El otro día alguien me enviaba un mensaje al móvil diciendo que la Hermandad de Los Muleteros me convocaba a una reunión. Yo quedé un poco estupefacto. Qué narices era esa hermandad o lo que fuere, seguro que era una broma de alguien. Pero el mensaje no venía de ningún amigo de confianza gracioso. Entonces devolví el mensaje preguntando “¿Dónde y cuándo?”. Y hete aquí que a los pocos segundos recibía la respuesta: “A las 10 de la mañana estate enfrente de tu portal, te recogeremos”. Al día siguiente a las 10 de la mañana allí estaba con mis muletas chulas y lustrosas y con sus dispositivos engrasados para cualquier emergencia. Y a las 10 en punto un microbús negro con los cristales ahumados aparcaba enfrente del portal. Una puerta se abrió automáticamente y alguien me invitó a entrar con un saludo amistoso: “Adelante compañero”. Yo entonces , no sin cierta desconfianza, me metí en el bus. Y una vez dentro todo eran personas sonriendo y hablando y tomando un café. Adosadas a las paredes del autobús había portamuletas de varios tipos y tamaños. “Bienvenido a la Hermandad, toma asiento y se te servirá un café. Nuestro viaje durará una media hora”. Me senté y pedí un café a una señora que se desplazaba en unas extrañas muletas de marfil. Me sirvió con suavidad y pronto estábamos ya de camino a la sede oficial de la Hermandad de los Muleteros, según me dijo el compañero que tenía al lado, al cual le faltaban las piernas.
Cuando llegamos las puertas automáticas fueron desplegando rampas y por ellas fuimos bajando todos, una vez puestas las muletas. Las había de madera, de metales brillantes, otras incluso estaban hechas de fibra de titanio, otras estaban sumamente mecanizadas e informatizadas. Otras eran muy altas y tenían como una especie de asiento en su parte superior para sentarse la persona y desde allí manejarlas con unos brazos elásticos, casi biológicos. Otras por lo contrario eran pequeñas, muy diminutas, pero luego desarrollaban tentáculos capaces de agarrase a cualquier superficie y caminar por los sitios más abruptos. Una chica llevaba unas muletas que parecían normales, pero luego si te fijabas bien parecían de mercurio. Las tocabas y el dedo se te hundía. Otro las llevaba al estilo John Silvers en plan pirata. Otros llevaban muletas heavy metal un tanto electrizantes. Otros eran tipo libélula y cuando les tocaban un botón se levantaban como libélulas y se juntaban con las muletas-mariposonas. En fin, aquello era el reino de las muletas y enfrente estaba la mansión o sede de la Hermandad de los Muleteros que consistía en una especie de palacete de dos plantas situado en lo alto de una colina desde se divisaba la ciudad.
Nos invitaron a pasar y era curioso ver las dolencias tan extrañas que padecían los muleteros. Unos eran cojos de nacimiento y sus pies parecían membranas deformadas, otros no tenían piernas pero de vez en cuando sacaban unas raíces-tentáculo de sus muñones para afianzarse a las muletas. Otros tenían piernas descomunales que sobrepasaban sus cabezas y creaban un desajuste con el resto del cuerpo que no les permitía andar con normalidad y por lo tanto necesitaban muletas de línea ondulada hechas de algo así como de mica o cuarzo. Y aun otros tenían las piernas adosadas lateralmente en el cuerpo y con ayuda de unas muletas electromecánicas de mucha complejidad se podían mover con cierta efectividad. Yo era de los pocos menisquíticos que habían reclutado y me conformaba con mis chulas muletas, sencillas pero precisas.
Pronto nos pasaron al salón de actos y describir la formación de filas y asientos y butacas o lo que se quiera llamar llevaría mucho tiempo pues todo era extraño y rompía las normas de la simetría para configurar otro orden proporcional. Un orden que respondía a una sociedad de personas en simbiosis con sus respectivas muletas. Pronto una voz nos dio la bienvenida:
“Hermanos y simpatizantes de nuestra hermandad muletero. Hoy de nuevo nos reunimos para darnos ánimo, para hablar de nuestras experiencias en ese mundo de psicótica normalidad. Para descubrir los secretos de las nuevas técnicas e innovaciones aplicadas a nuestras muletas, para iniciarnos en el misterio de la simbiosis entre la tecnología ortopédica y los tejidos biológicos. Hoy de nuevo oiremos a nuestros líderes y consejeros e ingenieros, para que nos muestren las maravillas de nuestro mundo, de nuestra sociedad, de nuestra Hermandad!!!”
“¡¡¡¡Sí, sí, sí!!!!” gritaron todos levantando sus muletas o haciendo ruido con ellas.
“Pero antes leamos unos párrafos de nuestro Santo Manual” y entonces el presentador de muletas de oro, se puso a leer unos pasajes como si fueran sacados de un libro esotérico a algo así. Aquello me estaba dejando perplejo. Jamás había pensado que mis muletas me llevarían a tan sorprendentes aventuras. Yo era tan sólo una persona con un menisco rancaneante después de una operación, pero muchas de estas personas eran ya casi muletas vivientes a juzgar por sus indescriptibles dolencias o condición. Pronto se comenzó a proyectar una gran muleta sobre una pantalla plana y dicho artefacto pronto cobraba vida y respondía a todo tipo de estímulo y poseer algún día unas muletas así sería como entregar tu alma a poderes tecnológicos tan extraños como inverosímiles. De ella salían apéndices o tentáculos que se adosaban al terreno, y luego había como un cerebro rector o regulador de todo aquello y más bien parecía un ente viviente con conciencia propia.
Todos empezaron a dar hurras y hurras y hurras por que aquel modelo de muleta sería algo más que movilidad, sería también PODER, y la Hermandad de los Muleteros poseía aquel poder. Yo me entusiasmé y comencé a dar también hurras y hurras y pensé en lo grande y poderoso que podríamos llegar a ser la Hermandad de los Muleteros y los misterios que podríamos develar y revelar al mundo y…… En ese momento parecía que me dormía, que empezaba a ser víctima de una sueño, de una alucinación quizás y la visión comenzó a nublárseme y perdí el conocimiento sin más.
Cuando desperté aparecí sentado en el banco del parque de mi barrio con una nota adosada a mis muletas chulas.
“Ya has visto suficiente compañero-simpatizante. Por hoy has visto suficiente y tu entusiasmo ha sido revelador. Pronto te llamaremos para emprender misiones más altas donde tus chulas muletas serán imprescindibles”.
Firmado: La Hermandad de los Muleteros.”
Asombrado por todo aquello y ya casí haciéndose de noche me dirigí a casa en velocidad cero y culebreando las piernas con mi menisco atrofiado.
Vital-ek
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