Ya sabemos que hay muchas variedades de protestantismo. Hay anglicanos, hay luteranos, hay reformados-calvinistas, hay bautistas, hay metodistas, presbiterianos, pentecostales, iglesias independientes de todo tipo y variedad. Luego, de acuerdo a su estructura de gobierno pues los hay de gobierno episcopal o congregacionalista, principalmente.
En su teología podríamos dividirlos en calvinistas, luteranos, arminianos, pietistas, carismáticos, milenaristas, etc. Por su tendencia pues todos ellos presentan tendencias liberales, conservadoras, fundamentalistas, moderados, etc. Hay metodistas conservadores, pero también liberales; hay bautistas con conciencia social acusada, y otros más bien cerrados. Hay luteranos conservadores y favorables a la separación de Iglesia y Estado, pero los hay que dependen del Estado. En su mayoría, sin embargo, las iglesias protestantes están en mayoría más a favor de la separación de Iglesia y Estado.
Yo me atrevería a decir que el protestantismo favorece la independencia y responsabilidad individual ante todo. Ser cristiano es siempre una opción libre de la persona. Es por ello que para un protestante el concepto de sociedad civil es consustancial a su manera de entender la política. Es algo espontáneo en la idiosincrasia evangélica. Y, una sociedad libre implica plena libertada de desarrollo del individuo para elegir opciones de vida, entre ellas la de ser o no ser cristiano, ateo, budista, progresista o conservador, etc, etc. No en vano el protestantismo carece de estructuras centralizadoras (las que hay son relativas a la denominación particular) que impidan la libre interpretación de las Escrituras. Cualquier protestante que esté en desacuerdo con una iglesia determinada, puede formar la suya propia y punto. Esto, que es cierto y normal en USA; los protestantes españoles lo llevan muy mal; lo “sufren” también por que es inevitable y consustancial al protestantismo; pero lo entienden con conciencia católica.
Es por ello también que el protestantismo encaja como la mano al guante con un gobierno liberal democrático regulado por una constitución y unas leyes que amparen las libertades, derechos y obligaciones civiles. También el protestantismo puede, tranquilamente, aceptar un ordenamiento estatal basado en la mayor descentralización posible. Un sistema político confederado (Suiza), federado (Alemania, USA), estado consocionalista (Holanda) o de nacionalidades reconocidas (Reino Unido).
Es por eso que es difícil de entender por qué muchos protestantes españoles están en contra de las autonomías, de la enseñanza de las diversas lenguas del Estado español, del reconocimiento libre y sin complejos de las nacionalidades históricas. En contra también, en muchos casos, del libre debate y pensamiento dentro de sus iglesias, del diálogo doctrinal y teológico llevado dentro de los límites de cierta coherencia teológica. Mucho protestantismo español se mueve en coordenadas católicas e incluso nacional-católicas, que es lo que más sorprende. Un ejemplo de esto es el contradictorio César Vidal. Por un lado es capaz de describir las consecuencias liberales del protestantismo y, por otra, es ideológicamente todo lo contrario tratándose de España: llega a decir, entre algunas lindezas suyas, que el valenciano es una lengua que tiene su origen al margen del catalán.
Me acuerdo de un intento de debate que quise entablar una vez en un medio digital protestante de carácter teológico y las reacciones fueron iracundas, agresivas, esperpénticas. De echarse las manos a la cabeza. Suerte que había gente sensata que sí quería intercambiar opiniones y dialogar sin tanta intolerancia rancia. Suerte también que hay iglesias abiertas y pastores con formación suficiente para darse cuenta de la complejidad de muchas interpretaciones y su adaptación a la realidad presente. Pero son minoría. Lo que prevalece en el protestantismo español es más la desconfianza, la suspicacia, el cerrar puertas a cualquier intento de diálogo y juego interpretativo. Hay miedo “al mundo”.