Nuestro padre un día nos llevó a lo alto del monte Urkid y nos enseñó el valle que estaba al otro lado. Después empezó a correr y a jugar como un chiquillo más. Los tres jugábamos a perseguirnos y nos desbocámos como caballos salvajes. Luego paramos y nos pusimos a comer un bocadillo. Nuestro padre entonces nos fue indicando las diferentes montañas que nos rodeaban. Luego nos dijo: “El mundo es un lugar muy extraño para vivir”. Nosotros quedamos un tanto confusos. Éramos todavía un poco pequeños para entender aquello que había dicho. Luego nos dio un libro pequeño a cada uno con nuestros nombres grabados en las pastas. Era un libro que nunca habíamos visto antes y nos quedamos sorprendidos. Cuando lo abrimos nos pusimos a leerlo en voz alta. Mi padre nos miraba y sonreía. Cuando llegamos a casa le enseñamos el libro a nuestra madre. Ella entonces lo cogió y leyó un párrafo muy corto.
Después de tantos años aun encuentro el eco de aquel párrafo en mi memoria. Es como una marca que el tiempo jamás puede destruir.
17 marzo, 2010
1 comentario:
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Demonios! Y qué decía ese párrafo? Ardo en deseos de saberlo.
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