Cisco Borrow llegó a su pueblo, Turbio River, cerca del Cañón del Águila. Había estado trabajando de peón con el ganadero William “Toothpick” Coldman durante tres meses llevando ganado a los mataderos de Chicago. Estaba cansado y quería ver y abrazar a su familia. Cuando llegó a su casa sus tres hijos lo recibieron con gritos de alegría. Su mujer, Linda Baxter, salió también al porche y quedó abrazada a él por un largo minuto. Cisco vio que era querido y que era hermoso tener una familia. Era un hombre feliz. Al día siguiente fueron todos a la iglesia del Reverendo Steven Morrison y cantaron los himnos de gracias al Señor con gana, pues había motivo para ello. Cisco Borrow y su familia eran gente normal, con problemas normales; con aspiraciones corrientes. La gente de Turbio River eran gente normal, con sus problemas normales y sus aspiraciones corrientes. Apenas había robos o delincuencia en el pueblo y el sheriff Corvin se pasaba más tiempo del debido en la cafetería de Rose Rosenberg leyendo el periódico o la Biblia de bolsillo que siempre llevaba consigo. Nadie parecía sufrir más de lo normal, nadie pasaba hambre y se trabajaba normalmente en las granjas o los ranchos cercanos. Turbio River era un pueblo como muchos pueblos de la nación: ¿monótono? quizás, ¿aburrido? es posible; pero un pueblo tranquilo donde era posible crecer con seguridad, con valores fuertes y un sentido de familia capaz de sustentar confianza en la vida. Nadie escribió nunca nada sobre Turbio River. Nunca hubo una película que mostrase la supuesta hipocresía de Turbio River donde si se escarbara a fondo, seguro que se encontraría miseria humana y pasiones sexuales descontroladas o borrachines sin remedio.
Pues no. En Turbio River no se podía encontrar tales cosas, o si las había todas ocurrían en su justa medida; salvo que algún escritor resentido y medio loco las inventara o las exagerara. Turbio River era un pueblo normal y corriente.
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