El mercado es una máquina universal de equivalencia. El mercado existe, es real. No podemos llegar a conocerle como cosa-en-sí, pero vemos sus manifestaciones y; hasta cierto punto, logramos sacar el más óptimo provecho de ella. Pero el mercado está ligado a otra máquina universal de equivalencia: la Torá. La Torá (la verdad moral) existe, es real. No podemos llegar a conocerla como cosa-en-sí, pero vemos sus manifestaciones; y, hasta cierto punto y en ciertos contextos, logramos sacar el más óptimo provecho moral de ella. La Torá es una máquina universal de equivalencia en nuestras relaciones con nosotros mismos, con nuestra colectividad, y con los demás: el otro, el prójimo. Podríamos también hablar de el “electrón”, o de las últimas particulas del núcleo atómico, como algo que existe, que es real; que tampoco llegamos a conocerlos como cosa-en-sí, pero que si vemos sus manifestaciones y logramos, en ciertos contextos, sacar el máximo provecho de esa subyacente máquina de equivalencia universal. Hay un transfondo universal en todo ello: Mercado, Torá y Ciencia. Negar la realidad maquínica que representan cada uno de estos conceptos, sería entrar en un grave desequilibrio. Atribuir a cada una de estas máquinas de equivalencia universal (externas a nosotros; es decir: objetivas), una realidad fantasmal, subjetiva, individual, producto de relaciones de poder, de la ideología política del momento; es entrar en grave desequilibrio; en abierta dislocación; no importa lo que dure el espejismo de un aparente éxito.
No se puede “triunfar” de un modo real y verdadero en el mercado, sin “triunfar” al mismo tiempo en la Torá o la Verdad Moral; no se puede “triunfar” en la Ciencia de un modo real sin haber un “triunfo” de mercado y de “verdad moral” en su persecución de transparencia y de consenso racional. No se quiere decir con ello que el científico haya de ser religioso, su misma disciplina y método le fuerza a ser “moral” si quiere hacer ciencia de verdad. No puede mentir, ni engañar, ni vender ilusiones vanas, etc. El mercado nos exige ideas productivas, trabajo bien hecho, cooperación, superación y crecimiento. Todo ello ha de redundar en mayor beneficio y en una distribución de la riqueza que ha de favorecer a los demás. Quien trate de engañar, de atajar, de sacar ventaja, de acumular por vías políticas represivas, o ideológicas; acaba alejándose de la ley universal que dicta el mercado; y, más tarde o temprano, han de surgir los desequilibrios, las crisis, etc…
Tres máquinas de equivalencia universal que en el fondo es la misma máquina. Tres leyes universales, que en el fondo es la misma Ley. Es Real, Existe; no podemos llegar a conocerla como cosa en sí, pero vemos sus manifestaciones; percibimos su Verdad Universal y ese es el motor que nos lleva a seguir trabajando, luchando, viviendo.
Hay una mecánica implacable que no es posible conocer. Triste ironía la de este mundo.
ResponderEliminarK.
Hay muchas máquinas. La máquina individual, la colectiva, la máquina socialdemocrática, la máquina musulmana; la máquina fascista, la máquina .... todo máquinas dentro de esa grande Máquina Cósmica del infierno.
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