12 marzo, 2010

LA PLAYA (II)

Mi segunda experiencia de playa fue cuando tenía ocho años y mi gran familia decidió ir a la playa de Buykren, a unos cincuenta kilómetros de nuestra comarca de Kloprew. Cogimos el autobús que se dirigía a la zona hacia las ocho de la mañana. Iban todos mis tíos y los abuelos por parte de padre y madre. Y, como no, íbamos lo menos 30 primos todos contentos y con ganas de pasar un gran día de verano. Las cestas iban llenas de buenos bocadillos de ternera, de queso y tortilla. Había buen vino pastoso llamado tirsul. Pero recuerdo que al llegar al pueblo de Neswert una tormenta que ya se venía gestando por el camino comenzó a descargar de una manera poderosa como temible. El autobús se paró y todos veíamos cómo se formaban ríos de agua a nuestro alrededor. Los edificios cercanos de Newswert se nos aparecían como imágenes fantasmales ante el resplandor de los rayos: el templo al dios Btty parecía susurrar misterios lejanos de ese dios tan tristemente solitario. La casa consistorial surgía como un animal bobalicón con un telón de fondo gris tirando a negro. Todos estábamos en silencio y, ciertamente, asustados. Mi abuelo Wartalm rompió el silencio y nos dijo con acento tembloroso: “Este pueblo está maldito desde que se dedican a adorar a ese dios extranjero y solitario. Es muy posible que esta maldita tormenta sólo esté cayendo aquí en Newswert. Hemos de orar a Yah para que esta pesadilla pare.” Y entonces el abuelo entonó aquella oración como un cántico lejano que nos transportaba a los orígenes míticos de nuestra familia y nuestro pueblo. Y todos le seguíamos hasta que ya todos éramos uno en aquella invocación. Poco a poco el miedo nos fue pasando y las nubes comenzaban a apartarse para dejar salir el sol más magnífico que jamás había visto. El autobús siguió y en una hora ya estábamos en la playa de Kloprew.
Los 30 primos nos metimos en el agua blanca y lechosa de nuestro Mar Hklopeq. El mar por el cual habían llegado nuestros antepasados y que ahora nos regalaba con el placer del baño y del sol y de los juegos y de los grandes bocadillos de tortilla, ternera y queso regados con tirsul.
Todo ello ocurrió antes de la Gran Catástrofe, cuando éramos un pueblo, cuando teníamos raíces y adorábamos a nuestro dios Jah.

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