22 marzo, 2010

RENÉ GIRARD Y LOS CHIVOS EXPIATORIOS

Según el pensador francés René Girard (Avignon,1923), el transfondo de muchas instituciones, de las religiones y los mitos es la violencia ejercida, aunque casi siempre sublimada, sobre un chivo expiatorio. Esto, según él, constituye la fundación de los rituales institucionales o místico-ideológicos que han venido aglutinando y dando sentido a las sociedades humanas. El chivo expiatorio es la víctima inocente que paga por los desarreglos de la comunidad, de las indiferenciaciones sociales; de la violencia colectiva acumulada a través del mecanismo mimético (¿a dónde vas Vicente? a dónde va la gente). El chivo expiatorio, al mismo tiempo que une a la comunidad en su propósito expiatorio: la culpa es de los judíos, de los moros, del mozambiqueño; de la bruja, del catalán, del loco, del raro; del maricón, del negro, del heaviata ,etc.; logra también renovar y restablecer la normalidad o la identidad desdibujada de la colectividad. Todo ello en base a la víctima (que no puede vengarse la mayoría de las veces). Son relaciones sociales sustentadas en la relación perseguidor-perseguido. El mecanismo mimético del chivo expiatorio es la razón del perseguidor que siempre necesita a esa víctima para compensar sus insignificancias, su terror personal o colectivo, su identidad desarreglada o su indiferenciación.
Los dos nazis alemanes que mataron al mozambiqueño a puñetazos y patadas no eran más que unos fracasados: unas insignificancias sociales camino de la autodestrucción. La ideología nazi les hace de repente ser los elegidos por el hecho de ser rubios y de ojos azules y entonces el mal que les aqueja pasa a ser externo, se necesita al chivo expiatorio causante de todos los males: en este caso el negro que pasa por ahí. El ultranacionalista vasco deforma a su oponente político, lo exagera de tal manera que necesita eliminarlo fríamente como un sacrificio expiatorio que devolverá a una supuesta futura nación vasca el sentido real que se le debe. El ultranacionalismo español aprovecha las aguas turbias del terrorismo para buscar chivos expiatorios que restablezcan la España Imperial. Barrerían, no cabe duda, a muchas víctimas inocentes por el camino con tal de encontrar su catarsis colectiva, borrándose intencionadamente las diferencias entre nacionalismo democrático y cualquier otra cosa siempre horrible. Unos y otros se necesitan y necesitan los chivos expiatorios oportunos.
René Girard cree que este mecanismo de violencia social queda desmontado y desarticulado con la figura evangélica de Cristo. Cristo, en los relatos evangélicos de la Pasión, se presenta como la víctima inocente que une a toda la multitud ( príncipes y populacho al unísono) judía y no-judía en crisis e indiferenciación social, para expiar la culpa colectiva. Pero la figura de Cristo denuncia el artificio, hace ver la falsedad y la violencia perpetua que subyace en todo el entramado del chivo expiatorio. Al contrario de otros mitos tal como el de Edipo que admite la culpa, y al contrario de tantas víctimas en la historia que tuvieron que declarar y confesar su culpa (brujas, judíos, herejes, sospechosos, etc); Cristo no se ofrece a ese juego y denuncia y desarticula el mecanismo mimético de la violencia histórica y social. De ahí el valor insuperable de los evangelios que, según René Girard, siguen produciendo el efecto desmitificador de esa violencia expiatoria, ya que siempre somos capaces de asociar la víctima inocente a la Pasión ijustificable de ese mismo Cristo que la denunció.

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