Es curioso que no podamos salir del dualismo por mucho que estemos situados en un monismo. Aunque sepamos de un modo teórico que el mundo es una misma substancia sin un afuera y un adentro; sin un límite que lo divida en espíritu y materia; sin embargo siempre persiste el dualismo existencial o afectivo que nos hace vivir en discontinuidad con el presente; en desgarrón con algo que se nos escapa siempre.
Es como si más allá del fenómeno hubiera siempre un noumeno que nos ha de completar para ser nosotros mismos. Un noumeno que no deja de llamarnos e invitarnos a su contemplación.
Las filosofías budistas, o los misticismos monistas,, o los panteísmos; nos dicen que ya somos parte del todo, de la misma substancia. Somos lo relativo a un absoluto, nos dicen, coincidentes así mismo con la ciencia y el positivismo más riguroso. El yo no es una realidad en sí mismo, sino una composición de neuronas o recomposición de reacciones químicas representadas por un constructo lingüístico que sirve para intercambiarnos a través de signos y afectividades, en el devenir de la vida; de la sociedad con sus diferentes roles y funciones. Todo un juego de intercambios y afectividades sin ninguna esencia de transfondo, sin ninguna finalidad que completar; sin Telos histórico alguno. Su absoluto es ese mismo devenir, ese mismo juego de intercambios y no hay Trascendencia alguna a este universo. No hay nada externo, nada afuera o adentro de un modo absoluto; sino siempre relativo a esa misma absoluta inmanencia.
Pero mi yo jamás vive esa inmanencia como un absoluto, como una absoluta coincidencia. Por mucha meditación budista que haga, por mucha Razón de Spinoza que quiera hacer coincidir con la Extensión eliminando el subterfugio de la Imaginación. Por mucha Objetividad que alcance, jamás el yo se sentirá satisfecho; jamás se sentirá completo. Siempre vivirá como carencia, como si algo faltara al mecanismo, como si algo se nos debiera por el hecho de ser lo que somos. Siempre habrá alguna nostalgia por la que suspirar, algún reino lejano que alcanzar; alguna utopía en que pensar; algún Dios que encontrar. Siempre en desajuste, en desarraigo, en fricción; en tensión y desasosiego.
Siempre existimos como seres duales e incompletos. Al místico siempre le falta más contemplación y más concentración para mantener su estado de paz y nirvana. Al racionalista siempre le falta más razón y explicación, al positivista más objetividad; al protestante mejor lectura y comprensión e interpretación de la Biblia ...
Me mantengo en mi protestantismo calvinista. En algún momento lo explicaré mejor. Creo que nunca se ha comprendido a través de lo escrito en este blog.
ResponderEliminarFue una revelación leer a Pascal y ver allí plasmado también ese calvinismo disfrazado de jansenismo católico, o sea, de herejía.
Si tuviera algún lector protestante o cristiano católico, ¿qué opinarían de todas estas cosas que aquí discutimos en este blog? A veces me lo pregunto.
Me gusta tu forma de razonar. Es cierto lo que dices Nesalem. Muy cierto. Pero el calvinismo tampoco cura tal dualismo, creo yo.
ResponderEliminarK. (No-Kousinsky)