31 marzo, 2010

CALVARIO Y RESURRECCIÓN ETERNA E INFINITA

Siguiendo la lógica del mito paulino Dios hecho hombre es el hombre concreto que vive en carne y hueso y sufre, se alegra; vive la carne con sus debilidades, y camina hacia la muerte a través de la crucifixión. De no ser así no tiene sentido que Dios se haya encarnado en el hombre concreto, material, histórico; pecador, contingente. Es decir: si Dios se encarna en un ser humano para ser un Superman con poderes sobrenaturales y no un hombre que siente y padece las tentaciones de la carne, el sexo con las mujeres; las pasiones negativas o creativas, las equivocaciones y los aciertos; entonces esa encarnación no tiene sentido. Jesús, como hombre, tuvo que haber sido un judío de su época; con sus anhelos religiosos y su pasión particular mesiánica-nacionalista. Tuvo que haberse enamorado alguna vez, desear cosas impuras; haberse dejado llevar por arrebatos; pero también un hombre con virtudes, aciertos y creatividad. Dios entonces se encarnó en Jesús como se está encarnando diariamente e infinitamente a cada instante como hombre/mujer. Jesús vivió su Calvario, su crucifixión hasta la muerte; pero después de la muerte surge el Cristo de la resurrección y la victoria. Nosotros vivimos como hombres y mujeres nuestro calvario, nuestra crucifixión, para luego; después de nuestra muerte resucitar en el Cristo victorioso. Pero esto es algo más importante: es una crucifixión y resurrección diaria e infinita en cada instante. En cada momento de nuestra vida ya se está dando esta crucifixión/resurrección de un modo infinito y eterno.

Esta podría ser la clave de la experiencia paulina. Los evangelios trataron de representar un Jesús-divinizado (recordad que los evangelios como relatos son relativamente tardíos y escritos cuando ya existe una teología sobre Jesús); pero esa fue su equivocación: Jesús tuvo que haber sido representado como el hombre que era, como un hombre de carne y hueso de su época. Pablo así lo debió de entender, pues es notorio que a Pablo no le interesa apenas la vida del hombre Jesús (quizás para evadir un problema toelógico); pero sí lo que este hombre crucificado significó para reavivar su poderoso mito de Dios que se encarna como hombre para morir, vencer a la muerte y resucitar y así modelar un arquetipo eterno que todos los hombres y mujeres encarnamos en todo momento. La fe, entonces, es la revelación de este milagro. El evangelio es este milagro.

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