Rüdiger Safranski ha escrito varios libros cuyo tema es el idealismo alemán, con sendas biografías de Nietzsche, Schopenhauer, Schiller, Heidegger y otros. El siguiente extracto está sacado del libro “Romanticismo: Una Odisea del espíritu alemán. (Tusquets Editores S.A. Barcelona 2009) p. 353. Quizás nos aclare un poco los peligros de los romanticismos (15M incluido) y la religión; y, por otro lado el también peligroso deseo de reducir la vida a lo meramente objetivo y representable.
La tensión entre lo romántico y lo político se halla inmersa en la tensión más amplia entre lo que puede representarse y lo que puede vivirse. El intento de conducir esa tensión a una unidad sin contradicciones puede llevar al empobrecimiento o a la desertización de la vida. Esta se empobrece cuando no somos capaces de representarnos nada más allá de lo que creemos que es posible traducir a una realidad vivida. Y la vida se desertiza cuando queremos vivir algo a cualquier precio, incluso al precio de la destrucción y de la propia destrucción, simplemente por el hecho de habérnosla representado. En un caso la vida se empobrece porque se renuncia a lo representable en aras de la amada paz; y en otro caso se rompe bajo la violencia con que se quiere realizar lo representable sin ningún tipo de reducción. En ninguno de los dos casos somos capaces de soportar la contradicción entre lo que se puede representar y lo que se puede vivir, y, por tanto, en ambos casos se aspira a una vida de una sola pieza. Pero una vida así es solamente un sueño romántico.
Aunque lo romántico forma parte de una cultura viva, una política romántica es peligrosa. Para el Romanticismo, que es una continuidad de la religión con medios estéticos, rige lo mismo que para la religión: ha de resistir la tentación de recurrir al poder político. “La imaginación al poder” no era precisamente una buen idea.
Por otra parte, no podemos perder el Romanticismo, pues la razón política y el sentido de la realidad no son suficientes para vivir. El Romanticismo es la plusvalía, el excedente de hermosa extrañeza frente al mundo, el excedente de significación. El Romanticismo despierta nuestra curiosidad para lo completamente diferente. Su imaginación desencadenada nos otorga los espacios de juego que necesitamos, siempre y cuando compartamos la observación de Rilke:
no estamos muy seguros, no nos sentimos en casa
en el mundo interpretado.
no me sirve
ResponderEliminarNo me sirve ¿qué?
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