    — ¿Quién es, amigo? ¿De dónde viene?
    El hombre no respondió. Los ojos se le cerraban de sueño. Volvió a echar otro trago.
    Billy Murray era terco e insistió:
    — Amigo. Este es un pueblo muy triste. Ya no queda nada de lo que fue. Es todo muy triste.
    Entonces el hombre giró su rostro y espetó una seca mirada a Billy.
    Este no supo que decir y retrocedió como un resorte.

    El hombre entonces acabó la botella a grandes sorbos e intentó dar unos pasos. El golpe contra el suelo de madera retumbó en todo el pueblo. En ese momento la luna iluminaba también los ranchos secos y ásperos comidos poco a poco por el desierto.
    Aquiles Klerton nos dijo que el forastero ensilló su caballo al amanecer y se perdíó entre su misma polvareda hasta que sus ojos no pudieron ya seguirle.

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