—Si es verdad que el mercado actúa como una ley objetiva de tipo newtoniano, entonces las consecuencias que se derivan son importantes. Si las leyes de intercambio de la oferta y la demanda condicionan la riqueza o la miseria de las naciones, entonces muchos son los castillos de aire que tienen que caer o disolverse en el terreno de la política. La política o se convierte en un terreno de especialistas, capaces de aproximarse a la perfección del mercado en función de las riquezas y complejidades culturales de cada nación. Gente que sabe calcular, que sabe optimizar las posibilidades reales de un país. Los políticos habrían de ser tecnócratas al margen de milongas ideológicas o lealtades de partidos.
—¿Quiere decir, amigo Rtsbhuop, que esos tecnócratas nos tendrían que dictar lo que tenemos que comprar o cómo invertir o cómo vivir? Entonces no estamos hablando de liberalismo clásico donde la suma de los egoísmos individuales y sus elecciones hacen posible el estímulo económico, sin necesidad de nadie que administre la vida social o civil, ya que el mecanismo regulador es el mismo mercado que actúa como una ley objetiva tendente al auto equilibrio. Usted parece que niega esa posibilidad de libertad del liberalismo clásico.
—No, el mercado en relación con la sociedad civil sería tal como usted dice, amigo Njkvsch; pero el mercado no dicta lo que está bien o lo que está mal en los comportamientos humanos. El mercado fija los precios de intercambio, los beneficios y ganancias o las pérdidas a que conlleva el fracaso. Las ideas acertadas que venden obtienen así su éxito, las ideas o hábitos que no responden a las necesidades de las personas, o resultan más costosas con igual servicio o disponibilidad, fracasan. Nadie debe de interferirse en este libre juego de intercambio. Pero en otra conversación en el Café Pobhstyv, hablábamos de la dimensión mítico-imaginativa y la necesidad de encontrar leyes objetivas que regulen y discriminen lo que es maligno de todo aquello que significa libertad de creación. No precisamente de lo Bueno y lo Malo como entidades metafísicas absolutas, sino delimitar lo maligno, lo destructivo, de forma objetiva y tan demostrable como X+Y= Z y luego todo lo demás, todo el campo infinito de posibilidades creativas dejarlo abierto.
—Sí, es cierto que hablabas de eso en la anterior conversación, y, de hecho yo me quedé un tanto pensativo al no ver la forma en que esas dos dimensiones se pudieran conjugar. Veo que tu ya has pensado en ello.
—Sí. No se puede vivir en un mundo donde todo es relativo y lo mismo da uno que otro pues todo depende de puntos de vista y de lo que nos pida el cuerpo. No. Eso es la perdición de cualquier sociedad; es la fase previa de su disolución y su futura barbarie. Es el campo abonado de fascismos y de totalitarismos criminales. Hay leyes objetivas que regulan los aspectos fundamentales de nuestra vida, tiene que haberlas amigo Njkvsch. Este universo es profundamente racional en su estructura. Ha de serlo y nosotros hemos de tener la estructura cerebral o mental para comprender a ciertos niveles esa estructura racional. No es mala la idea del Antiguo Testamento o Tanak de proveer al pueblo de Israel y por extensión a la humanidad un código moral y social como referente. Si sabe que ese código objetivo es fiable y es absoluto, la vida encuentra razón para actuar, para vivir, para fijar modos correctos de conducta. Los profetas tenían razón cuando se desgañitaban y desesperaban con el pueblo de Israel que no era capaz de seguir la Torá. Y la Ley sigue siendo el tema del Nuevo Testamento, pero no quiero entrar ahí ahora.
—Sí, porque si entramos ahí tenemos materia de discusión para rato. Dejémoslo para otro momento lo de Pablo y la Ley. Sigue, me parece interesante lo que dices aunque improbable que llegues a demostrar objetivamente: tanto racionalmente como empíricamente, la posibilidad de tal referente. La filosofía parece haber dicho todo sobre el asunto y todo sigue entre Heráclito y Parménides. ¡Manda narices! Tienes ahí a Kant en el medio, pero Kant es inevitablemente agnóstico. Mala suerte.
—Cierto y quizás me esté guiando por una intuición, una fuerte intuición de que este universo posee una estructura profunda racional. De no ser así nada se sustentaría de la forma que lo hace. Nada daría lugar a pensar en una realidad que nos sustenta y en la cual podemos actuar. La idea de Dios es muy necesaria. Dios como ese espacio de Inteligencia, ese centro de Justicia y Transparencia. Otros podrían hablar de Razón en sí. Quizás otros de entes inteligentes que no somos capaces ni tan siquiera de concebir desde nuestra perspectiva mental humana, pero yo me inclino por la idea de Dios. Y Dios no puede dejar a su universo a la deriva. Ha de haber leyes objetivas en las dimensiones en que nos movemos: leyes físicas, leyes económicas, leyes morales, éticas y estéticas. Y eso no significa opresión como creían los románticos como William Blake y su dios Urizen: frío y calculador. No. Eso sería la condición de nuestra libertad, de unas reglas de juego claras, pero que al mismo tiempo permitirían el máximo de creatividad. Tan solo la delimitación de lo maligno, del mal. No destruirle, cosa imposible, sino delimitarle.
—Nos olvidamos de los tecnócratas del principio.
—Sí, ahora está algo más claro. Estos políticos, necesariamente tecnócratas, se encargarían de la investigación, aplicación y garantía de esas leyes objetivas en todos esos campos de los que hablamos: el mercado, las leyes físicas newtonianas (hasta el momento necesarias), las leyes morales y estéticas. Toda jurisprudencia ha de emanar de un referente objetivo y trascendente. Toda conducta ha de tener ese referente por derecho. Son derechos para ser libres. Derechos y obligaciones son las dos caras de la misma moneda. He ahí la libertad. He ahí la posibilidad de mentes con las ideas claras.
Los tecnócratas nos marcarían las pautas, como los científicos nos abren los caminos a un mayor conocimiento del universo físico. Luego cada cual sería libre de obedecer o rebelarse, pero sabiendo lo que implica tanto la obediencia irracional como la rebelión sin sentido. Y por ahora lo dejo ahí.
—Bueno. No está mal. No está mal. Si te parece podemos seguir hablando el próximo jueves. ¿Quedamos en el Café Pobhstyv? Hay muchos cabos que atar, muchos flecos por recortar.
—Sí. Vale. Joder, vaya rollo que he soltado. He ahí la calle que ahora hay que caminar. He ahí la confusión moral de la calle. He ahí la confusión económica y política, pero mi paseo será tranquilo.
14 mayo, 2010
9 comentarios:
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REFLEXIONES EN TORNO A LA EXPERIENCIA DE FE PROTESTANTE
U na experiencia subjetiva es algo inacesible a otras mentes. Lo que ocurre en el alma de las personas es un mundo en sí mismo refractario...
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LA VERDAD.- La verdad es que si te has acogido a un trabajo de 8 a 5 de la tarde esa es la verdad de tu vida en cuanto a tiempo de trabajo y...
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A veces uno lee cartas al Director como estas. En España recurrimos más al pretexto moral-piadoso que al riesgo. El riesgo nos da pavor. ...
Las leyes son imprescindibles para la libertad del individuo, y su principal función ha de ser precisamente garantizar el disfrute de esa libertad individual. Su carácter restrictivo ha de limitarse a ser coto a los actos de los individuos que pretendan coartar la libertad de otros individuos.
ResponderEliminarNaturalmente, es necesario determinar previamente que cosas son las que no se pueden y cuales si se pueden hacer, pero únicamente en función de que las prohibidas, de no estarlo, constituirían una merma de las libertades.
Otra cosa serían los reglamentos, que no son leyes, necesarios para ordenar la convivencia diaria. Su base jurídica sería la misma que las de las leyes, pero bajando a lo cotidiano. Un ejemplo: “el individuo debe tener la libertad de caminar libremente por la calle”, éste derecho lo ha de proteger una ley; “está prohibido tirar excrementos por la ventana a la vía pública”, esta prohibición la ha de regular un reglamento. En el fondo lo que hace el reglamento es permitir que se ejerza el derecho a transitar en libertad por la calle, no coartar la libertad de arrojar el orinal por la ventana.
Espero haberme explicado.
AZOR
Sí, pero ¿cómo se legitiman esas leyes al margen del consenso social o de de su promulgación en los parlamentos? ¿Cómo sé yo que esa ley obedece a criterios objetivos al margen de cualquier ideología política, religiosa, o circunstancia histórica? En otras palabras: ¿Cómo puedo obedecer una ley en sí misma, porque la comprendo y la asimilo como valor universal que me permite vivir en libertad? A eso voy yo con mi reflexión: Yo quiero encontrar una razón objetiva, metafísica, que de validez absoluta y entonces la ley se convierte en valor necesario, apreciado, espiritual, diría yo.
ResponderEliminarA veces hablábamos de la Ley Natural. Yo pienso que esa Ley Natural obedece a razones de estructura profunda del universo, de Dios, si lo quieres poner así, pero no necesariamente. Puede haber otras razones que se nos escapan, pero estoy convencido que esas estructuras profundas de racionalidad están ahí y se pueden comprender como razón en sí, al margen de las contingencias políticas o históricas.
Empiezo a creer (otros ya lo han dicho, pero yo lo descubro por mí mismo) que también el mercado, la identidad del mercado, es algo universalmente válido, objetivo; y condicionante por necesidad de nuestra economía.
El mal de nuestra época es que negamos esa objetividad, esa razón en sí misma de los valores universales que están ahí en la estructura profunda de la realidad.
Un saludo,
El tema es demasiado largo para poder redactarlo en dos renglones, pero comparto contigo que El Mercado y sus leyes son universalmente válidas. Siempre ha sido así, y siempre lo será. De hecho lo que ha ocurrido desdel comienzo de los tiempos es que distintos sectores sociales crearon leyes para apropiarse de bienes al margen de esas leyes de mercado. Por el robo directo o por los impuestos, que para el caso es lo mismo, apropiación de la productividad de otros vía fuerza.
ResponderEliminarAquí entraríamos es analizar si existen impuestos justos, y claro hay que llegar a la conclusión que si existen, pero únicamente aquellos que recaudan lo imprescindible para pagar un servicio que revierte a la sociedad de forma directa y proporcional, nunca los que sirven para que una clase concreta de individuos vivan de ellos. Resumiendo, solamente serían justas las tasas y nunca los impuestos, pero eso, a su vez, implicaría una falta de progresividad (las tasas son iguales para todos), y los impuestos corrigen ese defecto al hacer que lo que más ganan paguen más, ya que sin duda alguna usan más de los servicios sociales como consecuencia de su mayor actividad económica. Luego, hay que reconocer que algún tipo de impuesto también puede ser justo.
¿Quién decide qué es justo y qué no lo es?, ¿quién está legitimado para positivar esas conclusiones en leyes?, ¿quién está legitimado para hacerlas cumplir de forma coercitiva?, ¿quién marca la raya entre acto de libertad y acto de invasión de la libertad del otro?.
La Humanidad lleva miles de años intentando buscar una solución a este problema, y que yo sepa no la ha encontrado aún. Es más, jamás la encontrará, y no porque sea imposible encontrarla a nivel racional, sino porque siempre vence el egoísmo consustancial a la naturaleza humana a la razón. El individuo que opina que su proyección vital acaba en esta vida (la razón es su guía), no podrá sustraerse al egoísmo de apropiarse de la mayor cantidad de bienes en ésta, su única vida. Es lo más razonable sin duda alguna. Por eso el fracaso está garantizado de antemano. Nunca encontraremos una forma de gobierno justa mientas el gobierno sea dirigido por hombres racionales, y por tanto egoístas.
AZOR
Plantea Ud., me parece, el tema de la posible autonomía o heteronomía de la moral. Y parece que cree Ud. que la ley moral, para tener alguna explicación racional, debe sustentarse en la voluntad de un Legislador Universal, o en algo precido.
ResponderEliminarMe permitiría recordarle, ya que cita a Kant, que este autor ya planteó claramente el tema de la autonomía de la moral: para que un acto deba considerarse como moral, debe obedecer a imperativos puramente morales, y no a otros intereses o beneficios. Por ejemplo, si efectuo un acto con la finalidad secreta o manifiesta de agradar a otras personas, o de obtener un beneficio determinado, o de agradar y mostrar sumisión a un Dios a quien le gusta la sumisión, tal acto no podria calificarse de moral. Obedece a intereses egoistas. Para que sea moral su interés y objetivo debe ser exclusivamente moral. La moral es autónoma respecto de otros intereses.
En este orden de ideas, me tomo la libertad de recomendarle el siguiente artículo de Ernst Tugendhat, que considero muy iluminador: http://www.scielo.org.co/scielo.php?pid=S0121-36282006000200015&script=sci_arttext
"Para que sea moral su interés y objetivo debe ser exclusivamente moral. La moral es autónoma respecto de otros intereses".
ResponderEliminarNo entiendo lo que esto quiere decir. Sí, he leído los ejemplos que pone, pero no acabo de entender la idea.
¿Podría explicarse mejor? ¿Se refiere al imperativo categórico?
Perdone mi ignorancia.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarMoral, moral... Cuando de pequeño oí por primera vez esta palabra, mi imaginación se desplazaba rápida hacia las moras, las moras de zarza, se entiende. Y como en aquellos tiempos andábamos un poco flojetes de alimentación, la evocación de ese fruto tan gustoso (sobre todo cuando está en plena sazón) me hacía la boca agua, y pensaba que eso de la moral debía ser una cosa muy rica. La moral... hmmm! Curioso esto de cuando oimos una palabra por primera vez en la infancia. Yo, sin ir más lejos, me acuerdo de cuando la maestra de párvulos nos contaba el cuento de ls tres cerditos, cuando decía que el lobo se dió "un banquete". El banquete, para mí, evocaba indefectiblemente el banquito que teníamos en la cocina de casa, y me costó aceptar que el banquete era una comilona. Lo mismo que "por la señal de la santa cruz, etc.", que recitábamos como loritos al persignarnos (curiosa, esta práctica, ¿todavía se usa?); yo entendía "porla, señal, de la santa cruz", y me preguntaba qué sería "porla" ("señal" me figuro que ya sabía lo que era, porque no recuerdo que me planteara problema). Porla, porla... lo más parecido eran las borlas de las zapatillas, unas borlas o pompones que mi madre cortaba recién compradas. Y este defecto de comprensión me dura hasta la edad adulta. Por ejemplo, siempre pensé que la canción "Popotitos" decía: "ella es tan delgada que me hace pensar / que a mí su universo nunca va a llegar". Tuve que llegar a una edad más que madura para enterarme, un buen día, que lo que realmente decía era "que a MISS UNIVERSO nunca va a llegar".
ResponderEliminarPor eso me pasa que, pese a haber leído el artículo de Ernst Tugendhat que alguen recomienda por ahí arriba, no estoy seguro de haberlo entendido correctamente. Son temas muy difíciles. Muy difíciles. Y mucha gente tenemos múltiples ocupaciones y preocupaciones que nos impiden centrar la atención tanto como estas cosas se merecen. Una pena.
Sr.Anónimo de las moras:
ResponderEliminarCuriosamente esas impresiones coinciden con las mías. El disfrute del lenguaje a ese nivel de primeras impresiones puede llevar a otras más curiosas todavía.
Sí, el tema este de la moral es difícil. Yo he imprimido el artículo para leer ahora en la cama con placer indagador.
Un saludo,
Nesalem
Estuve leyendo el ensayo de Ernst Tugendhat y su concepto de moral autónoma me parece otro ejercicio más de retórica intelectual que la realidad se encarga de demoler en todo instante. La realidad es siempre otra y confiar en " que todos se sometan a un conjunto de reglas en que la autonomía de cada uno queda limitada, pero solamente por la autonomía igual de todos los demás", no deja de ser otro bonito constructo que la insidiosa naturaleza humana se encargará de triturar a placer en el momento preciso.
ResponderEliminarYo sigo optando por una moral objetiva basada en una razón profunda que hay que aceptar con gusto mental y espiritual a ser posible. No robar, no engañar al prójimo, no asesinar, respetar a los padres y ancianos y niños, etc.. Esto es universal.
Por otra parte si quiero indagar en los dilemas morales para ello acudiré a la buena literatura. Suele ser más acertada con la vida real y concreta del ser humano.
Un saludo,
Neslem