Llevaba años, muchos años, cabalgando a través de los desiertos y las montañas de Grinopeace. Su único compañero era su caballo Tomahert. Noble animal, noble amigo siempre dispuesto a cumplir con su amo. Sin engaños, sin malicia, con pura nobleza de pura raza equina.
Pero cuando llegó al viejo poblado de Silverville creyó que ya estaba agotado. Estaba muy cansado de vivir. Otra vez aquel poblado medio abandonado y un vaso de whisky en el saloon de Pamela Cisco. Pero esta vez dejó que el caballo decidiera. Estaba acabado. él, Kiddo Markwent, se sentía morir.
De repente Tomahert inició un pequeño trote y se paró en la taberna de Pamela. Una chica todavía joven pero muy desdentada le saludo sentada encima de un tonel: "Hola Kiddo, bienvenido a este pueblacho moribundo".
Kiddo se bajo del caballo y dijo: "¡Qué de la chingada! hay que seguir viviendo hasta que ya no quede ni una gota de sangre."
Y así siguió deambulando un par de años más hasta que Terah, el apache vengativo, le clavó su cuchillo en el corazón cuando trataba de cruzar el Río Concho. Nadie supo por qué ni tampoco importaba.
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