Cuando se rompe una conferencia de cualquier político, sea Zapatero, Aznar o quién sea; el mensaje que se está dando por parte de quienes rompen la conferencia es que ellos poseen la verdad y esa verdad hay que imponerla aunque sea por la fuerza. Quiere decir también que quienes asisten a tales actos o conferencias, se les considera, por parte de estos grupos; tontos ignorantes que no saben a quién escuchan y entonces hay que educarles por la vía del vandalismo pedagógico. Ellos, los del grupo, sí saben lo que es verdad y políticamente correcto. Los que han escogido asistir a esa conferencia o no saben o sí saben; de una manera u otra, no merecen respeto alguno por parte de quienes poseen la verdad. Este tipo de comportamiento es tan arbitrario como autoritario, pero curiosamente pretende pasar como democrático, como majo, como “algo comprensible”, etcétera. No importa la ideología del grupo ni quién es el conferenciante, este tipo de conducta es profundamente antidemocrático. La única justificación que tendría este tipo de conducta sería si los mencionados grupos no tuvieran los mismos derechos de libertad de expresión que los demás o si sobre ellos pesa una discriminación jurídica injusta. Ahí es donde habría que demostrar la valentía y con toda la razón del mundo. Si romper actos culturales o políticos empieza a ser algo majo y aceptable en nombre de una verdad ideológica superior que el resto de los ciudadanos supuestamente desconocemos, entonces todo vale: los mismos que han reventado la última conferencia podrían sufrir la acción de otros grupos de ideología contraria y tendrían que callar. Todo vale. ¿Quién es quién para decidir si el otro grupo vociferante no tiene también la verdad? ¿Quién es quién para pararme si yo decido vociferar ante cualquier acto cultural o conferencia? ¿Es que no se dan cuenta los demás de que la verdad es la que yo grito y tengo el derecho a proclamarla como sea? Absurdo. Entraríamos en una dinámica destructiva y antisocial injustificable.
El meollo del asunto es este: ¿quién decide lo que es verdad en una democracia? Si yo decido asistir a un acto cultural del signo que sea, y; siempre que esté dentro de un orden democrático, es decisión mía; es mi libertad de elección. Si la conferencia no es de mi gusto no voy y punto. Con no asistir es suficiente. Sí alguien que ha decidido entrar en el acto empieza a gritar y a sabotear la conferencia porque está disconforme con lo que dice el ponente, lo que está demostrando es su total falta de respeto al acto y debe de ser expulsado. Aducir que uno tiene la verdad y que esa verdad es tan verdad que se ha de gritar como sea; sería muy difícil de demostrar cuando se trata de mera opinión, corrección política o fanatismo ideológico, por muy majo que se haga pasar esa opinión. Otra cosa es cuando hay una clara discriminación jurídica que esté perjudicando la libertad de expresión o derechos del grupo o persona asistente. En este caso sería hasta justificable la protesta. La verdad de las cosas hoy día es cada vez más compleja, sobre todo en política. Que yo sepa nadie, en nuestras sociedades posmodernas, tiene la verdad absoluta; y, pretenderlo no dejaría de ser un ejercicio intelectual y crítico de mucho calado, altamente recomendable por otra parte. Quizás exista esa verdad, pero hay que trabajarla con plena libertad y luego convencer.
Vital de Andrés
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