Allí, donde falla el ser humano, está D-ós.
Allá, cuando se llega al límite de la desesperación y das el último paso, aparece D-ós.
Precisamente, cuando más creías estar en posesión de la verdad, y, de repente, todo se te desmorona y se desplaza como las arenas movedizas; precisamente ehí está D-ós.
Precisamente, cuando confiabas más en tu secta o iglesia, o denominación, o confesión de fe; o texto bíblico canonizado, o palabra de predicador; y de repente te sientes indiferente, flaqueas, dudas o dejas de creer: precisamente ahí está D-ós.
A pesar de lo que pase, de lo que ocurra, del horror, de la pesadilla nocturna; del entusiasmo, de la alegría pasajera; del sentimiento de humillación por sentirte explotado o arruinado; a pesar de todo: ahí está D-ós.
Precisamente, cuando creías que eras dueño de tu voluntad y sabías escoger el camino recto y acumulábas mérito tras mérito camino de la salvación, y, de repente, pierdes el rumbo; cometes el mayor error y te hundes en la desdicha y el fracaso: ahí, precisamente ahí, está D-ós.
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