No iría a la huelga aunque me golpearan como casi hizo un piquete de corte lúmpen conmigo en la última huelga de funcionarios. Yo creo en una economía de mercado siempre y cuando haya leyes que regulen los derechos fundamentales en cuanto a número de horas de trabajo diario, cobertura sanitaria razonable, jubilaciones dignas, vacaciones, seguridad, leyes contra la discriminación, libertad sindical, etc. En cuanto a algunas coberturas también estoy de acuerdo en que no todo ha de ser gestionado por el Estado y que puede haber fórmulas razonables de planes de jubilación, sanidad con copago, enseñanza menos monopolizada por el Estado: permitir otras iniciativas pedagógicas privadas sin tener que pagar dos veces por la educación de los hijos. En lugar de construir viviendas sociales a mamplén, pues subvencionar los salarios bajos para que puedan vivir en una vivienda normal sin ser un gueto; parados que a cambio de cobrar paro puedan hacer trabajos de servicio público. Lo que se trata es de dejar que el mercado se mueva de forma eficaz y competitiva sin atropellar derechos básicos; es decir: evitar que las interferencias y regulaciones de mercado lleguen a ser un lastre o el agua que se quita al río para hacer funcionar mi molino propio sin esfuerzo. Y aquí entra también ese empresario o banquero que medra por subvenciones y mercados blindados basados en la corruptela y en el chantaje..
En este esquema liberal de mercado los sindicatos habrían de ser sindicatos libres de verdad; es decir, financiados por las cotizaciones de sus afiliados o asociados. Serían sindicatos de todo color o sin color: meras asociaciones con fines de defensa profesional cuando la ley ha sido transgredida. No tendrían sentido las grandessindicales que hemos heredado del pasado con todos sus privilegios, apoyo del Estado, ideologías políticas tendenciosas, burocracia exagerada, control y poder de gestión de dinero público para favorecer políticas concretas a favor de sus afiliados, liberados cobrando el sueldo íntegro a cambio de lealtad y obediencia, etc. Todo esto lastra nuestra economía de una forma parasitaria; es como la sanguijuela o el chupasangres, instalado cómodamente sobre los lomos del Estado.
Yo no puedo estar a favor de estas grandes mafias. No puedo seguir el juego a esta gente siguiéndoles las huelgas que a ellos les interesa para mantener su estatus. Que vayan a la mierda con sus demagogias de pobres y ricos y de defensores de los desfavorecidos por todos los rincones. Su discurso político hace mucho tiempo que ha dejado de ser creíble para mí y para muchos. No a la huelga y sí a unos sindicatos libres de verdad.
25 septiembre, 2010
3 comentarios:
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Bueno, ejem, yo creo que, tal como afirmaba Derrida, conviene deconstruir ciertos discursos meta-antisindicalistas, en aras de una hermenéutica que incida en lo intra-histórico. La cuestión es: ¿puede la periferia del relato historicista socavar la objetivación del mensaje subconsciente implícito en lo que Lacan denomina, no sin ironía, "el suceso-que-no-sucede-sin-el-ego"?
ResponderEliminarMe cagón mi mantu, ¿Vas a la gúelga o nun vas? Déxate de mariconaes de los franchutes que son toos unos pervertíos.
ResponderEliminarEstas huelgas y sindicatos nos hacen ver que en España hay sectores poderosos que prefieren la picaresca, el bloqueo económico y seguir viviendo del cuento creyendo en los Reyes Magos. Hablabáis de condicionamientos culturales por ahí. Pues bien España tiene un lastre cultural de picaresca y una vocación quijotesca en política y economía.
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