26 febrero, 2023

LA SANTA COMPAÑA Y LA ABSOLUTA CONDENACIÓN BÍBLICA

LA SANTA COMPAÑA 

Éramos muchos críos cantando, metiendo bulla, jugando. Íbamos subiendo por el camino que subía a la aldea, y en la aldea estaba la residencia.donde pasábamos quince días de campamento. El oscurecer del verano que pronto daría lugar a la noche. El cementerio era visible desde todo el entorno.

De repente paramos. Quizás mejor decir, paramos en seco.

Fue el silencio y el miedo. Lo que estábamos viendo no era imaginación, pero hubiese sido mejor que lo hubiera sido. Una procesión silenciosa de hombres y mujeres vestidos con sudarios blancos y resplandecientes salían del cementerio con un director que llevaba una cruz y un caldero de agua


bendita. El director parecía Don Matías el cura. Las mujeres de la procesión llevaban una vela encendida y los hombres un candil.

Cretardo Jalaussa gritó: "¡¡La Santa Compaña!! Mi abuelo me habló un día de la Santa Compaña. Son muertos que salen del cementerio para dar la vuelta al mundo como almas en pena. Por Dios, ¡¡demos la vuelta!!"

Nos quedamos todos congelados. Muertos de miedo. Entre lo real y lo sobrenatural.

La Santa Compaña se fue alejando con el cura como director y al mismo tiempo un murmullo de voces lejanas y huecas iban entonando un milenario y remoto "Mea culpa" que nos hacía sudar frío de puro miedo que sentíamos.

LA ABSOLUTA CONDENACIÓN BÍBLICA

Al ojear la Biblia me detuve de nuevo en aquellos versículos malditos y traté de entender cómo una condenación podía ser tan absoluta. A pesar de mis inclinaciones agnósticas y mis lecturas científicas y mi aparente plena integración en la sociedad posmoderna y de posverdad y todas sus veleidades y frivolidades al uso; yo sentía respeto por las creencias ancestrales que habían dado sentido a cientos de generaciones atrás. 

A veces entraba en alguna iglesia católica y me sentaba en sus bancos de madera para regresar al pasado y sus misterios, miedos y esperanzas. Los crucifijos mortíferos, sangrantes, de cristos pálidos y siempre moribundos. Vírgenes desconsoladas y ángeles que surgen de jardines perdidos para siempre por el


hombre. Apóstoles barbudos, demonios al acecho. El mito dominaba las vidas y explicaba el destino de las almas con meridiana claridad. Pero yo era protestante y mi referente seguía siendo la Biblia. A pesar de mi posmodernismo volatil y complaciente con toda idea frivolizante, seguía leyendo la Biblia con temor y reverencia. Y la Biblia podía decir cosas terribles. Aquellos versículos eran terribles. Significaban mi condena eterna y absoluta si aquella blasfemia se hubiese ya cometido en cualquier instante maldito de mi vida.

No era capaz de dormir pensado en aquellos versículos de absoluto destino infernal. Eran palabras sobre el papel. Pero su sentido era pura literalidad material y espiritual. No había manera de convertirlas en símbolo o metafora de otra cosa más deslizante, más imprecisa, más metabólica. Eran palabras absolutas grabadas en la misma eternidad de Dios y de Cristo. Absoluta condenación.

¿Alguien se puede imaginar lo que es una absoluta condenación por parte de Dios?

¡Aggghhh!

04 febrero, 2023

RETRANCA FERNÁNDEZ ERA FILÓSOFA

La figura del filósofo está devaluada. Ser un filósofo es ser un inútil, un homínido que se dedica al mundo de las abstracciones y que tórpemente tropieza con la realidad para caerse y darse de bruces; pero que aún cobra del erario público dando clases a los cuatro alumnos extraños y desviados de la normalidad que pueden asistir con cierto despiste. Suelen ser los filosofos (se entiende también filósofas), miopes o estrábicos, con cierta barriga que refleja el tiempo de ocio sentados con sus libros ya pasados de moda y que ya ni siquiera sirven para adornar ninguna estantería; libros de autores alemanes como Schopenhauer, Nietszche, Heidegger y cosas muy antiguas de gente llamada Parménides, Heráclito, Platón, Plotino,


etc. 

Decir que eres un filósofo es decir que eres un tipo muy raro, un oculto petulante, un objeto de atención psiquiátrica o un tipo sabio que puede ser objeto de consultas jocosas en las tertulias o reuniones familiares: "Eh, pregúntale al filósofo que los sabios tienen siempre la última palabra, je, je."; y, efectivamente, ahí está el filósofo como comodín de gracietas y bromas disimuladas con preguntas de cara seria y trascendente a punto de romper en sonrisa: "Eh, así que eso del Ser ¿qué es eso del ser o no ser?, je, je, je...".

Por eso cuando Retranca Fernández dijo ser filósofa, todos quedaron de piedra. Retranca llevaba una vida de ejecutiva de alto estanding, gastaba dinero como una cosaca en coches de lujo, era una ligona empedernida con la líbido siempre desbocada y mujer sociable donde las hubiese. Tenía una vista de águila y una salud de hierro a base de visitas rutinarias al gimnasio y prácticas de alpinismo arriesgado. Solía tener opiniones políticas muy directas y muy corrosivas contra los politicastros del oportunismo y lo que ella entendía era pura cobardía y puro servilismo de gente timorata, sin más ideas que las del manual del partido, y que repetían como papagayos lo que los gurús del momento mediático o partidista les ordenaban decir. A muchos de ellos y ellas los/las veía como serpientes o arpías resentidas, pero con ganas de venganza a través del poder político que podían adquirir con sus destrezas y dominio en el arte de la astucia a la Maquiavélico, pero sin el bagaje intelectual del florentino.


Retranca Fernández en tiempos libres leía filosofía de todo tipo, era una fanática del pensamiento crítico y especulativo, se pasaba a veces horas de intenso placer leyendo a los grandes prohombres y promujeres de la filosofía, cosa que combinaba con la buena literatura de todos los tiempos. Eso la hacía ser una mujer crítica y corrosiva contra todo aquello que veía como superficial, o no lo suficientemente pensado. Odiaba los estereotipos, las modas, los clichés, las ideologías de laboratorio, las demagogias cínicas de los papanatas con ínfulas de poder y dominio totalitario. También a los conformistas de todo color, sexo, raza y religión. Podían ser fanáticos del dogma o frívolos post-modernos, a ella le daba lo mismo: su guerra particular era contra el pensamiento mentiroso, corto, embaucador, profundamente intenso con sus demagogias utópicas, de promesas insostenibles; pensamientos-refugio que utilizaban la ciencia o la razón como subterfugio para frenar en seco ante la posibilidad de que la vida fuese mucho más compleja.

Retranca era una filosofa en toda regla. Fuerte, alegre, sana, libre, y lectora de esos nombres tan extraños y ya desconocidos y pretendidamente enterrados: Kant, Spinoza, Leibniz, Descates, San Agustín, Kierkegaard, Hanna Arent, Ayn Rand, etc, etc.   

LA INCREIBLE PREGUNTA SOBRE DIOS

 Poco a poco vas buscando a Dios y vas agotando sin remedio. Dios es una palabra que no lleva a ningún sitio concreto, solo a infinitas espe...