18 marzo, 2010

LA MARCA

La Marca se iba pasando de padres a hijos y así el Pueblo de los Jah’dim íba sobreviviendo como pueblo a pesar de todos los cambios del tiempo y de la historia. Incluso cuando se produjo la dispersión de los Jah’dim por toda la tierra, los individuos Jah’dim poseían la señal de la Marca que iban pasando a sus hijos vivieren donde vivieren. La Marca era el centro desde donde se podía contemplar el fluir de toda la apariencia: quizás el Absoluto tan deseado como inalcanzado por los sabios, filósofos y profetas de la humanidad. Eran tan solo unas palabras, tan solo unas frases; pero esas frases contenían el secreto.

Los sucesos que iban acaeciendo a los hijos de los Jah’dim todos tenían una razón y obedecían a un claro diseño. Quizás todo lo que acontecía en la Tierra ya obedecía a un diseño, pero sólo los Jah’dim sabían el por qué de su existencia en el Planeta y cómo habrían de guiar sus vidas. El secreto era la Marca. La Marca jamás se podría revelar a los no-Jah’dim (nokar) y por eso ningún Jah’dim podía ni tan siquiera insinuar a los nokar que tal Marca existía. De saberse, el resentimiento de estos hacia los Jah’dim sería insoportable y se podrían producir persecuciones de todo tipo por parte de los nokar hacia los Jah’dim. No obstante algo se sospechaba dentro de ciertos círculos del saber de los nokar, pero nunca había sido posible probar nada.

Las filosofías, las religiones, las ideologías de todo tipo se iban sucediendo en la Tierra, pero la conciencia humana nunca estaba tranquila, siempre vivía en el desasosiego. Ni tan siquiera el pretender vivir sin trascendencia alguna satisfacía el ansia de poseer alguna verdad o alguna razón por la que poder ordenar; dar sentido a la vida. Algo faltaba o algo se había perdido. Pero la Marca de los Jah’dim solo se podía revelar a sus descendientes y la Marca era el Sentido, la Razón y la Transparencia.

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