Lo malo de las democracias es que todos votamos. Como la mayoría de la gente somos mediocres y poco sensatos, pues lo malo acabará ganando. Es ley humana que al final las democracias se han de descomponer en rampante demagogia.
A las masas hay que darles lo que pidan para ganar el voto, pero el voto de las masas va condicionado a relativizar todos los valores y todos los esfuerzos para así contentar a la mayoría. Las democracias están condenadas al fracaso. Ya están ahí los nuevos bárbaros esperando con sus bárbaros métodos de control y violencia. Es cuestión de tiempo.
Hemos deconstruido tanto que ya no queda más que el vacío relleno de sentimentalismo cursi-relativista. O sea: carne de cañón para el bárbaro.
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