Observa el juego de las pasiones en silencio. Observa el cielo y el infierno en abierta pugna. Siente la pura negatividad de esa pasión destructiva, de esa emoción amarga. Siente también esa otra benévola energía que viene a tu auxilio y disipa, logra disipar, la perversa malignidad que procede quizás del mismo infierno.
La resurrección ese instante de placer estético cuando la vida aparece imbuida de sacramentalidad.
¿Quién dijo que los mitos cristianos están ya agotados?
Procede tú ahora con la encarnación y la transubstantación.
Sin olvidarte nunca del Diablo.
Vivimos entre el cielo y el infierno.
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