29 marzo, 2010

EN EL PAÍS DE HUMARGHOM

En aquella región de Humarghom la gente solía hablar mucho y teorizar sobre todo. Era una región llena de problemas y estancamiento económico. Los jóvenes tenían que emigrar porque los trabajos que había en Humarghom eran muy pocos y mal pagados. Sus políticos eran ineficaces y corruptos, pero salían votados una y otra vez por la misma gente que solía hablar mucho y teorizar sobre todo.

Para Hjyurwert injo Lopbhaqw aquella región tenía alma de esclava y profesaba una ciega obediencia a la mediocridad. Rascabas un poco en la conciencia de la gente y solo veías esclavos y siervos cagados de miedo y respetuosos con las autoridades corruptas. Eso sí, de boca para afuera todos eran unos ilustrados abanderados del progreso, de los derechos humanos, de la solidaridad más generosa. Todos pretendían estar al día y lo peor de todo: de estar de vuelta hasta de la misma Historia. Cuando se contrastaban y comparaban con la próspera nación de Sumarkan ellos eran mucho mejores, tenían un alma mucho más madura y civilizada que los sumarkanos. Según los humarghones los sumarkanos eran terriblemente individualistas, competitivos, agresivos y militaristas; mientras que ellos eran generosos, solidarios, cálidos, humanistas; maduros, civilizados y progresistas; sobre todo progresistas, palabra mágica donde la hubiera.

Hjyurwert injo Lopbhaqw se dio cuenta hasta que punto puede llegar la miseria humana. La región de Humarghom se desangraba día a día mientras que sus políticos, sindicalistas, burócratas y empresarios corruptos vivían a costa del heraldo público, de impuestos avasalladores, de subvenciones y ayudas sin merecimiento alguno. La humanista región de Humarghom era cada vez más pobre, mientras que los odiados ciudadanos materialistas e individualistas de Sumarkan prosperaban, solucionaban sus problemas, sus universidades eran las mejores; eran ellos los que inventaban, los que innovaban y todos los ciudadanos ambiciosos y con ganas de mejorar intentaban emigrar a Sumarkan cuando podían.

Hjyurwert injo Lopbhaqw se dio cuenta que la necedad humana no tiene límites. Así que un tanto amargado por su destino en la Tierra se puso a leer libros de sabiduría y lejanía imaginativa hasta que El Gran Día de Abraxas llegara de una vez.

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