La economía española corre peligro de estancarse de forma crónica, e incluso de retroceder a puestos de subdesarrollo. Mucho español no quiere entender la realidad en que vive: cree que se puede vivir en la eterna abundancia y cuidado maternal del Estado para siempre sin tener que sufrir los sacrificios o responsabilidades individuales de otros países avanzados. Queremos los beneficios del capitalismo, pero sin pagar los costes de tales beneficios. Pensamos que la Iglesia, perdón, el Estado, tiene la obligación de cuidar de nosotros hagamos lo que hagamos y siendo lo que somos. Esta mentalidad es extensible a muchos empresarios que no dejan de medrar subvenciones, concesiones, privilegios y prebendas por parte de los políticos del gobierno de turno. El que sea tonto que arree, parecer ser la mentalidad de muchos. Y en la presente crisis y coyuntura económica estas maternales como picarescas consideraciones, pueden llevarnos a una merma competitiva tan desfavorable que nos ponga la cola de Europa per secula seculorum. El mercado laboral español es demasiado rígido y esa rigidez nos impide esa movilidad y potencial que ahora mismo necesita nuestro país. La fuerte presión fiscal que genera un gasto público demagógico con nuestra idea de estado de bienestar, cuyas bases en España fueron la autarquía franquista, desmotiva a muchos empresarios y en general a la gente ambiciosa que tiene mucho que aportar y con ganas de arriesgar y competir.
Ante una crisis financiera como la actual la solución no es replegarse a los esquemas de siempre, eso va a resultar nefasto. Son muchos los interesados en seguir igual que siempre entre ellos los sindicalistas de las grandes centrales dependientes del Estado y todo su clientelismo basado en cantidad de chiringuitos que se han ido creando en torno a estas mafias. Sí, también los grandes bancos y consorcios y la mucha innecesaria burocracia que se ha ido formando a recaudo de partidos políticos. Hay, por otra parte un sector muy importante de la población, que se considera defraudado y por tanto muy resentido, y estos son los jóvenes que han cursado estudios universitarios; que se creen con el derecho de estar ya ocupando los trabajos para los que se han preparado; y, ven que pasan a ser el nuevo ejército de desempleados o mileuristas haciendo lo que cuadre con algo de suerte. Este sector de la población tiende por desgracia a enfocar su malestar contra el cruel capitalismo que los deshecha, contra el sistema en abstracto, contra los poderes del mundo que les discriminan. Muchos de ellos, sus aspiraciones eran precisamente formar parte de ese funcionariado que ahora se ve en peligro de ser disminuido.
En el contexto mundial de mercados competitivos estas consideraciones van actuar más de lastre que de vela de viento a la hora de avanzar y mejorar la situación. Ante una cruda realidad que es así queramos o no queramos y, yo soy el primero en juzgarla como cruel, pensar que las cosas podrían caer en políticos de izquierdas buenos o bonachones que nos habrán de dar lo que queremos repartiendo como buenos humanos, es una de una ingenuidad increíble. Una opción de tipo comunista ya sabemos a qué conduce. En España la cultura capitalista siempre se vio con recelo, con ojos de humanismo católico antiliberal que luego evolucionó y nutrió no solo a los movimientos fascistas, sino también a la izquierda histórica. Este recelo de nada nos va a servir ante un mundo que ya se mueve en otras coordenadas y nosotros aspiramos con huelgas generales y sus piquetes fascistas ha seguir como siempre: en el limbo de la historia.
29 septiembre, 2010
DESEQUILIBRIO DE LA VOLUNTAD Y EL JUEGO DE LOS ESPEJOS
Cuando la imaginación toma control de la persona sin los contrapesos de la razón, estamos ante un desequilibrio de la voluntad. Lo mismo cuando la razón toma control de la persona sin los contrapesos de la imaginación. En el primer caso la persona se deja llevar por las poderosas fuerzas de los arquetipos, de los mitos, de los delirios, de las abstracciones y la voluntad no es capaz de encontrar el punto de apoyo desde donde compensar las exigencias y presiones externas que sin defensa de la razón pueden abrumarle. La energía imaginativa sin control de la razón crea fantasías en lugar de conocimiento objetivo y puede descarriarse con facilidad. Surgen las contrariedades inesperadas que frustran sin compasión las esperanzas poco o nada fundadas. La realidad entonces comienza a teñirse de hostilidad y oscuridad al mismo tiempo que la mente se refugia más y más en sus propios paraísos; en sus propias utopías. Hay un repliegue hacia el mundo subjetivo y mayor necesidad de pasear solo y de recrear el mundo a nuestra imagen y semejanza. No quisiéramos enfrentarnos a esa realidad cotidiana de rutinas ásperas, inexorables y frías. Hay una peligrosa escisión o dicotomía entre la realidad y la imaginación particular. Las fricciones pueden ser terribles y han de generar un malestar existencial crónico.
Cuando la razón toma poder de la persona y desprecia la imaginación o la relega al desván del olvido, la razón entonces corre peligro de convertirse en una razón manipuladora o instrumental. Pero esa misma obsesión por ver las cosas desde el lado lógico y calculador es paradójicamente producto de una pasión irreconocible por disecar, por eliminar, por vaciar, por limitar o reducir la compleja realidad a algo manejable, manipulable, controlable; y en consecuencia poder excluir, poder ignorar, o incluso despreciar lo que no encaje en nuestros esquemas. La voluntad que se mueve en estos parámetros de unilateralidad lógica y racional es incapaz de detectar la irracional pasión que le mueve; y, es por ello, que ha de padecer de este desequilibrio de varias maneras. Su imaginación reprimida, desvalorizada o relegada al rincón de lo inservible, produce un empobrecimiento de la vida, negándonos la posibilidad del libre juego de las afectividades, de cierta liberalidad con las emociones; incluso se nos puede negar el disfrute o el libre juego del arte y los diferentes modos o aspectos en que se puede interpretar esa realidad reducida ahora a un neutro discurso racional. Las personas que compulsivamente se rigen por la razón en detrimento de la imaginación pueden ser muy vulnerables a cualquier desbordamiento emocional o afectivo que no saben encajar o encauzar ya que la función imaginativa ha quedado descuidada, abandonada, inmadura. Simplemente no saben cómo enfrentarse a sus propias emociones, afectividades, fobias, y miedos y eso les puede producir serios desajustes y desequilibrios de la voluntad.
Normalmente las personas navegamos entre diversos puntos del espectro entre razón e imaginación. Todo depende de las circunstancias y factores de muchos tipos: genéticos, culturales, ambiente familiar, etc. Una voluntad que haya encontrado un justo punto de equilibrio es algo raro, aunque no imposible. Por lo general y en ocasiones, observamos en la gente que nos rodea y en nosotros mismos, si somos perspicaces, como algunas personas han desarrollado ciertas facultades mentales en detrimento de otras; o, como otros son refractarias a ciertos temas o sensibilidades que pueden ser el centro de interés propio de éste o aquel. Estos desajustes no tendrían importancia si no fuere por el efecto espejo que se produce en las conciencias al intercambiar intereses, enfoques o simplemente conversación, ya que si cada uno de nosotros somos un espejo para los demás el reflejo que podemos producir inconscientemente en el otro puede generar malestar, incomodidad e incluso resentimiento y odio. Así de delicada y cruelmente paradójica es nuestra existencia. Por suerte grandes amistades surgen cuando los reflejos abren campos de coincidencias y nexos comunes de valoración de la vida.
Cuando la razón toma poder de la persona y desprecia la imaginación o la relega al desván del olvido, la razón entonces corre peligro de convertirse en una razón manipuladora o instrumental. Pero esa misma obsesión por ver las cosas desde el lado lógico y calculador es paradójicamente producto de una pasión irreconocible por disecar, por eliminar, por vaciar, por limitar o reducir la compleja realidad a algo manejable, manipulable, controlable; y en consecuencia poder excluir, poder ignorar, o incluso despreciar lo que no encaje en nuestros esquemas. La voluntad que se mueve en estos parámetros de unilateralidad lógica y racional es incapaz de detectar la irracional pasión que le mueve; y, es por ello, que ha de padecer de este desequilibrio de varias maneras. Su imaginación reprimida, desvalorizada o relegada al rincón de lo inservible, produce un empobrecimiento de la vida, negándonos la posibilidad del libre juego de las afectividades, de cierta liberalidad con las emociones; incluso se nos puede negar el disfrute o el libre juego del arte y los diferentes modos o aspectos en que se puede interpretar esa realidad reducida ahora a un neutro discurso racional. Las personas que compulsivamente se rigen por la razón en detrimento de la imaginación pueden ser muy vulnerables a cualquier desbordamiento emocional o afectivo que no saben encajar o encauzar ya que la función imaginativa ha quedado descuidada, abandonada, inmadura. Simplemente no saben cómo enfrentarse a sus propias emociones, afectividades, fobias, y miedos y eso les puede producir serios desajustes y desequilibrios de la voluntad.
Normalmente las personas navegamos entre diversos puntos del espectro entre razón e imaginación. Todo depende de las circunstancias y factores de muchos tipos: genéticos, culturales, ambiente familiar, etc. Una voluntad que haya encontrado un justo punto de equilibrio es algo raro, aunque no imposible. Por lo general y en ocasiones, observamos en la gente que nos rodea y en nosotros mismos, si somos perspicaces, como algunas personas han desarrollado ciertas facultades mentales en detrimento de otras; o, como otros son refractarias a ciertos temas o sensibilidades que pueden ser el centro de interés propio de éste o aquel. Estos desajustes no tendrían importancia si no fuere por el efecto espejo que se produce en las conciencias al intercambiar intereses, enfoques o simplemente conversación, ya que si cada uno de nosotros somos un espejo para los demás el reflejo que podemos producir inconscientemente en el otro puede generar malestar, incomodidad e incluso resentimiento y odio. Así de delicada y cruelmente paradójica es nuestra existencia. Por suerte grandes amistades surgen cuando los reflejos abren campos de coincidencias y nexos comunes de valoración de la vida.
28 septiembre, 2010
VOLUNTAD, ELECCIÓN Y CARÁCTER
¿Por qué escogemos eso y no lo otro? ¿Por qué escogemos aquello y no esto? ¿Por qué hemos escogido lo equivocado y no lo correcto? ¿Por qué hemos escogido con precipitación y no con calma? ¿Por qué escogemos con criterios morales o principios de conciencia y no con criterios de oportunismo o de ventaja? ¿Por qué tenemos este amigo y no ese otro? ¿Por qué nos hemos casado con esta persona y no con aquella otra? ¿Por qué escojo aquello que no supone esfuerzo alguno en lugar de lo contrario? ¿Por qué escojo ser liberal en lugar de comunista? ¿Por qué católico en lugar de protestante o ateo? Etcétera, etcétera. ¿Qué es la voluntad? ¿Qué es responsabilidad?
Si escojo algo es porque ese algo responde a una necesidad mía. Si escojo eso otro es porque ese otro me resulta más placentero, o refuerza mi orgullo, o satisface una necesidad creativa. Las elecciones van en función de nuestras necesidades, de nuestros caprichos, de nuestros placeres inmediatos, de nuestros humores, de nuestros planes reflexionados; de nuestra mala leche, odios o amores; de proyectos con objetivos claros o por lo contrario fruto de ilusiones, de desequilibrios o delirios. También de inevitables presiones, de amenazas, de encerronas; de vida o muerte. En resumen y sea por lo que sea, elijo siempre aquello que creo va resultar más ventajoso o necesario para mí, aunque luego no sea así el resultado de mi elección. Y el agente de mi elección es la voluntad.
Mis elecciones siempre tienen como referente mi personalidad, mi ser, mi conciencia, mi mente. Mi voluntad responde o se sitúa en ese punto de mayor conformidad conmigo mismo, de mínimo sufrimiento, de máximo reconocimiento favorable, de tranquilidad mental, de equilibrio. Otra cosa es que se consiga a través de la elección x o y. Pero la voluntad busca siempre el máximo equilibrio del yo, la máxima estabilidad posible ante las fuerzas externas de dentro y de fuera que nos perturban y tambalean. Eso es la voluntad: ese punto entre la seguridad o aparente seguridad del yo y las fuerzas o energías externas que lo desestabilizan o descompensan. Cuando esas fuerzas externas nos desestabilizan de forma seria sobrevienen los miedos, los temores, el repliegue, la agresividad, la conducta irracional. Pero todos sabemos que el carácter varía de una persona a otra. Hay personas que afrontan ciertas dificultades con más firmeza que otras. Hay personas que no son capaces de afrontar dificultades concretas y se desmoronan o pierden la seguridad en sí mismos con facilidad. Es lo que llamamos el punto débil de alguien. Es donde la persona pasa a ser vulnerable y objeto de burlas o ataques que lo pueden destruir. Pero esa fortaleza de carácter puede variar en la misma persona donde podría ser más fuerte en ciertos aspectos que en otros que sus rivales o personas con las que trata. Todo depende del contexto.
Lo que nos interesa ahora es la fuerza de carácter para la mayoría de las situaciones y con diferentes tipos de personas. Una persona puede adquirir un equilibrio sólido, una fuerza de voluntad o integridad que lo haga sentirse seguro de sí mismo en las mayores circunstancias de su vida. Habríamos de ver entonces cómo se conjuga la facultad de la razón y la imaginación en esa persona. De dónde mana la energía que le permite sostener una lógica de dominio de sí mismo bien sea para mal o para bien, para destrucción o para creación; para adquirir mayor dominio sobre los demás o para trabajar por una mayor libertad común. La fuente imaginativa de un nazi mana del arquetipo racial ario, de la sangre, de la raza. El manantial imaginativo de un cuáquero; surgen de la luz divina que se refleja en el interior de cada persona. La energía imaginativa puede surgir de fuentes, de arquetipos, de mitos, de figuras positivas inclinadas al amor al prójimo, al respeto de la dignidad de las personas. Pero puede también surgir de mitos destructivos, de arquetipos malignos que prometen resarcirse de las amarguras, resentimientos y odios que atormentan a una persona o colectividad. En este caso la imaginación y la razón estarán conjugadas hacia una causa maligna, destructiva, de dominio y explotación. Pero en otros la imaginación y la razón se conjugan hacia objetivos creativos, productivos, liberadores. Existe la voluntad en función del bien y la voluntad en función del mal. La mayoría de las veces la misma voluntad fluctúa entre los polos de un espectro dependiendo de las circunstancias y de las fluctuaciones del equilibrio del yo. Pero hay personas que logran forjar un carácter marcadamente a uno u otro lado del espectro. Unos trabajan para el odio y otros para el amor. No importa dónde estén, donde trabajan o en qué causa militen. Un hombre de iglesia puede ser perfectamente maligno en nombre de Cristo. Una mujer atea puede obrar con una voluntad de amor al prójimo y beber de fuentes imaginativas creativas. Razón e imaginación están sincronizadas en función del bien, de principios universales coherentes en función de la libertad. Las multiples elecciones de una persona en la vida se inclinan en muchos sentidos depensiendo de las circunstancias, pero en toda elección hay un factor dominante que nos impulsa a ser lo que somos y nuestras elecciones nos delatan.
Si escojo algo es porque ese algo responde a una necesidad mía. Si escojo eso otro es porque ese otro me resulta más placentero, o refuerza mi orgullo, o satisface una necesidad creativa. Las elecciones van en función de nuestras necesidades, de nuestros caprichos, de nuestros placeres inmediatos, de nuestros humores, de nuestros planes reflexionados; de nuestra mala leche, odios o amores; de proyectos con objetivos claros o por lo contrario fruto de ilusiones, de desequilibrios o delirios. También de inevitables presiones, de amenazas, de encerronas; de vida o muerte. En resumen y sea por lo que sea, elijo siempre aquello que creo va resultar más ventajoso o necesario para mí, aunque luego no sea así el resultado de mi elección. Y el agente de mi elección es la voluntad.
Mis elecciones siempre tienen como referente mi personalidad, mi ser, mi conciencia, mi mente. Mi voluntad responde o se sitúa en ese punto de mayor conformidad conmigo mismo, de mínimo sufrimiento, de máximo reconocimiento favorable, de tranquilidad mental, de equilibrio. Otra cosa es que se consiga a través de la elección x o y. Pero la voluntad busca siempre el máximo equilibrio del yo, la máxima estabilidad posible ante las fuerzas externas de dentro y de fuera que nos perturban y tambalean. Eso es la voluntad: ese punto entre la seguridad o aparente seguridad del yo y las fuerzas o energías externas que lo desestabilizan o descompensan. Cuando esas fuerzas externas nos desestabilizan de forma seria sobrevienen los miedos, los temores, el repliegue, la agresividad, la conducta irracional. Pero todos sabemos que el carácter varía de una persona a otra. Hay personas que afrontan ciertas dificultades con más firmeza que otras. Hay personas que no son capaces de afrontar dificultades concretas y se desmoronan o pierden la seguridad en sí mismos con facilidad. Es lo que llamamos el punto débil de alguien. Es donde la persona pasa a ser vulnerable y objeto de burlas o ataques que lo pueden destruir. Pero esa fortaleza de carácter puede variar en la misma persona donde podría ser más fuerte en ciertos aspectos que en otros que sus rivales o personas con las que trata. Todo depende del contexto.
Lo que nos interesa ahora es la fuerza de carácter para la mayoría de las situaciones y con diferentes tipos de personas. Una persona puede adquirir un equilibrio sólido, una fuerza de voluntad o integridad que lo haga sentirse seguro de sí mismo en las mayores circunstancias de su vida. Habríamos de ver entonces cómo se conjuga la facultad de la razón y la imaginación en esa persona. De dónde mana la energía que le permite sostener una lógica de dominio de sí mismo bien sea para mal o para bien, para destrucción o para creación; para adquirir mayor dominio sobre los demás o para trabajar por una mayor libertad común. La fuente imaginativa de un nazi mana del arquetipo racial ario, de la sangre, de la raza. El manantial imaginativo de un cuáquero; surgen de la luz divina que se refleja en el interior de cada persona. La energía imaginativa puede surgir de fuentes, de arquetipos, de mitos, de figuras positivas inclinadas al amor al prójimo, al respeto de la dignidad de las personas. Pero puede también surgir de mitos destructivos, de arquetipos malignos que prometen resarcirse de las amarguras, resentimientos y odios que atormentan a una persona o colectividad. En este caso la imaginación y la razón estarán conjugadas hacia una causa maligna, destructiva, de dominio y explotación. Pero en otros la imaginación y la razón se conjugan hacia objetivos creativos, productivos, liberadores. Existe la voluntad en función del bien y la voluntad en función del mal. La mayoría de las veces la misma voluntad fluctúa entre los polos de un espectro dependiendo de las circunstancias y de las fluctuaciones del equilibrio del yo. Pero hay personas que logran forjar un carácter marcadamente a uno u otro lado del espectro. Unos trabajan para el odio y otros para el amor. No importa dónde estén, donde trabajan o en qué causa militen. Un hombre de iglesia puede ser perfectamente maligno en nombre de Cristo. Una mujer atea puede obrar con una voluntad de amor al prójimo y beber de fuentes imaginativas creativas. Razón e imaginación están sincronizadas en función del bien, de principios universales coherentes en función de la libertad. Las multiples elecciones de una persona en la vida se inclinan en muchos sentidos depensiendo de las circunstancias, pero en toda elección hay un factor dominante que nos impulsa a ser lo que somos y nuestras elecciones nos delatan.
OTRA VEZ CON LA RAZÓN E IMAGINACIÓN
A los humanos se nos ha dado el conocimiento que emana de los sentidos. Somos en primer lugar seres de carne y hueso, de materia. Confiamos en aquello que vemos, que palpamos, que se cumple de forma visible. Desconfiamos de todo aquello que no vemos, que no palpamos, que no cumple de forma visible. Sabemos que un león es un animal peligroso. Sabemos que una máquina tiene una lógica y una estructura que puede fallar o funcionar. Sabemos que una persona cumple porque es honesta y coherente en su conducta; y, sabemos que otra no lo es: es voluble, es informal, etc. Todo ello es comprobable. Es por ello que la gente medianamente inteligente (hay gente que no lo es o no lo somos), valora la razón como una herramienta del cerebro de valor incalculable. La razón nos ayuda a desvelar engaños, fraudes, mentiras. La razón busca la mayor transparencia, lo justo de las cosas y las personas, la objetividad posible.
La razón nos puede también ayudar con los miedos, aprensiones, inseguridades y desequilibrios afectivos producidos por los avatares de la vida y por la misma condición humana sometida a contingencias diversas. Si tengo una enfermedad es bueno saber que hay un remedio, que el médico comprende la enfermedad; que en definitiva la enfermedad se puede hacer objetiva, objeto visible para otros que la comprenden, controlan o son conscientes de la imposibilidad de curarla. Si un problema de relación de pareja llega a ser irresoluble por las incompatibilidades de las dos personas, la razón puede abrir vías de solución. Si nos abruma un problema de dificultad económica, desempleo, explotación por parte de una persona o empresa, o somos víctimas de mala fe y crueldad por parte de alguien, la razón puede ayudar hasta cierto punto. Más allá de ese punto hace falta valor, valentía, coraje.
Efectivamente, en todo esto de los miedos, inseguridades, etc. hay un límite en que la razón nos puede mostrar la solución, la puerta de salida; pero luego hay algo que nos falta: el valor. Los miedos profundos nos paralizan, nos hacen esclavos de situaciones humillantes u opresivas y muchos humanos prefieren mantener esa situación de esclavitud a tener que enfrentarse a situaciones nuevas que, piensan, les pueden llevar a la soledad absoluta, a la indigencia económica, a la locura y cosas por el estilo. Si el valor, la valentía, el coraje, es la solución a esos dilemas del miedo: ¿cómo se consigue el valor? ¿De dónde surge? ¿Por qué unas personas tienen más valor que otras y logran imponerse y salir de situaciones opresivas? Aquí la razón nos sirve de poco. Podemos razonar lo que queramos, pero en punto muerto. Entramos en el mundo de las emociones, de los afectos, de las energías o fuerzas irracionales que pueblan también la mente. Estas son fuerzas o energías impalpables, invisibles, irracionales, inmateriales, subjetivas, etc. Se comportan como fuerzas externas a nosotros que nos presionan, nos controlan, nos desplazan, nos desencajan, nos desequilibran; nos merman, nos restan confianza en nosotros mismos y nos hacen sufrir, vivir sin energía suficiente y por lo tanto la proclividad a las depresiones, a los bajones, a la pérdida de estima, etc.
Hemos hablado de razón, pero nos hemos olvidado de otra facultad del cerebro o mente: la imaginación. No hay que oponer imaginación y razón: son facultades complementarias que se conjugan y actúan como punto y contrapunto. La imaginación puede elevar las sensaciones, los recuerdos y el conocimiento a representaciones, vistas, horizontes, paisajes, cuadros o universos, donde la mente encuentra manantiales de energía, fuentes de significados profundos, arquetipos sólidos que actúan como refugios o referentes poderosos. La imaginación en consonancia, en reverberación, en conjunción con la razón es una fuente poderosa de valor, de coraje, de libertad. La imaginación sin esa consonancia, sin esa sintonía con la razón; deriva en neurosis, en delirios, locuras, violencia incontrolada, etc. Y viceversa, la razón sin la consonancia con la imaginación deriva en frialdad, en insensibilidad, en pobreza afectiva que puede derivar en desequilibrios psíquicos, ya que la imaginación por mucho que se quiera relegar al olvido no deja de reclamar reclama su parte en el funcionamiento de la mente.
La razón nos puede también ayudar con los miedos, aprensiones, inseguridades y desequilibrios afectivos producidos por los avatares de la vida y por la misma condición humana sometida a contingencias diversas. Si tengo una enfermedad es bueno saber que hay un remedio, que el médico comprende la enfermedad; que en definitiva la enfermedad se puede hacer objetiva, objeto visible para otros que la comprenden, controlan o son conscientes de la imposibilidad de curarla. Si un problema de relación de pareja llega a ser irresoluble por las incompatibilidades de las dos personas, la razón puede abrir vías de solución. Si nos abruma un problema de dificultad económica, desempleo, explotación por parte de una persona o empresa, o somos víctimas de mala fe y crueldad por parte de alguien, la razón puede ayudar hasta cierto punto. Más allá de ese punto hace falta valor, valentía, coraje.
Efectivamente, en todo esto de los miedos, inseguridades, etc. hay un límite en que la razón nos puede mostrar la solución, la puerta de salida; pero luego hay algo que nos falta: el valor. Los miedos profundos nos paralizan, nos hacen esclavos de situaciones humillantes u opresivas y muchos humanos prefieren mantener esa situación de esclavitud a tener que enfrentarse a situaciones nuevas que, piensan, les pueden llevar a la soledad absoluta, a la indigencia económica, a la locura y cosas por el estilo. Si el valor, la valentía, el coraje, es la solución a esos dilemas del miedo: ¿cómo se consigue el valor? ¿De dónde surge? ¿Por qué unas personas tienen más valor que otras y logran imponerse y salir de situaciones opresivas? Aquí la razón nos sirve de poco. Podemos razonar lo que queramos, pero en punto muerto. Entramos en el mundo de las emociones, de los afectos, de las energías o fuerzas irracionales que pueblan también la mente. Estas son fuerzas o energías impalpables, invisibles, irracionales, inmateriales, subjetivas, etc. Se comportan como fuerzas externas a nosotros que nos presionan, nos controlan, nos desplazan, nos desencajan, nos desequilibran; nos merman, nos restan confianza en nosotros mismos y nos hacen sufrir, vivir sin energía suficiente y por lo tanto la proclividad a las depresiones, a los bajones, a la pérdida de estima, etc.
Hemos hablado de razón, pero nos hemos olvidado de otra facultad del cerebro o mente: la imaginación. No hay que oponer imaginación y razón: son facultades complementarias que se conjugan y actúan como punto y contrapunto. La imaginación puede elevar las sensaciones, los recuerdos y el conocimiento a representaciones, vistas, horizontes, paisajes, cuadros o universos, donde la mente encuentra manantiales de energía, fuentes de significados profundos, arquetipos sólidos que actúan como refugios o referentes poderosos. La imaginación en consonancia, en reverberación, en conjunción con la razón es una fuente poderosa de valor, de coraje, de libertad. La imaginación sin esa consonancia, sin esa sintonía con la razón; deriva en neurosis, en delirios, locuras, violencia incontrolada, etc. Y viceversa, la razón sin la consonancia con la imaginación deriva en frialdad, en insensibilidad, en pobreza afectiva que puede derivar en desequilibrios psíquicos, ya que la imaginación por mucho que se quiera relegar al olvido no deja de reclamar reclama su parte en el funcionamiento de la mente.
25 septiembre, 2010
NO A LA HUELGA GENERAL DE LOS SINDICATOS REACCIONARIOS
No iría a la huelga aunque me golpearan como casi hizo un piquete de corte lúmpen conmigo en la última huelga de funcionarios. Yo creo en una economía de mercado siempre y cuando haya leyes que regulen los derechos fundamentales en cuanto a número de horas de trabajo diario, cobertura sanitaria razonable, jubilaciones dignas, vacaciones, seguridad, leyes contra la discriminación, libertad sindical, etc. En cuanto a algunas coberturas también estoy de acuerdo en que no todo ha de ser gestionado por el Estado y que puede haber fórmulas razonables de planes de jubilación, sanidad con copago, enseñanza menos monopolizada por el Estado: permitir otras iniciativas pedagógicas privadas sin tener que pagar dos veces por la educación de los hijos. En lugar de construir viviendas sociales a mamplén, pues subvencionar los salarios bajos para que puedan vivir en una vivienda normal sin ser un gueto; parados que a cambio de cobrar paro puedan hacer trabajos de servicio público. Lo que se trata es de dejar que el mercado se mueva de forma eficaz y competitiva sin atropellar derechos básicos; es decir: evitar que las interferencias y regulaciones de mercado lleguen a ser un lastre o el agua que se quita al río para hacer funcionar mi molino propio sin esfuerzo. Y aquí entra también ese empresario o banquero que medra por subvenciones y mercados blindados basados en la corruptela y en el chantaje..
En este esquema liberal de mercado los sindicatos habrían de ser sindicatos libres de verdad; es decir, financiados por las cotizaciones de sus afiliados o asociados. Serían sindicatos de todo color o sin color: meras asociaciones con fines de defensa profesional cuando la ley ha sido transgredida. No tendrían sentido las grandessindicales que hemos heredado del pasado con todos sus privilegios, apoyo del Estado, ideologías políticas tendenciosas, burocracia exagerada, control y poder de gestión de dinero público para favorecer políticas concretas a favor de sus afiliados, liberados cobrando el sueldo íntegro a cambio de lealtad y obediencia, etc. Todo esto lastra nuestra economía de una forma parasitaria; es como la sanguijuela o el chupasangres, instalado cómodamente sobre los lomos del Estado.
Yo no puedo estar a favor de estas grandes mafias. No puedo seguir el juego a esta gente siguiéndoles las huelgas que a ellos les interesa para mantener su estatus. Que vayan a la mierda con sus demagogias de pobres y ricos y de defensores de los desfavorecidos por todos los rincones. Su discurso político hace mucho tiempo que ha dejado de ser creíble para mí y para muchos. No a la huelga y sí a unos sindicatos libres de verdad.
En este esquema liberal de mercado los sindicatos habrían de ser sindicatos libres de verdad; es decir, financiados por las cotizaciones de sus afiliados o asociados. Serían sindicatos de todo color o sin color: meras asociaciones con fines de defensa profesional cuando la ley ha sido transgredida. No tendrían sentido las grandessindicales que hemos heredado del pasado con todos sus privilegios, apoyo del Estado, ideologías políticas tendenciosas, burocracia exagerada, control y poder de gestión de dinero público para favorecer políticas concretas a favor de sus afiliados, liberados cobrando el sueldo íntegro a cambio de lealtad y obediencia, etc. Todo esto lastra nuestra economía de una forma parasitaria; es como la sanguijuela o el chupasangres, instalado cómodamente sobre los lomos del Estado.
Yo no puedo estar a favor de estas grandes mafias. No puedo seguir el juego a esta gente siguiéndoles las huelgas que a ellos les interesa para mantener su estatus. Que vayan a la mierda con sus demagogias de pobres y ricos y de defensores de los desfavorecidos por todos los rincones. Su discurso político hace mucho tiempo que ha dejado de ser creíble para mí y para muchos. No a la huelga y sí a unos sindicatos libres de verdad.
23 septiembre, 2010
LA INDEMOSTRABLE FE DE LOS CREYENTES
La confianza da pie a la fe. Yo tengo fe en alguien cuando esa persona cumple, y sé que cumple, por sus actuaciones. Son las actuaciones las que nos hacen ver de modo material, palpable y objetivo que podemos depositar confianza en alguien. Por eso hay que desconfiar de las palabras o de los sentimientos de una persona. Hasta que esa persona no demuestre con sus hechos y actuaciones que es depositaria de confianza, no se puede creer en las intenciones, en las palabras hermosas, en las teorías, en los bellos sentimientos.
Esto viene a cuento con el asunto de la fe. La fe cristiana protestante, que es la que mejor conozco, (aunque también puede ser extensible en cierto modo a toda religión e ideología de libro) se basa en la confianza en Dios. ¿Pero cómo se puede tener confianza en un ser que no es visible ni palpable, que no vemos como persona física actuante en nuestra vida diaria? Dios, en este caso, es más una idea, un concepto que actúa en la mente o subjetividad de la persona. La persona que cree en Dios lo que nos está diciendo es que la idea de Dios rige en su subjetividad, en su alma. No está hablando de algo palpable que todos podamos ver y observar, está hablando de una idea o concepto. El cristiano protestante tiene fe en una idea o concepto que rige su vida. El contenido o predicado de esa idea o concepto se encuentra en la Biblia. Es en el texto escrito de la Biblia, en su narrativa, en su desarrollo teológico, como puede comprender a Dios; dar contenido a su idea o concepto de Dios.
Pero las narraciones y contenidos de la Biblia no siempre son hechos que se puedan demostrar empíricamente. En una palabra, la Biblia no ofrece un contenido objetivo demostrable para todo el mundo. La historia del Edén no es demostrable empíricamente a través de datos u otras narrativas paralelas desde las cuales se pueda evidenciar un hecho acaecido. Es por eso que la fe cristiana protestante se basa en una confianza subjetiva, indemostrable. Se basa en una representación mental o imaginativa sobre unos hechos o narrativas indemostrables de forma objetiva. Sin embargo el creyente protestante si es fundamentalista dará a estas narrativas un valor objetivo y real: es Revelación y la Revelación es real y verdadera por definición. ¿Por qué la Revelación es real y verdadera en ausencia de pruebas empíricas irrefutables que lo demuestren? El creyente podría responder: porque dan sentido a la vida, porque es la mejor explicación existente sobre la condición humana. Porque ofrece la solución al drama de la existencia a través de una fe y una moral positiva. O, porque hace posible la paz y regeneración de muchas personas que depositan fe en ella. También, porque la Biblia forma una comunidad de creyentes, una Iglesia. El protestante liberal estaría de acuerdo que el Edén, por ejemplo, es una narrativa mítica que explica un conflicto psicológico o espiritual profundo que sí es real. Pero seguimos en el plano de la subjetividad. Todo ello es producto de la confianza puesta en un conocimiento subjetivo, no comprobable ni transparente para todo el mundo.
Pero volvamos a la pregunta inicial. ¿Cómo es posible tener confianza en algo que no vemos, en un concepto o idea basada en los contenidos de un libro en su mayor parte empíricamente indemostrable? ¿Cómo podemos tener confianza en Dios? La respuesta entra ineludiblemente dentro del terreno de la fenomenología psíquica. Puedo confiar y creer en Dios por lo que siento, por que mi percepción interna me lo asegura, porque mi voluntad actúa con coherencia y equilibrio, porque gracias a Dios mi vida tiene sentido y además encuentro no solo consuelo, sino también firmeza y valentía ante las desgracias e injusticias de la vida, etcétera. La idea de Dios es capaz de regular mi mente, mi psique; y por tanto es real y efectiva. También hace posible la comunidad de la iglesia en su dimensión solidaria y afectiva. Además la narrativa bíblica tiene una coherencia y racionalidad interna que se puede desplegar en forma de plan divino. Y todo ello produce efectos, actuaciones individuales y sociales reales y palpables. En consecuencia, la confianza, la fe del creyente protestante ha de sufrir necesariamente las consecuencias de una fe sostenida sobre un esfuerzo tanto interpretativo como imaginativo. El texto-revelación es inevitablemente deslizante y sufre con frecuencia desplazamientos de significado, arriesgadas y atrevidas interpretaciones; inesperadas intuiciones o inspiraciones que a veces producen cismas y nuevas iglesias siempre más “puras”, más “cerca” de la verdad divina. A veces la confianza en Dios no siempre es tan segura y surgen las dudas y la pérdida de sentido ante algo que no siempre está presente en nuestra mente y por lo tanto se desdibuja, se borra, se diluye, se desplaza sin control.
Tener confianza en Dios, tener fe en un ente metafísico, no es lo mismo que tener fe en una persona a la que vemos actuar, con la que nos podemos relacionar de forma real y palpable. Demostrar con pruebas palpables y objetivas la existencia de Dios a quienes no participan de esa confianza en el Ser Supremo, puede ser una tarea imposible. La fe, la confianza en Dios, pertenece al misterioso y profundo plano del alma humana. Ocurre y surge sin más explicación que una necesidad imperativa e irresistible.
NESALEM
Esto viene a cuento con el asunto de la fe. La fe cristiana protestante, que es la que mejor conozco, (aunque también puede ser extensible en cierto modo a toda religión e ideología de libro) se basa en la confianza en Dios. ¿Pero cómo se puede tener confianza en un ser que no es visible ni palpable, que no vemos como persona física actuante en nuestra vida diaria? Dios, en este caso, es más una idea, un concepto que actúa en la mente o subjetividad de la persona. La persona que cree en Dios lo que nos está diciendo es que la idea de Dios rige en su subjetividad, en su alma. No está hablando de algo palpable que todos podamos ver y observar, está hablando de una idea o concepto. El cristiano protestante tiene fe en una idea o concepto que rige su vida. El contenido o predicado de esa idea o concepto se encuentra en la Biblia. Es en el texto escrito de la Biblia, en su narrativa, en su desarrollo teológico, como puede comprender a Dios; dar contenido a su idea o concepto de Dios.
Pero las narraciones y contenidos de la Biblia no siempre son hechos que se puedan demostrar empíricamente. En una palabra, la Biblia no ofrece un contenido objetivo demostrable para todo el mundo. La historia del Edén no es demostrable empíricamente a través de datos u otras narrativas paralelas desde las cuales se pueda evidenciar un hecho acaecido. Es por eso que la fe cristiana protestante se basa en una confianza subjetiva, indemostrable. Se basa en una representación mental o imaginativa sobre unos hechos o narrativas indemostrables de forma objetiva. Sin embargo el creyente protestante si es fundamentalista dará a estas narrativas un valor objetivo y real: es Revelación y la Revelación es real y verdadera por definición. ¿Por qué la Revelación es real y verdadera en ausencia de pruebas empíricas irrefutables que lo demuestren? El creyente podría responder: porque dan sentido a la vida, porque es la mejor explicación existente sobre la condición humana. Porque ofrece la solución al drama de la existencia a través de una fe y una moral positiva. O, porque hace posible la paz y regeneración de muchas personas que depositan fe en ella. También, porque la Biblia forma una comunidad de creyentes, una Iglesia. El protestante liberal estaría de acuerdo que el Edén, por ejemplo, es una narrativa mítica que explica un conflicto psicológico o espiritual profundo que sí es real. Pero seguimos en el plano de la subjetividad. Todo ello es producto de la confianza puesta en un conocimiento subjetivo, no comprobable ni transparente para todo el mundo.
Pero volvamos a la pregunta inicial. ¿Cómo es posible tener confianza en algo que no vemos, en un concepto o idea basada en los contenidos de un libro en su mayor parte empíricamente indemostrable? ¿Cómo podemos tener confianza en Dios? La respuesta entra ineludiblemente dentro del terreno de la fenomenología psíquica. Puedo confiar y creer en Dios por lo que siento, por que mi percepción interna me lo asegura, porque mi voluntad actúa con coherencia y equilibrio, porque gracias a Dios mi vida tiene sentido y además encuentro no solo consuelo, sino también firmeza y valentía ante las desgracias e injusticias de la vida, etcétera. La idea de Dios es capaz de regular mi mente, mi psique; y por tanto es real y efectiva. También hace posible la comunidad de la iglesia en su dimensión solidaria y afectiva. Además la narrativa bíblica tiene una coherencia y racionalidad interna que se puede desplegar en forma de plan divino. Y todo ello produce efectos, actuaciones individuales y sociales reales y palpables. En consecuencia, la confianza, la fe del creyente protestante ha de sufrir necesariamente las consecuencias de una fe sostenida sobre un esfuerzo tanto interpretativo como imaginativo. El texto-revelación es inevitablemente deslizante y sufre con frecuencia desplazamientos de significado, arriesgadas y atrevidas interpretaciones; inesperadas intuiciones o inspiraciones que a veces producen cismas y nuevas iglesias siempre más “puras”, más “cerca” de la verdad divina. A veces la confianza en Dios no siempre es tan segura y surgen las dudas y la pérdida de sentido ante algo que no siempre está presente en nuestra mente y por lo tanto se desdibuja, se borra, se diluye, se desplaza sin control.
Tener confianza en Dios, tener fe en un ente metafísico, no es lo mismo que tener fe en una persona a la que vemos actuar, con la que nos podemos relacionar de forma real y palpable. Demostrar con pruebas palpables y objetivas la existencia de Dios a quienes no participan de esa confianza en el Ser Supremo, puede ser una tarea imposible. La fe, la confianza en Dios, pertenece al misterioso y profundo plano del alma humana. Ocurre y surge sin más explicación que una necesidad imperativa e irresistible.
NESALEM
22 septiembre, 2010
PROTESTANTISMO CALVINISTA Y SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
Imposible comprender la democracia occidental sin tener en consideración esta reflexión teológica.
La Biblia habla de Ley y Justicia de Dios. La Biblia habla de caída, desobediencia de la Ley, desajuste, extravío y pérdida del hombre. La Biblia también habla de compensación y retribución: quien infringe la Ley ha de pagar compensación para tornar al equilibrio. Pero la Biblia va desarrollando un desequilibrio absoluto del hombre ante la Ley de Dios: el hombre es incapaz de cumplir la Ley en su totalidad. La caída le incapacita. Su condición humana le impide cumplir con la Ley divina. Su existencia es puro desajuste, extravío, desobediencia, tendencia al mal. El hombre está perdido ante Dios. La Ley le condena irremisiblemente. La Justicia de Dios le condena.
Pero la Biblia habla de un mesías o enviado que se ofrece a la Justicia divina como compensación y retribución por el pecado (separación, extravío) del hombre. Ese enviado es Jesucristo (Cristo). Cristo es Dios mismo en la persona del Hijo. Dios se hace hombre y sufre como hombre. Cumple la Ley que el hombre no podía cumplir y luego muere en la Cruz como compensación y pago del extravío humano. Torna el equilibrio. La Justicia divina se restablece. Los hombres están salvos a pesar de su condición pecadora. El rescate ha sido pagado, la deuda saldada.
DARÍO: ¿Todos los hombres? ¿Toda la humanidad? ¿Ahora mismo toda la humanidad está salva?
JOSEFA: No, según el Nuevo Testamento, solo los que creen y hacen suya esta salvación.
DARÍO: ¿Cómo se cree?
JOSEFA: A través de la fe.
DARÍO: ¿Cómo se ejercita la fe desde una condición absoluta de pecado?
JOSEFA: Por medio del Espíritu o la Llamada. La fe es un don de Dios que concede a quien quiere.
DARÍO: ¿Quiere eso decir que sólo los que Dios quiere se salvan?
JOSEFA: Efectivamente.
DARÍO: ¿Entonces la salvación es para los elegidos y no para la humanidad entera?
JOSEFA: Así es.
DARÍO: ¿Pero no cabe la posibilidad de que el hombre posea libre albedrío y lo ejerza escogiendo tener fe o rechazándola?
JOSEFA: Si así fuera entonces el hombre tendría la posibilidad de escoger cumplir la ley o no y Cristo no tendría sentido. Con la Ley ya bastaba.
DARÍO: ¿Pero no cabe la posibilidad de que la gracia o el perdón por la muerte de Cristo ayuden de alguna manera a que el hombre haga sus propios méritos para salvarse?
JOSEFA: Pero entonces sería la gracia de Dios de nuevo la que haría posible esas buenas obras, no el hombre por sí mismo.
DARÍO: ¿Pero no cabe la posibilidad de que el hombre posea una capacidad natural de aceptar a Dios o negarlo; o sea, a nivel de voluntad?
JOSEFA: Si así fuera entonces la salvación no sería por gracia, sino por libre elección de la persona y dejaría de ser salvación por gracia para pasar a ser salvación por mérito personal; por mérito de haber elegido.
DARÍO: Entonces ¿se salva sólo quién Dios quiere?
JOSEFA: Así es.
DARÍO: ¿Y se pierde también quien Dios quiere?
JOSEFA:Sí, pero ahí hay algo interesante que habría que considerar.
DARÍO: El qué
JOSEFA: Pues es que nunca sabemos quién o quiénes se pierden o son condenados.
DARÍO: ¿Cómo?
JOSEFA: Sí, tú puedes ver un asesino o una persona que no cree en Dios, en ese momento podrías decir que está condenado y quizás tienes razón, pero nunca sabrás si esa persona en algún momento de su vida recibe la Llamada, podría incluso recibirla segundos antes de morir. Nadie puede juzgar a nadie en cuanto a su salvación espiritual. Absolutamente nadie.
DARÍO: ¿Y?
JOSEFA: Pues que aunque es verdad que Dios condena a quién quiere, nunca sabremos si esa condena se ha de llevar a cabo con fulanito o menganito y, de ahí, que para los creyentes toda persona es potencialmente salva y hemos de hablarle del evangelio como si fuera posible su conversión a través de la Palabra.
DARÍO: Sorprendente. Pero ¿cómo sabe el creyente que está salvo, que ha sido escogido para ser salvo?
JOSEFA: Por la Llamada que le revela su condición de justificado. Y si recibe tal llamada es imposible que se pierda. Su vida sufre una transformación interna que la hace vivir con plena confianza en el garante absoluto de su salvación: Dios.
DARÍO: ¿Y si mata y roba?
JOSEFA: Nunca sabemos desde fuera si esa persona ha recibido la Llamada. Puede proclamarlo a los cuatro vientos, ir a la iglesia todos los días. Nunca sabremos si esa persona es salva o no. Puede matar en un momento y mostrar un odio terrible a todo, pero aún así no podemos saber qué es lo que hay en su alma, no sabemos cuál es la relación íntima con Dios. Sus obras son horribles, pero ¿siempre? ¿Quién sabe lo que está pasando en su alma? No obstante a esa persona infringe leyes y merece castigo o cárcel.
DARÍO: Curioso.
JOSEFA: Sí, bastante.
DARÍO: Entonces esto quiere decir que el alcance de la obra de la gracia de salvación de Cristo se abstrae de un conocimiento objetivo y positivo acerca de quién es salvo y quién no.
JOSEFA: Afirmativo.
DARÍO: ¿Pero qué consecuencias puede traer esta forma de entender el cristianismo?
JOSEFA: Pues muchas y todas muy beneficiosas para la buena marcha de cualquier sociedad o comunidad.
DARÍO: Me haces pasmar.
JOSEFA: En primer lugar nadie ha de condenar a nadie en razón de sus doctrinas religiosas o espirituales o ideología o convicciones. Para cualquier persona la conciencia de su prójimo es sagrada. Merece el mayor respeto.
DARÍO: ¡Caracoles! ¿Y el asesino? ¿Y el ladrón? ¿Lo dejamos libre?
JOSEFA: ¡¡No!! Para eso está la ley civil. Los hombres necesitamos organizar una sociedad civil para poder vivir con cierta decencia y libertad. Esa sociedad civil ha de penalizar y aplicar la ley, una ley que regule todos aquellos delitos que vayan contra la dignidad humana y su libertad. Pero nada más. Lo que piensen las personas a nivel privado o en sus sociedades religiosas o civiles ha de estar protegido. La conciencia ha de ser libre: es sagrada. Que yo sea cristiano no ha de ser razón para que yo imponga mi cristianismo a nadie, ni nadie tampoco me ha de impedir practicar mi religión cristiana.
DARÍO: Creo que ya entiendo. Quizás nuestra sociedad occidental después de todo deba mucho al cristianismo protestante.
JOSEFA: Sí, así creo yo. Pero no olvides que estamos hablando de la Biblia y el Evangelio.
HERMANOS DE PLYMOUTH
Iglesias protestantes como los Hermanos de Plymouth tienen la ventaja de no predicar ninguna teología política. Estas iglesias se limitan a predicar el evangelio neotestamentario y dejan el terreno político a los políticos. Eso no quiere decir que los ciudadanos cristianos de los Hermanos de Plymouth se inhiban como ciudadanos. Cada creyente tiene la libertad de votar según su conciencia. Además un creyente de estas iglesias puede implicarse de lleno en acción ciudadana, en actividades culturales, en labor sindical, etc. Pero lo hace, no a título y en nombre de ninguna teología política, sino como ciudadano que cumple con sus compromisos en función de la justicia, la dignidad humana y la igualdad; valores estos inherentes al evangelio, no cabe duda; pero coincidentes con las libertades civiles de cualquier democracia.
Creo que iglesias como los hermanos de Plymouth cumplen un compromiso evangélico muy acertado y muy en la línea neotestamentaria. En este sentido son iglesias que mantienen el mensaje claro de que el creyente es un peregrino en este mundo y, que como tal, ha de mostrar su testimonio individual basado en la regeneración cristiana y sus firmes valores morales. Pero también sabiendo que su reino al mismo tiempo “no es de este mundo.”
20 septiembre, 2010
MENORÁ
Cuando la vida se acaba empieza otra cosa: la muerte, el silencio, lo desconocido, la nada, o la plenitud de un pleroma divino.
Cuando piensas y piensas y piensas y tratas de llegar a un absoluto de cualquier tipo: sea una objetividad incuestionable y sin fisuras, sea una verdad contemplativa en su pureza; al final llegas a un silencio, a una inconsciencia sin lenguaje, a una dimensión desconocida, a un no-lugar, a un no-tiempo.
Eso. Ello.
Y pensar que vivimos en un mundo donde todo su trasfondo es eso y ello.
Ahora mira a la menorá. Puedes darle la vuelta.
La menorá tiene como base un ello, un eso, y de esa dimensión salen los siete brazos. Los siete atributos divinos que luego podrían subdividirse y ramificarse y así abarcar el universo.
Los siete brazos son también la Torá, la Ley. La Ley que rige el universo, pero también la ley moral.
Todo en el universo sigue una ley de equilibrio, desequilibrio y compensación.
Es una ley absoluta e infinita y es el trasfondo de todo.
http://www.youtube.com/watch?v=zSgiXGELjbc&feature=fvsr
Cuando piensas y piensas y piensas y tratas de llegar a un absoluto de cualquier tipo: sea una objetividad incuestionable y sin fisuras, sea una verdad contemplativa en su pureza; al final llegas a un silencio, a una inconsciencia sin lenguaje, a una dimensión desconocida, a un no-lugar, a un no-tiempo.
Eso. Ello.
Y pensar que vivimos en un mundo donde todo su trasfondo es eso y ello.
Ahora mira a la menorá. Puedes darle la vuelta.
La menorá tiene como base un ello, un eso, y de esa dimensión salen los siete brazos. Los siete atributos divinos que luego podrían subdividirse y ramificarse y así abarcar el universo.
Los siete brazos son también la Torá, la Ley. La Ley que rige el universo, pero también la ley moral.
Todo en el universo sigue una ley de equilibrio, desequilibrio y compensación.
Es una ley absoluta e infinita y es el trasfondo de todo.
http://www.youtube.com/watch?v=zSgiXGELjbc&feature=fvsr
19 septiembre, 2010
LA FE DE LOS PROTESTANTES QUE YO CONOZCO
Los protestantes que yo conozco a nivel local, de Asturias, creen que la Biblia es la palabra de Dios y que el texto sagrado cuando se lee con sinceridad y abiertos de corazón, pues nos enseña la palabra de Dios tal como Él quiere que sea trasmitida a los hombres. Entonces, se supone, que cualquiera; al margen de su condición social, nivel de formación, clase social, etc., pues puede llegar a la verdad revelada. La verdad revelada fundamental es que Cristo vino al mundo para salvarnos de nuestros pecados a través de la muerte en la cruz. Esa verdad fundamental está, según nuestros protestantes, al alcance de todo lector y, si es analfabeto, al alcance del oyente. Es decir, el texto revela una verdad objetiva al margen de posibles interpretaciones. La Biblia, bien leída, revela verdades objetivas que se pueden ir desgajando de nuestros posibles prejuicios, o mala lectura, o tergiversaciones, o errores de interpretación. Diciéndolo de otra manera: el texto posee la verdad absoluta sobre la vida, el mundo, los hombres y el destino futuro de todas las cosas. En la Biblia es Dios quien habla al hombre y le revela lo que debe de saber para salvarse del pecado y conseguir una vida eterna en el cielo. Y lo que Dios dice es verdad absoluta.
Si así fuera esa verdad se impondría como se imponen las verdades matemáticas o físicas: la evidencia de los hechos o de los experimentos o del texto cuando se lee, sería imposible de refutar por su claridad objetiva irreducible a cualquier capricho de interpretación. Dos y dos son cuatro y punto. La tierra gira alrededor del sol y no al revés, etcétera. Podríamos entonces decir que la salvación de Cristo es por gracia y no por obras y si es por gracia lo es por decisión divina, no por mérito humano alguno, pero una vez que nos metemos en la lectura de un texto tan complejo y tan lejano en la historia; y, en muchos aspectos, tan alejado también de nuestra moderna manera de pensar, ineludiblemente estamos entrando en el problema de la interpretación. Pero no solo eso, la complejidad de la Biblia, estriba también en la colección de textos que recoge a través de un largo período de tiempo que podría alcanza mil años de la antigüedad. El estudio bíblico serio requiere conocimientos del hebreo, griego y arameo, también una muy afinada perspectiva histórica, no hablemos ya de investigación arqueológica y de reconstrucción de las sociedades de la época. El estudio bíblico enfocado en función de obtener un conocimiento lo más objetivo posible, requiere disciplina académica y la mayor imparcialidad científica posible. Entonces que la salvación sea por gracia y no por méritos o decisión individual, no está tan claro. Pablo pretende decir eso, pero en otros textos del Nuevo Testamento no parece que todos estaban de acuerdo con tal verdad. Y el mismo Pablo, a veces, parece decir otra cosa. Las cartas de Pablo no se escriben en un vacío, sino en respuesta a problemas de doctrina concretos que iban surgiendo en sus congregaciones; y, situarse en ese contexto ya requiere fina sensibilidad histórica.
Lo que trato de hacer ver es que si hablamos de un texto que ha de revelar objetividad, verdades puras y objetivas sobre temas tan trascendentales para la vida humana; entonces nos metemos en el terreno de la investigación científica y racional: los textos bíblicos acaban siendo lo más objetivos posible después de ardua y sesuda investigación.
Es evidente que cuando los protestantes que yo conozco hablan de objetividad bíblica no se refieren a eso; se refieren a una objetividad doctrinal que supuestamente emana de la Biblia, y que con ayuda divina a través del Espíritu, se acaba revelando al creyente. Entonces ya no es un conocimiento objetivo auto evidente mire por donde se mire y venga de donde venga, ya que no hay posibilidad de negarlo o someterlo a duda. Se trata de una lectura de la Biblia donde ya interviene un elemento subjetivo: tiene que haber una predisposición a creer y tiene que haber una fe en el Más Allá que ha de intervenir en la búsqueda de la verdad. Curiosamente, el buscador de la verdad acaba encontrando la verdad de la iglesia o la denominación a la que ha de pertenecer. Esa verdad a priori de la iglesia X o Y es una verdad doctrinal consensuada por las iglesias cristianas y más tarde protestantes; e, incluso más tarde por la denominación o iglesia particular del momento, sea, metodista, bautista, pentecostal, hermanos de Plymouth, iglesia bíblica independiente, etc. La verdad del creyente que se une a una de estas iglesias ha de ser coincidente con la confesión de fe de dicha iglesia, de no serlo, no tiene sentido pertenecer a dicha congregación. La objetividad en la práctica es una objetividad doctrinal que se acaba aceptando por fe y buena voluntad para que todo marche bien y no haya molestas discrepancias. Las confesiones de fe de estas iglesias están sustentadas en interpretaciones y elaboraciones teológicas que supuestamente gozan de mayor pureza que la de otras iglesias, sobretodo las grandes iglesias: católica, anglicana, luterana, ortodoxa, etc. Los criterios de verdad de los protestantes que yo conozco se basan en una mayor transparencia con el texto sagrado con el cual tratan de coincidir. Pero el texto sagrado curiosamente es reacio a una sola interpretación y las interpretaciones se multiplican dependiendo de quien sea el lector o lectores. El Espíritu suele ser plural en lugar de centrarlo todo en un solo dogma o doctrina. En ausencia de una autoridad centralizada que imponga una interpretación y adaptación única a todas las iglesias, las interpretaciones y las adaptaciones se multiplican en estas iglesias de acuerdo al criterio del más sabio, del más listo o inteligente, del más hábil, o del más oportunista. Por otra parte tengamos en cuenta que aun
habiendo una autoridad centralizada, la interpretación de una iglesia X, va a diferir de la iglesia Y.
Todo ello nos indica que las iglesias protestantes que yo conozco, en este caso, se mueven en el terreno de la subjetividad humana. La pretendida verdad objetiva y absoluta que dicen haber encontrado en la Biblia, no es tal cosa: es una interpretación subjetiva más o menos consensuada que se impone al texto para que este justifique las creencias que por fe se han de aceptar. Es una verdad subjetiva que se sustenta por la fe y la fe, en ausencia de verdades palpables bien razonadas o empíricamente demostrables, es un ejercicio de imaginación capaz de movilizar afectos y energías de manera efectiva. Una estructura doctrinal o teológica es también capaz de movilizar la facultad de la razón y la lógica por los caminos tortuosos de unos textos que pueden ser ordenados, yuxtapuestos, interpretados en función de su literalidad o simbolismo; y así crear significado que nos ha de ayudar a vivir en función de una verdad divina y trascendente.
Los protestantes que yo conozco tratan de vivir esa vida de fe basada en las Escrituras. Comparten sus experiencias en sus cultos y predican la verdad de Cristo al mundo. Creen que están salvos por la muerte de Cristo en la cruz y, que yo sepa, suelen ser gente responsable y con una idea clara de lo que está bien y está mal a grandes rasgos. Tienen sus discrepancias y sus divisiones, pero la fe es más grande que todas esas piquillas y todo va hacia delante.
17 septiembre, 2010
IT'S REAL
Reach the point in which all human ideas lose their grasp. There is nothing. Reach that point in which matter gets lost in energy and beyond. There is nothing. Nothing surrounds everything. Nothing gives birth to everything.
Let’s go into nothingness. Let’s travel to the beyond. My imagination gets wild. I can see something. There is light. There is something outside. Something. Let’s get into that something.
There is a kingdom: a well-ordered kingdom. There is a king. And further on there is a temple. The king has an army of angels. There are millions of souls. There is a law. And the law rules. Those souls know the law by heart and abide by the law. It’s a well-ordered cosmos. There is freedom under the law. No freedom is possible without a law: a divine law. The King rules with the law. There is a cosmic law. It’s Reason. Universal Reason.
The Earth has lost touch with Universal Reason. The Earth believes is surrounded by nothingness. The world breeds evil. But imagination can see the pure forms of the Kingdom of God. Imagination can reach order and peace and justice. We can grasp the pure forms of God’s kingdom. We can grasp the Law. We can experience order and balance. We are free.
I woke up in the morning and I heard the news: the economic crisis, the unemployment, the corruption, the confusion, fanaticism under religious garb. Starvation war and diseases are ravaging parts of the world. Confusion. Chicanery. Amorality.
But, there is a kingdom with millions of angels and souls living perfection. It’s real. It’s there. We can be free from turmoil and confusion. The Law breeds love, justice, and balance.
And it’s real.
15 septiembre, 2010
ROBERT KAPLAN Y LOS FANTASMAS BALCÁNICOS
Este libro de Robert Kaplan, escrito en 1993, es aconsejable de leer para entender la terrible historia de los Balcanes. Saco algunos extractos del libro, pero todo él es una información intrigante y preocupante sobre los pueblos balcánicos.(Ediciones B.S.A., 1999. Biblioteca Grandes Viajeros).
YUGOSLAVIA
En Bosnia la existencia de una gran comunidad de musulmanes complicaba aun más las cosas. Se trataba de eslavos, de origen serbio y croata, que se convirtieron al Islam a finales de la Edad Media en la ocupación turca y cuya religión fue poco a poco convirtiéndose en sinónimo de identidad étnica.
“Los serbios y los croatas eran, en lo que respecta a raza o lengua, originariamente un solo pueblo, y ambos nombres tenían exclusivamente significación geográfica”, escribe el experto británico Nevill Forbes./. Si no fuese por la religión, el enfrentamiento serbocroata no tendría ninguna base.
MACEDONIA
John Reed en 1916: “La cuestión de Macedonia sido la causa de las grandes guerras europeas desde hace 50 años, y mientras no se zanje, no podrá haber paz ni dentro ni fuera de los Balcanes. No cabe en la imaginación enredo racial más espantoso que el de macedonia. Turcos, albanos, serbios, rumanos, griegos y búlgaros, todos viven allí sin llegar a convivir entre ellos, y así desde los tiempos de Pablo”.
“La gran mayoría de la población macedonia la constituían los búlgaros ... Cuando Macedonia era una provincia turca, fueron los primeros en fundar escuelas nacionales, y cuando la Iglesia búlgara se rebeló contra el patriarcado griego ./. los turcos le permitieron establecer sus propios obispados porque no cabía duda que Macedonia era Búlgara”.
RUMANIA
Rumania era una oriental mezcla de gentes de aspecto italiano pero con expresión de campesino ruso; un telón de fondo arquitectónico que a menudo recordaba Francia y Europa central, y unos servicios y condiciones físicas como las de África.
En 1941, los legionarios del Arcángel Miguel se dieron una verdadera fiesta de sangre que duró tres días. Pretendían quitarle el poder a Antonescu, que para ellos no era suficientemente fascista. Quemaron siete sinagogas y fueron de casa en casa en el barrio judío, violando y troturando a las mujeres delante de sus maridos e hijos. Llevaron a un grupo de judíos hasta el bosque de Baneasa, al norte de Bocarest, los dejaron desnudos en la nieve y les dispararon. Los gitanos acudieron a la mañana siguiente para llevarse los empastes de oro de las víctimas. La noche siguiente, los legionarios cogieron otros doscientos judíos y los llevaron al matadero municipal, donde los desnudaron e hicieron pasar por todas las fases de la matanza en una cinta transportadora, como si de ganado se tratara.
Los 2,1 millones de húngaros en Rumania constituyeron la minoría étnica, no soviética, más grande de Europa, y doblaban en número a los árabes de la franja occidental que viven bajo la ocupación israelí. Pero mientras las etnias húngaras durante el gobierno de Ceaucescu sufrieron una represión tan dura o peor incluso que la soportada por los palestinos en Gaza y Jericó (los 120,000 judíos asentados en la franja oriental eran pocos en comparación con el número de rumanos que Ceaucescu inataló en Transilvania), me atrevería a decir que para la mayoría de los occidentales--que sí conocían el conflicto árabe-israelí--Transilvania, antes de la revolución rumana de 1989, sólo era la tierra natal del conde Drácula..
Los sajones no se fiaban de nadie; fundaron comunidades herméticas y eficientes tras los muros de sus fortalezas. Para los sajones, cuanto menor fuera el contacto con los rumanos, los húngaros o los judíos, mejor. ./. A partir de los años 60, Ceaucescu se comportó con los sajones como con los húngaros, haciendo todo lo posible por destruir su vida cultural. Vendió, poco a poco, a los sajones por dinero contante y sonante en concepto de pago a visados, a Alemania Occidental, igual que vendió a los judíos rumanos a Israel. Según Ion Mihai Pacepa, jefe de la Inteligencia de Ceaucescu, este comentó que “judíos y alemanes, junto con el petróleo, eran los mejores productos exportables de Rumanía”.
BULGARIA
Las autoridades comunistas obligaron a 900,000 personas, un 10% de la población a cambiar de nombre. Los afectados eran de etnias turcas, restos de la dominación turca sobre Bulgaria. Todos los Mehmet tenían que convertirse en Mijail, y lo mismo con los demás nombres turcos. Aquellos que se negaban o que dudaban contemplaban cómo los militares violaban a sus mujeres e hijas. Según Amnistía Internacional, los militares azotaron a miles de ellos y ejecutaron a cientos.
“El Estado tiene que proteger los intereses de la nación, y en los Balcanes nación significa un grupo étnico en particular. Mantener la paz en esta región significa que todas las minorías deben de asimilarse a la mayoría”, decía el Director de la Agencia Oficial de Noticias. “Cuándo Bayezit (sultán turco de 1389-1403) entró aquí en el siglo XIV, llegó como un trueno, y miles de búlgaros tuvieron que cambiar de nombre. Nos asimilaron; ahora nosotros los asimilaremos.”
En abril de 1876, los turcos decidieron dar un ejemplo de su poder aquí. Liberaron a los bashibazuques—bandas asesinas de búlgaros convertidos al islam—, que quemaron, saquearon y mataron a más de 5,000 cristianos ortodoxos, casi toda la población de Batak.
GRECIA
En 1913, la población de Salónica ascendía a 157,000, compuesta por 80,000 judíos de origen sefardí; 35,000 turcos de los que 10 o 15 mil eran domnes (judíos convertidos al Islam durante el gobierno otomano); de 30 a 35 mil griegos, y de 7 a 12 mil búlgaros, serbios y albaneses. La lengua franca y la lengua callejera de los niños era el ladino o judeoespañol. Los nazis necesitaron 15 trenes llenos durante un periodo de 5 meses para sacar a todos los judíos de Salónica.
Según el punto de vista griego, Salónica y el resto de Macedonia fueron y serán puramente griegos./. Para la política mitológica griega, Salónica sólo puede ser griega. No puede haber referencia alguna a los judíos./. Grecia hizo igual que serbia, Albania, Rumanía y Bulgaria: rebelarse brutalmente contra el crecimiento de la tiranía otomana y su diversificación para formar estados étnicamente uniformes. Los serbios borraban la memoria de los albaneses; Albania borraba la del norte de Grecia; los rumanos, la de los húngaros; los búlgaros, la turca; los griegos borraron el pasado judío y de otras etnias.
13 septiembre, 2010
EL MAL Y LA ILUSIÓN
Porque todos vivimos en la fisura, en la grieta de separación y dislocación entre la vida real y la razón universal, entonces todos sufrimos de inseguridad, de inestabilidad, de desasosiego y desajuste; y, por tanto todos reaccionamos con miedos, con fobias de algún tipo, con alguna modalidad de obsesión; con proclividad a rasgos neuróticos, apegos enfermizos, vicios públicos o privados, o locuras efímeras o persistentes. Esa es la condición humana y nadie escapa a ello. Es ineludible. No hay santos perfectos. Los momentos de alegría o felicidad decaen siempre en la rutina de los aciagos días.
Cuando hay miedo se reacciona de modo irracional, sin control; y, cuando actuamos sin control podemos destruir más que crear. Cuando se apodera de nosotros una fobia, neurosis u obsesión, esta, paraliza e inutiliza parcialmente nuestras actuaciones y nos tendemos a distorsionar, exagerar o frenar aquello que debería desarrollarse con libertad, y con voz propia. Los apegos enfermizos nos sumen en una cobardía crónica y, las locuras nos hacen colocarnos fuera de órbita y así perder la marcha del sentido común cuando más se necesita. Todo esto se mueve en un espectro diferente dependiendo de cada persona, pero no hay persona que no sufra estas disfunciones en momentos de su vida. Todo ello se nos escapa al control consciente. Factores genéticos o sociales contribuyen a reforzar o debilitar tales condicionantes psicológicos.
La raíz del mal está en la misma existencia humana. Es la separación de la razón universal la que nos incita a la destrucción, a los engaños, las perversiones sadomasoquistas, a las fantasías desmesuradas; al control y dominios obsesivos, a la rígida disciplina o a la propensión informal o anárquica. La mayor desviación de la razón universal es la conciencia que se cree soberana de sí misma. La búsqueda de sí mismo acaba en confusiones y extravíos, ya que no hay final en el camino hacía las profundidades del alma. La ausencia de principios universales nos hace resbalar y dudar en cualesquier camino que tomemos. Por lo contrario, la afirmación existencial de tales principios nos podría permitir actuar con determinación y equilibrio. El mal invade con plena libertad y derecho aquellas conciencias que más se alejan de la razón universal.
¿Pero hay algún puente de unión entre la razón universal y la mente humana, o de lo contrario nuestra dislocación es total y absoluta? Es decir, ¿estamos condenados a vivir en permanente extravío, o de lo contrario existe una posibilidad de vislumbrar la razón universal? Los gnósticos decían que los hombres poseíamos una chispa divina adormecida que a través del conocimiento podría despertar y hacernos ver que somos parte de Dios. Los cristianos creen que la redención de Cristo en la cruz abre el camino entre Dios y el hombre a través de la fe. El psicoanálisis creía que la solución estaba en hacer consciente y racional lo irracional inconsciente. El marxismo nos hacía pensar que las contradicciones de la Historia podrían ser superadas a través de una planificación económica racional que permitiera la realización de las personas. Nietzsche y los existencialismos nos dejan desnudos ante un mundo desprovisto de toda trascendencia posible. Cada uno ha de forjar sus propios valores y afrontar la existencia del mejor modo posible. El liberalismo nos habla del mercado como regulador invisible y equilibrador de las necesidades humanas en libertad, sin la interferencia de la política o el Estado. Otros creen que sin intervención de la misma trascendencia o razón universal es imposible que un ser humano despierte a dicha razón. Todo lo demás son ilusiones producto de una mente extraviada que sueña con ser redimida. Cabe la posibilidad de que la misma razón universal que aquí hemos expuesto sea todo parte de esta misma ilusión.
LA CAÍDA
Venía caminando de las montañas y me di cuenta de que la mente no estaba nunca en el presente. En una palabra la mente estaba continuamente cavilando sobre una cosa u otra, pero nunca en el presente; siempre en otro lado, en otra situación; preocupada o exaltada o rumiando el futuro. La mente nunca está quieta. A veces parece un caballo loco. La mente se comporta así porque nunca está a gusto, porque la vida en sí es un fastidio, porque nunca coinciden los deseos con la realidad. Porque hay un desajuste entre la realidad y la subjetividad que jamás se puede corregir. Hay momentos en que nos sentimos afortunados, encajados; pero duran poco. Algo o alguien no tardará en empujarte, darte un codazo o hacerte dar un traspiés.
Ese desajuste es universal. Es condición humana. La mente se siente libre de crear mundos, de imaginarse lo que le dé la gana. La mente es gaseosa, volátil, espiritual. Puede imaginarse los mayores terrores y temores y los más maravillosos paraísos. La vida, la realidad, es condicionante; no para de ponernos límites, problemas, preocupaciones; y, por lo general es siempre prosaica, rutinaria, fastidiosa, insidiosa, incómoda. La felicidad y la alegría se suelta con cuentagotas y hace que la mente se coloree de mil maneras, luego todo vuelve al color gris. Pero queda el recuerdo. Muchos recuerdos nos llevan a las nostalgias. La mente se puede llenar de nostalgias. Y las nostalgias o las ilusiones nos ayudan a contrapesar lo grisáceo de la vida diaria. El calor de una familia, la inocencia, los juegos, los amigos de la infancia; la juventud, la intoxicación del primer amor; las excursiones a parajes insólitos, etc. Todo ello cobra un color mítico que persiste en los recuerdos. Pero la realidad niega esas nostalgias, las contradice a placer; nos muestra la cara egoísta y las sombras de la gente en que habíamos creído. Nos incorpora a un inexorable ritmo de pesadez o aburrimiento que continuamente hemos de superar.
Si todo lo que ocurre en este mundo tiene una razón y sentido, entonces el desajuste entre la mente y la realidad tiene que significar algo. Una conciencia ajustada a la Razón universal tendría que vivir una permanente armonía y equilibrio. Desconocería lo que es el desasosiego y el sufrimiento pues todo ocurriría exactamente como ha de ocurrir. Satisfacción plena. Pero podría ocurrir que el ajuste y sincronización entre razón y conciencia individual es algo real y absolutamente permanente, pero no a nivel de conciencia, sino en la mirada de Dios. La conciencia humana no alcanza esa razón universal, esa coincidencia no es comprensible ni puede formar parte de nuestra experiencia salvo en algún destello místico o lúcido. Hay una fisura, una grieta, una discontinuidad entre mente y Mente Universal: Dios. El hombre sufre esa carencia, esa separación, ese desarreglo. Si el hombre viviera una pura inmanencia viviríamos como hacen los animales: seguiríamos nuestro instinto y punto. Pero en el hombre está la mente que alcanza e intuye realidades que niegan esa pura inmanencia. El hombre trasciende su realidad, no puede evitar hacerlo. Somos conscientes de valores universales conducentes a una mayor justicia y felicidad. Somos capaces de recrear utopías. Percibimos las nostalgias profundas de otra vida, otra posibilidad de relaciones armoniosas, equilibradas, saludablemente afectivas. Somos capaces de imaginarnos una vida más allá de la muerte. ¿Por qué?
El cristianismo habla de una caída. Somos criaturas caídas. Condenadas a vivir en separación (pecado) con nosotros mismos y con nuestro Creador. Hubo un desarreglo o ruptura primigenia que rompió con una armonía o sincronía con la razón universal. Quizás un estado de inocencia animal, pura inmanencia. A partir de la separación somos arrojados a un mundo de escisión, de insatisfacción permanente, de desasosiego. Y es así porque siempre contrastamos nuestra existencia real con otra imaginaria que jamás coinciden. El cristianismo habla de pecado, de culpa universal que requiere retribución, expiación. La aceptación de esa expiación abriría el camino a una paz con uno mismo. Pero ese es otro tema.
12 septiembre, 2010
RAZÓN Y MORAL
Todo se mueve dentro de una racionalidad. Todo movimiento y acción sucede por una razón inexorable. Nada ocurre porque sí. Mi reacción a una injusticia acontece porque está grabado en mi mente lo que está bien y lo que está mal. Si alguien me roba soy capaz de percibir ese acto como delito. Como error moral. Como conducta maligna. En un mundo de puro relativismo ese acto no tendría sentido. Me robarían pero no sería un robo y yo por mi lado también robaría sin ser robo, tan solo una acción entre tantas otras. Si te roban un saco de patatas con las que han de comer tus hijos que tienen hambre, en un mundo de puro relativismo; no te importaría y dejarías que te robasen porque ese acto no tendría sentido ni como robo ni como nada. Tampoco el hambre de tus hijos tendría sentido. Simplemente se morirían de hambre ante tu mayor indiferencia y luego a otra cosa. Si hay otro saco de patatas disponible para ti pues comerías de ellas y sino pues te debilitarías y poco a poco morirías sin sentir nada, sin comprender tu dolor y debilidad. Indiferencia total en un mundo donde nada tiene sentido o los sentidos son tan infinitamente relativos que daría igual. Daría lo mismo vivir que morir. Seríamos como una masa carnosa y viscosa que se mueve por inercia. Un impulso por aquí y otro por allá, si ese impulso me hace comer pues como, si no pues no como y me muero. Si seguimos esta lógica podríamos llegar a un mundo imposible. Que haya un impulso o un instinto ya es una fuerza con un sentido concreto: comer, reproducirse, defensa de las crías. En las mismas nebulosas donde nacen las estrellas hay impulsos gravitatorios lógicos y necesarios.
Todo está regido por una razón, por un sentido. Todo se mueve y todo cambia por alguna razón. Nos parece caótico a veces, pero no hay nada que se mueva porque sí, por pura inercia. Imaginémonos que Pepín va a trabajar por la mañana por inercia, podría parase por el camino y quedarse mirando al río sin sentido de tiempo ni de responsabilidad. Simplemente mirar. Luego se pone a cagar en medio del puente. Simplemente cagar porque sí. Otros pasan a su lado sin inmutarse. Ellos también cagan, respiran y da lo mismo. Pero aun así hay actos. Hay reflejos. Es imposible pensar en un mundo sin actos, sin reflejos, sin impulsos. Desde el momento que hay movimiento hacia algo hay un sentido, y si hay un sentido hay una razón. La vida de Pepín podría ser la de un insecto. Impulsos simples y amorales. Pura supervivencia y perpetuación, pero con una razón de trasfondo. El hombre no puede vivir así. No sería hombre, sería insecto.
Si me roban el saco de patatas con el que han de comer mis hijos sería capaz de matar. Todo mi ser estaría concentrado al 100% en la defensa de ese saco de patatas por amor a mis hijos pequeños e indefensos. Ellos han de vivir, crecer, desarrollarse; perpetuarse. Es una ley natural absoluta. Es una ley moral absoluta. Actuar de otra manera sería la locura, la aberración, el mal. Somos conscientes de lo que está bien y lo que está mal. Está escrito en nuestros genes. La moral está en consonancia con la ley natural. La adaptación del hombre tiene como función buscar un equilibrio de mínimo sufrimiento. Conseguir el saco de patatas con el mínimo sufrimiento posible. De ahí la ley como necesidad y la justicia como compensación y retribución. Todo aspira a una razón de equilibrio y compensación. Cuando hay desproporción y desajustes surgen las crisis, la violencia; hasta que vuelva un equilibrio y se genere más inestabilidad. Pero no es algo ciego y sin sentido. Es imposible que sea así. Hay una razón universal que dirige todos estos procesos naturales y (en el hombre) morales.
NUESTRA INSÓLITA ERA DE LOS 2050
En el año 2010 algo extraño estaba ocurriendo y no nos dábamos cuenta. EEUU había votado a un negro: Obama. Es decir: USA estaba rechazando su identidad imperialista basada en el concepto de WASP (White Anglo-Saxon and Protestant). Con ello el antiamericanismo había recibido un duro golpe: ya no se podía reducir el enemigo a Estados Unidos; después de todo la elección de Obama se había visto como un triunfo del progresismo mundial. Con ello se generaban desplazamientos en los discursos ideológicos hasta ahora vigentes. Quedaban Israel y los palestinos.
Mientras existiera Israel todavía podría la izquierda occidental tener un importante enemigo visible. Pero, ¡cachis en la mar! la paz entre Israel y los palestinos podría ser posible y eso amenazaba con dejar un vacío importante en las mentes de muchos. Por otro lado los zapatistas mexicanos se habían difuminado en la selva de la historia siendo reemplazados por los cada vez más poderosos sicarios de la droga. Quedaba Chávez, Hugo Chávez, pero Chávez resbalaba cada vez más en un histrionismo propio de un fanfarrón irresponsable. Pocos progresistas serios le apoyaban. Quedaba también Irán, pero Irán y su antiamericanismo y antioccidentalismo era simplemente cruel y salvaje. No obstante la izquierda nunca criticaba abiertamente a Irán a pesar de su régimen represivo y fanático. Lo dejaba en la reserva por si acaso. Aun quedaba Cuba, pero Cuba languidecía en una economía cada vez más asfixiante. Y para colmo de males hasta el mismo Fidel reconocía a sus 84 años, con su enfermedad a cuestas, que el modelo cubano ya no servía ni para Cuba. Eso fue el mazazo final de un sueño que todavía algunos sustentaban. Pero además Fidel con su defensa de los judíos y su advertencia al desaprensivo presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad para que dejase de jugar con el Holocausto; con ello daba una bofetada en pleno rostro al payaso de Chávez y su luna de miel con el fanático iraní.
Era extraño. Nadábamos en tierra de nadie. Los problemas cada vez eran más difusos y las alternativas cada vez menos creíbles. Todo estaba cambiando a una velocidad vertiginosa. Todo parecía disolverse en un mar sin sentido. Los movimientos islámicos en nuestros países no atraían más que a unos pocos marginales de la izquierda neurótica, por el momento. China era un monstruo oriental que crecía y adquiría cada vez más poder, pero ese poder era incierto y podía simplemente ser un tremendo bluff económico. Japón dormitaba. África se revolvía en miseria, enfermedades y corrupción. Latinoamérica seguía soñando con sus populismos trasnochados, pero en realidad ya nadie creía en nada.
Eran los tiempos del nihilismo. De la subjetividad confusa. De las tecnologías informatizadas creciendo exponencialmente.
Se estaba cociendo nuestra era. Nuestra insólita era de los 2050
Mientras existiera Israel todavía podría la izquierda occidental tener un importante enemigo visible. Pero, ¡cachis en la mar! la paz entre Israel y los palestinos podría ser posible y eso amenazaba con dejar un vacío importante en las mentes de muchos. Por otro lado los zapatistas mexicanos se habían difuminado en la selva de la historia siendo reemplazados por los cada vez más poderosos sicarios de la droga. Quedaba Chávez, Hugo Chávez, pero Chávez resbalaba cada vez más en un histrionismo propio de un fanfarrón irresponsable. Pocos progresistas serios le apoyaban. Quedaba también Irán, pero Irán y su antiamericanismo y antioccidentalismo era simplemente cruel y salvaje. No obstante la izquierda nunca criticaba abiertamente a Irán a pesar de su régimen represivo y fanático. Lo dejaba en la reserva por si acaso. Aun quedaba Cuba, pero Cuba languidecía en una economía cada vez más asfixiante. Y para colmo de males hasta el mismo Fidel reconocía a sus 84 años, con su enfermedad a cuestas, que el modelo cubano ya no servía ni para Cuba. Eso fue el mazazo final de un sueño que todavía algunos sustentaban. Pero además Fidel con su defensa de los judíos y su advertencia al desaprensivo presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad para que dejase de jugar con el Holocausto; con ello daba una bofetada en pleno rostro al payaso de Chávez y su luna de miel con el fanático iraní.
Era extraño. Nadábamos en tierra de nadie. Los problemas cada vez eran más difusos y las alternativas cada vez menos creíbles. Todo estaba cambiando a una velocidad vertiginosa. Todo parecía disolverse en un mar sin sentido. Los movimientos islámicos en nuestros países no atraían más que a unos pocos marginales de la izquierda neurótica, por el momento. China era un monstruo oriental que crecía y adquiría cada vez más poder, pero ese poder era incierto y podía simplemente ser un tremendo bluff económico. Japón dormitaba. África se revolvía en miseria, enfermedades y corrupción. Latinoamérica seguía soñando con sus populismos trasnochados, pero en realidad ya nadie creía en nada.
Eran los tiempos del nihilismo. De la subjetividad confusa. De las tecnologías informatizadas creciendo exponencialmente.
Se estaba cociendo nuestra era. Nuestra insólita era de los 2050
10 septiembre, 2010
V.S. Naipul: AL LÍMITE DE LA FE. (Entre los pueblos conversos del Islam)
Tenía el libro desde hace tiempo pero ahora con mi jubilación tuve tiempo para leerlo con gana. Saco extractos de su introducción y de algunos párrafos sacados de sus apuntes sobre su viaje por Pakistán, aunque el libro abarque de un modo intrigante países como Irán, Indonesia, y Malaisia, todos ellos países conversos del Islam. V.S. Naipul es escritor británico nacido en Trinidad y Tobago aunque de origen indio. Es premio Nobel de Literatura en el 2001.
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En sus orígenes, el Islam es una religión árabe. Cualquiera no árabe que sea musulmán es un converso. El Islam no es simplemente una cuestión de conciencia o de creencias, pues tiene exigencias imperiales. La visión del mundo del converso cambia. Sus lugares sagrados están en tierras árabes; su lengua sagrda es el árabe. También cambia la historia para el converso. Rechaza la suya y, lo quiera o no, pasa a formar parte de la historia árabe. Tiene que desvincularse de todo lo suyo. Las sociedades experimentan una tremenda alteración, que puede seguir sin resolverse incluso al cabo de mil años: la desvinculación tiene que renovarse una y otra vez. Las personas construyen fantasías sobre quiénes y qué son, y en el Islam de los países conversos existe un elemento de neurosis y nihilismo. Estos países pueden entrar en ebullición fácilmente.
Salman explicaba así su idea de la yihad: ./. —Yihad no tiene un sentido metafórico—. La palabra del Corán se toma muy literalmente. Es blasfemo incluso considerarla una alegoría. El Corán valora enormemente la yihad. Es un dicho de Mahoma —no del Corán; es una de las tradiciones—: “Sí ves una costumbre antislámica, la frenas por la fuerza. Si no posees el poder para frenarla, la condenas verbalmente. Si tampoco puedes así, la condenas de tu corazón”. Conozco esto desde que alcanzo a recordar. Pienso que esta tradición concede a los musulmanes permiso para actuar con violencia.
En 1968, cuando tenía 16 años, y en su primer curso en el Government Science College, en Lahore, Salman se vio un día formando parte de una de esas multitudes. En Time o Newsweek aparecía la reseña de un libro titulado “El Profeta Guerrero”. habían llegado a la escuela dos o tres ejemplares de la revista, y se los pasaban unos a otros. Nadie había visto el libro, pero los chicos decidieron salir en manifestación para protestar. Fue durante un descanso: los chicos estaban fuera, sentados. No había ningún dirigente concreto. Todos los chicos habían recibido una educación religiosa tan esmerada como Salman. La idea de la protesta religiosa fue algo que sencillamente se les ocurrió, y formaron una multitud. Salman fue con ellos, aunque recordaba con toda claridad, mientras avanzaba por la calle, no haber visto en la reseña nada repulsivo sobre el Islam y el profeta. Hacía buen tiempo. Era invierno, la mejor estación del año en Lahore. Gritaron consignas contra Estados Unidos y destrozaron un par de minibusus.
El los libros escolares de historia./. la historia de Pakistán pasaría a ser un aspecto de la historia del Islam. Los invasores musulmanes, y sobre todo los árabes, se convertirían en los héroes de Pakistán. Las gentes de la región apenas estarían allí, en su propia tierra, o estarían como simples cifras barridas por los agentes de la fe.
En 1979 Nusrat, un día, se metió en graves problemas. Estaba trabajando para The Morning News. Era el Muharraq, el mes de luto de los chiíes. Pensó que sería una buena idea publicar un artículo de The Arab News sobre la nieta de Alí, el héroe de los chiíes. El artículo ensalzaba la belleza y los logros artísticos de esta mujer, pero los chiíes se indignaron: para ellos era un insulto, una herejía incluso, decir que la nieta de Ali era guapa. Se habló de hacer una manifestación de cuarenta mil personas y quemar The Morning News. El periódico estuvo cerrado durante tres días. El propio Musrat corría peligro: podían echársele encima en cualquier momento.
08 septiembre, 2010
CRISTIANISMO FOFO
Jesús era compasivo y abierto al perdón, pero intolerante con todos aquellos que no se avenían a la verdad que él predicaba. La religión para él, la religión judía, era el total sometimiento a la ley, aunque interpretada al modo apocalíptico y fariseo. En oposición a saduceos la muerte no era el fin de la vida sino que había resurrección de los muertos. La ley era inflexible con algunas conductas tales como el adulterio y por lo tanto el mero hecho de desear una mujer con la vista ya era adulterio con todas sus mortales consecuencias espirituales. El pecado contra el espíritu no tenía perdón alguno. Los pecadores irían al Gehenna y sufrirían el fuego eterno de llanto y crujir de dientes. Los librecambistas del Templo que facilitaban el cambio de moneda pagana por moneda interna libre de idolatría, fueron azotados por Jesús con ira y sentido de justicia. Algo harían y eso debía de ser que sisaban más de la cuenta a costa del prójimo. Los fariseos eran condenados como sepulcros blanqueados, sayones hipócritas que engañaban al pueblo diciendo eso de “te obligo a hacer aquello que no hago.” El juicio final y el fin del mundo se anuncia como un acontecimiento violento en extremo y castigo sin piedad para los pecadores que han ofendido a Dios y a su Profeta y no han obedecido la ley y sus preceptos y el amor al prójimo y a los pobres de la tierra de Israel. Bien es verdad que hay frases tiernas de amor en el Jesús de los evangelios. Que hay un evangelio de Juan místico y mistérico con frases de compasión extrema, de cordero manso, amoroso y compasivo, sacrificado por la redención del mundo, pero tras ese amor trasluce y resplandece la justicia que luego Apocalipsis nos muestra con todo su terror cósmico. Cristo aparece como un general guerrero que venga a los justos y a los muertos en su nombre. No se ama al enemigo bajo ningún concepto sino que se le castiga en grado sumo.
El cristianismo podría ser una religión con garra, con músculo, con sentido de la verdad absoluta sin complejo alguno. Aun las epístolas de Pablo nos muestran un cristianismo ambicioso, misionero, conversionista, proselitista; con todo el mundo por delante y un imperio a conquistar con mansedumbre y la sangre de Cristo crucificado. Y lo logró, aunque para ello se tuvo que desfigurar y adaptar y pasar de ser una federación de iglesias independientes y autónomas a convertirse en un poder político invencible, celoso de la verdad, implacable con las desviaciones y herejías. Al poder espiritual se unió el poder temporal y la Iglesia era temida, respetada, defendida, y financiada por todo el mundo, por la cuenta que les tenía.
Hoy día el cristianismo se ha vuelto fofo, confuso, dividido, tolerante o extremista; pero con un poder ya muy debilitado, indefenso ante las verdades científicas, debilucho respecto a otras religiones como el Islam, ante el cual prefiere el diálogo y el amor y la bajada de pantalones en lugar de sacar las garras de Cristo y darle por todos los sitios por usurpador de las revelaciones bíblicas para adaptarlas a las ambiciones políticas de Mahoma. Pero no. Ha desaparecido ese orgullo y amor propio del Jesús evangélico o del Pablo misionero. No hablemos ya del Jehová del Antiguo Testamento que no olvidemos sigue siendo el Padre. Las grandes iglesias pierden aceite con diálogo amoroso para todo el mundo, con elasticidad de bragas de nylon para con todos: ateos, marxistas, budistas, amor a los pobres en abstracto y denuncia vana de las riquezas al mismo tiempo que se disfruta de ellas. Las iglesias se van quedando vacías y los seminarios cuentan sus alumnos con los dedos. El Cristo severo con las desviaciones y afirmador de su punto de vista incuestionablemente e inegociablemente divino, pasa ser un Cristo posmoderno de teología fofa y abierta hasta las cachas. Un Cristo socialdemócrata progre de humanismo comprensivo con todos y todas. El Cristo guerrero, triunfante y justiciero del Apocalipsis pasa a ser un objeto abstracto que representa las libertades democráticas, el multiculturalismo, el ecumenismo, el diálogo con todo quisqui.
Pero la gente común no quiere eso. La gente común de la calle quiere la religión fuerte, exigente, disciplinaria, exclusivista, de identidad dura. Quizás las sectas más extremas tengan mucho mayor futuro que las grandes iglesias fofas. Lo blando acaba siendo despreciado y echado de lado. Lo duro al final se impone una vez el hastío y el vacío de Occidente se agote sin remedio.
EL ISLAM TIENE FUTURO
Es solo una reflexión. Ya sabemos que el mundo cambia de formas imprevistas. Pero yo creo que una religión como el Islam con sus versiones integristas y duras, tiene futuro asegurado y no solo en los países africanos donde avanza a pasos agigantados, sino también en Occidente donde hay un caldo de cultivo muy fértil para este tipo de religiones duras y totalitarias.
Nadie en Occidente, ningún medio de comunicación, ninguna personalidad política o del mundo del arte o la intelectualidad, se atreve a criticar abiertamente esta religión; y, menos, por parte de ningún artista: bromear, reírse o mofarse del Islam o de El Corán. Es una religión que “se hace respetar” a base de amenazas y violencia terrorista llegado el caso. Valora el espíritu guerrero. Es una religión “macho” donde la mujer ha de callar y ocupar su puesto y así, mantener el status quo de un sexo sobre el otro. Es una religión con ambiciones imperialistas y de dominio político: para el Islam no hay ninguna duda que la religión y el Estado van de la mano. Es una religión exclusivista y absoluta: no hay más verdad que el Corán. Quienes no creen en el Islam son infieles que, llegado el momento se les ha de forzar a convertirse. Quienes apostatan del Islam merecer ser condenados a muerte. Es una religión intolerante con otras creencias o religiones: las minorías cristianas o budistas en sus países cada vez las pasan más canutas con restricciones o prohibiciones. Otros países prohíben el cristianismo de hecho. Es una religión que oferta el espectáculo público de las ejecuciones o castigos sin ninguna inhibición, exceptuando algunos países que provisionalmente lo prohíben.
Precisamente lo que las almas débiles, confusas, los resentidos, los que se ven fracasados injustamente, los violentos, los políticos ambiciosos sin futuro pero sedientos de poder; los miles y miles de universitarios sin futuro; los jóvenes nihilistas o amorales; las mujeres resentidas; y en general, todos aquellos que en el fondo no pueden soportar un mundo centrado en el individuo y sus elecciones y opciones; un mundo al que hay que buscar sentido propio y donde nadie te dice cuál es la verdad, sino que tú te la tienes que buscar y crear. Un mundo que tiende a centrar la gestión de la vida en la responsabilidad individual de cada uno.
Ese mundo puede resultar insoportable para muchos acostumbrados ya al capricho de lo que me pide el cuerpo, al placer inmediato, a las expectativas muy altas por ser quien soy pero inalcanzables; al creo lo que me da la gana pero la realidad no me hace ni puto caso. Hay libertad sexual y se folla mucho, pero yo no me como un rosco por mis taras personales o físicas, etc. Hay libertad sexual pero esto es una confusión total y nadie se compromete con nadie de forma leal, seria, noble, etc. Los padres y madres que esperaban estabilidad y cierto orden social en el que desarrollarse, pero que ven que todo se desmorona a la mínima y al día siguiente te puedes ver en la calle con juicios absurdos y los chiquillos en manos de otros. Los miles de inmigrantes sin trabajo pero con ambiciones, etc, etc.
Ya sabemos que todo puede cambiar para bien. Que el Islam tiene muchas versiones (aunque ninguna condena los apedreamientos de Irán o el terrorismo de Hezbolah en público), y algunas son civilizadas y “tolerantes”. La izquierda nos suele recordar estas virtudes del Islam y muchos se enfadan cuando se critica abiertamente esta religión; aunque es la misma izquierda que se burla del cristianismo, y hace ostentación abierta de su irreverencia contra toda religión menos el Islam. Es posible que el sistema liberal capitalista y sus socialdemocracias logren integrar a todos en un melting pot democra´tico y global; pero hay otras opciones en caso de crisis grave e irresoluble. Y el Islam tiene muchas posibilidades de ser una opción atractiva para mucha gente frustrada y resentida. Pero quizás pueda ser también la opción del poder bienpensante y liberal en caso de desmoronamiento social. Y también, por que no la opción libre y reflexionada de mucha gente con sed espiritual y estabilidad moral.
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