24 febrero, 2010

LA AUTOPISTA

Vamos por una autopista. Rodamos a una velocidad constante. Los paisajes nos resultan indiferentes. Vivimos la rutina. Inmersos en la rutina. En el ritual. Ritual sin trascendencia alguna. Más gasolina al depósito. No hay una banda de forajidos que nos obstaculice el viaje poniendo obstáculos en la autopista para luego atracarnos o asesinarnos. Tampoco nos vamos a perder por carreteras o caminos insólitos hasta llegar a las montañas innombrables. Tampoco acabaremos en ninguna aldea maldita llena de leprosos y brujas. Ningún profeta solitario nos parará para denunciar nuestro pecado y alentarnos al urgente arrepentimiento. Escépticos seguiremos nuestra autopista para llegar a la ciudad y en la ciudad seguir con nuestro ritual intrascendente. Lucha diaria con los otros que jamás nos van a comprender en nuestros términos. Las leyes y las normas y la coacción seguirán su curso para poder vivir en civilización.

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