21 marzo, 2010

DE NUEVO LA BRUJA PEPA

La bruja Pepa tenía que estar haciendo cosas todo el tiempo porque sino se aburría. Cuando estaba en la cabaña en lo alto de la montaña donde vivía no paraba de limpiar, de partir leña, de quitar y poner cosas; de preparar pócimas o ungüentos o de repasar ropa vieja. Cuando Cucu llegó a verla, después de una subida considerable y su correspondiente fatiga, estaba cantando algo que resultaba muy melancólico. “Qué haces aquí, Cucu, llegas sin pedir permiso”, le dijo la bruja al muchacho. “Tenía ganas de verte" respondió el muchacho,"hoy me he escapado de la escuela a la hora del recreo y aquí estoy. Allá abajo la gente es muy aburrida, quieren que estés sentado todo el tiempo escuchando mayores aburridos. Quiero estar con gente como tú. Tú eres otra cosa. Vives libre aquí arriba o te vas al bosque a buscar hierbas y juegas con los enanos o los brujos o las hadas o los espíritus. Allá abajo la gente no cree en nada de esto, sólo los niños, pero cada vez menos. Estoy aburrido y no sé qué hacer”. La bruja entonces lo invitó a sentarse en el tronco.

Era una mañana primaveral y se podía ver mucho paisaje en forma de montañas todavía más altas allá en la lejanía, o valles profundos que inspiraban soledad, paz y recogimiento. Pepa sabía de la vida de esos valles desde épocas muy lejanas cuando la gente se agrupaba en aldeas o las caserías ocupaban grandes familias con padres hijos o abuelos y tenían miedo a muchas cosas o a veces se ponían muy contentos con cualquier novedad agradable. “Cucu”, dijo Pepa, “tienes que tener cuidado que los del pueblo no sepan a dónde vienes. Las gentes del pueblo no creen que haya una bruja en esta montaña, pero si un día te siguen y te ven hablando conmigo no sé lo que podrían creer de ti". Dijo Pepa mirando al niño con cariño. "Verás, te voy a enseñar a hacer este potingue que te puede hacer invisible. Lo malo es que no eres tú quien lo ha de tomar sino la gente que te rodea y eso es difícil. Yo lo hacía para los cazadores antiguos. Cuando ellos estaban comiendo del mismo pote o bebiendo de la misma jarra, disimuladamente les echaba mi poción en la jarra o en el pote y al poco tiempo de beber ya dejaban de verme; no podían verme y yo les jugaba malas pasadas, les gastaba bromas moviendo cosas; o me transformaba en algo horroroso y feo y ellos huían a la desbandada; y luego, contaban cosas en el pueblo o las aldeas y me tenían miedo. Sabían que había una bruja en la montaña y me respetaban”. Pepa entonces entraba en un estado de trance y se iba a la cabaña a por hierbas, Cucu se quedaba embelesado viendo a su amiga preferida la bruja. Estaba contento de poder ver a la bruja y hablar con ella, aunque sabía que nadie en el pueblo le iba a creer.

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