La personalidad de uno nunca escapa a las fuerzas inconscientes. Hay que considerar normal esta posibilidad que siempre está latente. El yo o la conciencia desde donde actúa el yo jamás va a ser soberano absoluto de todo nuestro ser. Los individuos no somos indivisibles sino divisibles o variopintos. La conciencia navega sobre un mar y cuando este mar se mueva la conciencia se moja, se hunde, se levanta, y en todo ello recibe los efectos buenos y malos o la mezcla de ambos. La conciencia queda expuesta a los vaivenes, a los flujos y reflujos del inconsciente. Y el inconsciente son multitud de fuerzas, de sensaciones y de representaciones inhibidas. El inconsciente alberga el cielo y el infierno, lo masculino y lo femenino, la tormenta y el sosiego; la infancia y la inocencia, la lujuria y la templanza, pero también la furia y la violencia. La conciencia navega a través del mar usando la razón y buscando los puntales firmes donde agarrarse con seguridad, pero la seguridad no está en la conciencia desgajada del inconsciente, de la misma manera que uno no puede sujetar el avión tirando del asiento para arriba. La seguridad está en la aceptación del inconciente y la puesta en orden a través del lenguaje, de la imaginación, del arte. La razón no lo abarca todo, el lenguaje descriptivo no lo es todo, ni tampoco el lenguaje dialéctico de la argumentación. Necesitamos recuperar y recrear el lenguaje mitopoético, poner a funcionar los símbolos que nos ayuden a entender las sombras y luces de nuestro océano. Necesitamos encender la luz de la imaginación con todos sus tropos, sus metáforas y metonimias: su posibilidad de resucitar la realidad prosaica bajo nuevas ópticas y sensaciones.
La Biblia habría que leerla como un libro-revelación de verdades universales, pero habría que leerla no como un libro sometido al escrutinio del análisis histórico moderno, o a la objetividad científica; o la literalidad ortodoxa o fundamentalista, sino más bien como un texto mitopoético que nos habla del incosciente-Espíritu, que nos señala el camino a seguir a través de los territorios tan vivos como inexplorados de esa geografía inconsciente que también somos nosotros: Caida, Éxodo, Salvación, Apocalipsis, Resurrección, Eternidad o Infinitud.
Vital-ek
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