25 octubre, 2011

LA SALVACIÓN SEGÚN EFESIOS

Leo en la epístola a los Efesios:

Vosotros, antes, estabais muertos a causa de las maldades y pecados en que vivíais, pues seguíais el ejemplo de este mundo y hacíais la voluntad de aquel espíritu que domina en el aire y que anima a los que desobedecen a Dios. De esa manera vivíamos también todos nosotros en otro tiempo, siguiendo nuestros propios deseos y satisfaciendo los caprichos de nuestra naturaleza pecadora y de nuestros pensamientos. A causa de esa naturaleza merecíamos el terrible castigo de Dios, igual que los demás. Pero Dios es tan misericordioso y nos amó tanto, que nos dio vida juntamente con Cristo cuando todavía estábamos muertos a causa de nuestros pecados. Por la bondad de Dios habéis recibido la salvación. Dios nos resucitó juntamente con Cristo Jesús y nos hizo sentar con él en el cielo. Hizo esto para mostrar en los tiempos futuros el gran amor que nos profesa y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Pues por la bondad de Dios habéis recibido la salvación por medio de la fe. No es esto algo que vosotros mismos hayáis conseguido, sino que os lo ha dado Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede jactarse de nada; 10 pues Dios es quien nos ha hecho, quien nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, según lo que había dispuesto de antemano.

Lo que aquí se deduce es lo siguiente. El hombre está bajo el dominio del pecado, bajo la voluntad del demonio. Esa condición viene por herencia de la desobediencia de Adán y Eva en el Edén y merece un terrible castigo de Dios. Pero Dios quiere salvarnos y para salvarnos y ser justo, tiene que llevar a cabo ese castigo. Esa condición pecadora y demoníaca tiene que ser castigada y no hay nada que impida que se haga justicia. Pero he aquí que Cristo se hace víctima propiciatoria de ese castigo. Se lleva a cabo en la Cruz con todos sus terribles horrores. Dios ahora está satisfecho, nuestra culpa por ser pecadores y demoníacos se ha expiado. Cristo lo ha hecho. Entonces los hombres están salvos (justificados) ante Dios. Pero no todos los hombres. De haber sido así toda la humanidad sería cristiana y salva. Pero no es así. Mucha humanidad no es cristiana ni por asomo. Se necesita tener fe como previa condición para acceder a esta salvación. Es gratuita, pero no.

Si fuera gratuita de verdad entonces toda la humanidad quedaba salva sin más condiciones. Instantáneamente seríamos todos santos y buenos y llenos de Espíritu. Pero no es así. Se necesita la fe. Y, ¿cómo se logra esa fe? Pues eh ahí la cuestión.

Si estamos muertos al pecado y bajo el poder del Demonio entonces no hay posibilidad de ningún acto por nuestra parte que nos ayude a alcanzar esa salvación. Nuestra voluntad está muerta para Dios. Entonces solo un milagro nos puede salvar teniendo en cuenta este esquema teológico. La fe entonces es un don de Dios que se concede por gracia, por que sí. Y, si es así, entonces aquellos que tienen fe son los elegidos de Dios y los que no la tienen son los condenados (suponemos que también por Dios). Así parece ser:

Dios nos escogió en Cristo desde antes de la creación del mundo, para estar en su presencia santos y sin falta. Por su amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, conforme a lo que se había propuesto en su voluntad.

Dos conclusiones se desprenden de esta teología paulina: A) sólo se salvan los escogidos o predestinados por Dios. Los predestinados reciben la fe como un don, o sea: un milagro. Nada tiene que ver con su voluntad o mérito personal alguno. Los que no son escogidos se pierden, no se les aplica el sacrificio expiatorio de Cristo y serán entonces castigados de forma terrible, como corresponde a su condición pecadora. B) Toda la Humanidad está salvada. Esa salvación es ya universal para todo el mundo pasado, futuro y presente. Pero es a Dios a quien corresponde dar esa fe en el debido tiempo y momento: lo cual nos hace pensar que no todo se acaba con la muerte si no que se sigue viviendo en el más allá o hay reencarnación para que sea posible en cualquier momento la salvación de todo el Mundo.

¿Alguna idea o comentario?

1 comentario:

  1. He aquí una argumentación contra-arminium:

    Versión Oxford Study Bible: “ 8) For it is by grace you are saved through faith; it is not your own doing. It’s God’s gift 9) not a reward for work done.” Aquí la posible ambigüedad del pronombre desaparece. Queda entonces el tema sobre cómo se logra esa fe. Si yo que estoy muerto, no medio muerto o moribundo o medio vivo, debido a mi condición (Ro 5:12), puedo por mis propios medios ejercer fe; entonces no estoy muerto; me queda todavía una dimensión libre en algún sitio de mí ser capaz de ejercer un acto correcto, acertado, transparente, incluso podría decir: perfecto. Si eso es así, entonces:

    a) la fe es un acto libre, de una voluntad libre que elige la Gracia y la Salvación; lo cual quiere decir que no estoy muerto al pecado después de todo. Y, si esa voluntad es capaz de tomar decisiones libres; entonces esa Gracia y Salvación que Dios me ofrece depende de una iniciativa mía, de una decisión mía: es decir: depende de una obra incondicionalmente mía. Y si soy libre de tomar decisiones incondicionalmente correctas, también poseo el potencial, por ser incondicionalmente libre después de todo, de obedecer la Ley. Y, si es así, no tiene sentido la Gracia y la salvación de Cristo. No era necesaria.

    b) la fe es una llamada irresistible de Dios que me hace ser consciente muy a pesar de mi voluntad, ya que mi tendencia natural es la rebelión, la radical y absoluta oposición a todo lo que huela a gracia divina, a salvación alguna gratuita, etc.. Si estoy muerto a Dios esa es mi absoluta disposición. Mi salvación me la curro yo porque soy libre y elijo salvarme o no salvarme. En otros casos me importa un pepino salvación alguna o la misma existencia de Dios. Elijo creer o no creer en Dios, etc. Y, si esas son las consecuencias de mi condición pecadora, entonces solo una intervención divina en forma de milagro que logre vencer esa ceguera egoísta, podrá revelarme de forma incondicional y transparente la Gracia y la Salvación. Yo diría que la Gracia incluye, necesariamente, el don de la fe.

    Para mí que Pablo va más en esta última dirección.

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