28 septiembre, 2010

VOLUNTAD, ELECCIÓN Y CARÁCTER

¿Por qué escogemos eso y no lo otro? ¿Por qué escogemos aquello y no esto? ¿Por qué hemos escogido lo equivocado y no lo correcto? ¿Por qué hemos escogido con precipitación y no con calma? ¿Por qué escogemos con criterios morales o principios de conciencia y no con criterios de oportunismo o de ventaja? ¿Por qué tenemos este amigo y no ese otro? ¿Por qué nos hemos casado con esta persona y no con aquella otra? ¿Por qué escojo aquello que no supone esfuerzo alguno en lugar de lo contrario? ¿Por qué escojo ser liberal en lugar de comunista? ¿Por qué católico en lugar de protestante o ateo? Etcétera, etcétera. ¿Qué es la voluntad? ¿Qué es responsabilidad?

Si escojo algo es porque ese algo responde a una necesidad mía. Si escojo eso otro es porque ese otro me resulta más placentero, o refuerza mi orgullo, o satisface una necesidad creativa. Las elecciones van en función de nuestras necesidades, de nuestros caprichos, de nuestros placeres inmediatos, de nuestros humores, de nuestros planes reflexionados; de nuestra mala leche, odios o amores; de proyectos con objetivos claros o por lo contrario fruto de ilusiones, de desequilibrios o delirios. También de inevitables presiones, de amenazas, de encerronas; de vida o muerte. En resumen y sea por lo que sea, elijo siempre aquello que creo va resultar más ventajoso o necesario para mí, aunque luego no sea así el resultado de mi elección. Y el agente de mi elección es la voluntad.

Mis elecciones siempre tienen como referente mi personalidad, mi ser, mi conciencia, mi mente. Mi voluntad responde o se sitúa en ese punto de mayor conformidad conmigo mismo, de mínimo sufrimiento, de máximo reconocimiento favorable, de tranquilidad mental, de equilibrio. Otra cosa es que se consiga a través de la elección x o y. Pero la voluntad busca siempre el máximo equilibrio del yo, la máxima estabilidad posible ante las fuerzas externas de dentro y de fuera que nos perturban y tambalean. Eso es la voluntad: ese punto entre la seguridad o aparente seguridad del yo y las fuerzas o energías externas que lo desestabilizan o descompensan. Cuando esas fuerzas externas nos desestabilizan de forma seria sobrevienen los miedos, los temores, el repliegue, la agresividad, la conducta irracional. Pero todos sabemos que el carácter varía de una persona a otra. Hay personas que afrontan ciertas dificultades con más firmeza que otras. Hay personas que no son capaces de afrontar dificultades concretas y se desmoronan o pierden la seguridad en sí mismos con facilidad. Es lo que llamamos el punto débil de alguien. Es donde la persona pasa a ser vulnerable y objeto de burlas o ataques que lo pueden destruir. Pero esa fortaleza de carácter puede variar en la misma persona donde podría ser más fuerte en ciertos aspectos que en otros que sus rivales o personas con las que trata. Todo depende del contexto.

Lo que nos interesa ahora es la fuerza de carácter para la mayoría de las situaciones y con diferentes tipos de personas. Una persona puede adquirir un equilibrio sólido, una fuerza de voluntad o integridad que lo haga sentirse seguro de sí mismo en las mayores circunstancias de su vida. Habríamos de ver entonces cómo se conjuga la facultad de la razón y la imaginación en esa persona. De dónde mana la energía que le permite sostener una lógica de dominio de sí mismo bien sea para mal o para bien, para destrucción o para creación; para adquirir mayor dominio sobre los demás o para trabajar por una mayor libertad común. La fuente imaginativa de un nazi mana del arquetipo racial ario, de la sangre, de la raza. El manantial imaginativo de un cuáquero; surgen de la luz divina que se refleja en el interior de cada persona. La energía imaginativa puede surgir de fuentes, de arquetipos, de mitos, de figuras positivas inclinadas al amor al prójimo, al respeto de la dignidad de las personas. Pero puede también surgir de mitos destructivos, de arquetipos malignos que prometen resarcirse de las amarguras, resentimientos y odios que atormentan a una persona o colectividad. En este caso la imaginación y la razón estarán conjugadas hacia una causa maligna, destructiva, de dominio y explotación. Pero en otros la imaginación y la razón se conjugan hacia objetivos creativos, productivos, liberadores. Existe la voluntad en función del bien y la voluntad en función del mal. La mayoría de las veces la misma voluntad fluctúa entre los polos de un espectro dependiendo de las circunstancias y de las fluctuaciones del equilibrio del yo. Pero hay personas que logran forjar un carácter marcadamente a uno u otro lado del espectro. Unos trabajan para el odio y otros para el amor. No importa dónde estén, donde trabajan o en qué causa militen. Un hombre de iglesia puede ser perfectamente maligno en nombre de Cristo. Una mujer atea puede obrar con una voluntad de amor al prójimo y beber de fuentes imaginativas creativas. Razón e imaginación están sincronizadas en función del bien, de principios universales coherentes en función de la libertad. Las multiples elecciones de una persona en la vida se inclinan en muchos sentidos depensiendo de las circunstancias, pero en toda elección hay un factor dominante que nos impulsa a ser lo que somos y nuestras elecciones nos delatan.

1 comentario:

  1. Buen artículo y muy de acuerdo en líneas generales, pero también debo decirle, Sr. Nesalem, que siempre me queda la sensación de que intentar capturar el alma humana es como querer coger agua en una cesta. De momento parece que está llena de agua, pero a fin de cuentas todos sabemos cómo está.

    Por mi parte, me gustaría decir que la vida, en todo momento, se nos aparece como una ramificacíón de caminos posibles que podríamos seguir. Todos son malos, y muchos conducen directamente al desastre y a la muerte. La habilidad del saber vivir creo que consiste en saber escoger el camino menos malo en cada ocasión. Simplemente eso, el menos malo, que, naturalmente, siempre será irremisiblemente malo. Y así es como veo yo la vida, y cada uno ve la vida como la ve.

    Me gusta leer sus artículos, porque tocan temas muy esenciales del hombre, lejos de la literatura al uso de los libros de autoayuda.

    Rubèn D. Andrés

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