En vista del largo comentario que nos envía el Sr. Runand sobre las naciones o nacionalidades; nos vemos obligados a abrir este epígrafe que sirva de CONTINUACIÓN al anterior. Inserto el comentario de Azor en este, aunque está escrito antes de este epígrafe.
Creo que el tema de las nacionalidades ibéricas, en realidad, no es tan difícil de entender y de conceptualizar; basta un poco de voluntad y buena disposición (cosas ambas de las cuales estoy seguro que no carecen los participantes en este famoso Atrio).
Castilla es, en principio, una nación como las demás de la Península, ni más ni menos, y creo que hay que partir de este hecho tan sencillo e incontrovertible. Con su lengua propia, su historia de muchos siglos, su cultura, sus tradiciones humanas y políticas, sus formas de gobierno... Castilla fue y es una nación.
Sucede, sin embargo, que la nación castellana llegó a ser la más fuerte de la Península, y llegó a ser hegemónica entre ellas. Bien por conquista militar o por pactos políticos, en un proceso histórico complicado y difícil de resumir, el Estado castellano llegó a absorber bajo su control a las otras naciones, destruyó sus instituciones y estados e inició un proceso de absorción y asimilación que dura siglos y que aún no ha finalizado.
Es el mismo caso de Sudamérica. En una situación de igualdad y no dominio, los emigrantes a otra nación (por ejemplo, los españoles a Alemania) acaban por integrarse en ella, siendo al cabo de una o dos generaciones unos miembros más de esas naciones, indistinguibles de los nativos. Pero la Historia y la realidad nos enseñan que los "emigrantes" castellanos a América no se integraron en las naciones indígenas, sino que fue al contrario: fueron los naturales de América los que se integraron en la nación y lengua castellana. Podríamos creer ingenuamente que lo hicieron libre y espontáneamente, admirados de la superioridad castellana (y no faltan historiadores que nos lo quieren presentar así); pero sabiendo como sabemos que previamente hubo una destrucción violenta de las estructuras políticas, militares y económicas de aquellas naciones, se hace difícil sostener esta interpretación "buenista" de la historia.
Castilla es, en principio, una nación como las demás de la Península, ni más ni menos, y creo que hay que partir de este hecho tan sencillo e incontrovertible. Con su lengua propia, su historia de muchos siglos, su cultura, sus tradiciones humanas y políticas, sus formas de gobierno... Castilla fue y es una nación.
Sucede, sin embargo, que la nación castellana llegó a ser la más fuerte de la Península, y llegó a ser hegemónica entre ellas. Bien por conquista militar o por pactos políticos, en un proceso histórico complicado y difícil de resumir, el Estado castellano llegó a absorber bajo su control a las otras naciones, destruyó sus instituciones y estados e inició un proceso de absorción y asimilación que dura siglos y que aún no ha finalizado.
Es el mismo caso de Sudamérica. En una situación de igualdad y no dominio, los emigrantes a otra nación (por ejemplo, los españoles a Alemania) acaban por integrarse en ella, siendo al cabo de una o dos generaciones unos miembros más de esas naciones, indistinguibles de los nativos. Pero la Historia y la realidad nos enseñan que los "emigrantes" castellanos a América no se integraron en las naciones indígenas, sino que fue al contrario: fueron los naturales de América los que se integraron en la nación y lengua castellana. Podríamos creer ingenuamente que lo hicieron libre y espontáneamente, admirados de la superioridad castellana (y no faltan historiadores que nos lo quieren presentar así); pero sabiendo como sabemos que previamente hubo una destrucción violenta de las estructuras políticas, militares y económicas de aquellas naciones, se hace difícil sostener esta interpretación "buenista" de la historia.
Pues el mismo caso, mutatis mutandis, sería lo que pasó con las naciones ibéricas. El poderoso estado castellano, utilizando abusivamente para si el nombre de "España", pasó a controlar férreamente esas naciones, imponiéndoles su lengua, historia, leyes, cultura y gobierno; en interés, naturalmente, de la nación dominante o conquistadora. De hecho (como muy bien argumenta el ilustre linguista J. C. Moreno Cabrera en su libro "El nacionalismo lingüístico") Castilla, ahora bajo el nombre de "España", utilizó su lengua como instrumento de dominación y castellanización, imponiéndolo a las demás naciones por la fuerza de las armas y de la ley, como instrumento para transformar vascos, gallegos y catalanes en "españoles". Y ese proceso no se ha detenido, continúa todavía hoy con toda su virulencia, si bien, todo hay que decirlo, exento de las formas violentas de etapas históricas anteriores y no tan lejanas.
Pues bien, el conflicto actual de las nacionalidades ibéricas forma parte de ese largo proceso histórico, que muchos querrían ver pronto finalizado con la sumisión total de esas naciones a España, pero que otros, con no menos razón, preferirían que evolucionara hasta que esos pueblos recobraran sus libertades y su plena existencia como naciones.
Los hechos históricos a que me refiero ocurrieron en unas épocas en que no existía la democracia ni nada parecido. Pero actualmente ya no se dan por válidas las soluciones de fuerza, o las que son resultado de actos de fuerza. Por eso planteaba yo en un anterior comentario lo que podria ser una solución democrática de las nacionalidades ibéricas: el pleno reconocimiento, en pie de igualdad, de cuatro lenguas y cuatro naciones, sin que ninguna de ellas predominara sobre las demás. Que los poderes públicos, lejos de reprimir las lenguas o expresiones políticas de las naciones no castellanas, las estimularan y alentaran, de manera que se llegara a esa "confederación hispánica" democrática equilibrada donde se hiciera imposible el conflicto y quedara por fin resuelto un problema histórico endémico de la Península Ibérica.
Claramente veo que esto es bastante utópico. En unas circunstancias en las que el estado español se ve ya como el "ejército"ganador y próximo a consumar la asimilación definitiva y absoluta, en que se ve persiguiendo ya los restos derrotados de los "ejércitos" enemigos, plantear una solución justa, democrática y estable del tema de las nacionalidades aparece como un empeño irrealizable.
Pues bien, el conflicto actual de las nacionalidades ibéricas forma parte de ese largo proceso histórico, que muchos querrían ver pronto finalizado con la sumisión total de esas naciones a España, pero que otros, con no menos razón, preferirían que evolucionara hasta que esos pueblos recobraran sus libertades y su plena existencia como naciones.
Los hechos históricos a que me refiero ocurrieron en unas épocas en que no existía la democracia ni nada parecido. Pero actualmente ya no se dan por válidas las soluciones de fuerza, o las que son resultado de actos de fuerza. Por eso planteaba yo en un anterior comentario lo que podria ser una solución democrática de las nacionalidades ibéricas: el pleno reconocimiento, en pie de igualdad, de cuatro lenguas y cuatro naciones, sin que ninguna de ellas predominara sobre las demás. Que los poderes públicos, lejos de reprimir las lenguas o expresiones políticas de las naciones no castellanas, las estimularan y alentaran, de manera que se llegara a esa "confederación hispánica" democrática equilibrada donde se hiciera imposible el conflicto y quedara por fin resuelto un problema histórico endémico de la Península Ibérica.
Claramente veo que esto es bastante utópico. En unas circunstancias en las que el estado español se ve ya como el "ejército"ganador y próximo a consumar la asimilación definitiva y absoluta, en que se ve persiguiendo ya los restos derrotados de los "ejércitos" enemigos, plantear una solución justa, democrática y estable del tema de las nacionalidades aparece como un empeño irrealizable.
Máxime teniendo en cuenta que, para la mayoría de "españoles", las otras naciones ibéricas aparecen como inexistentes, puesto que el omnipotente discurso oficial presenta las reivindicaciones de libertad de las naciones no castellanas como capricho ridículo de cuatro políticos sinvergüenzas y aprovechados, como un absurda pretensión de "ser más" que los demás españoles. Como si la única realidad posible fuera esta, sin pararse a pensar que pueda haber algo más, que también, por ejemplo, los políticos castellanos ("españoles") puedan ser sinvergüenzas y aprovechados por el hecho de querer absorber y dominar, de explotar económicamente de manera brutal estas naciones, haciendo ver con sus omnipresentes aparatos de propaganda que es al revés, que son ellas las que explotan a la "pobre" España.
Mucha tela que cortar hay todavía en este tema, fácil es de ver; pero baste con esto para intentar llevar el debate a un terreno de racionalidad y de equilibrio. Por ejemplo, mucha gente no estaría de acuerdo con el relato que aquí presento. Bueno sería para el debate el exponer esos desacuerdos. Otros considerarían, como el Sr. Konstantinos, que no es necesario ningún relato, puesto que lo único relevante en política es la voluntad actual de los ciudadanos. Claro que tiene razón, en un plano estrictamente sincrónico; pero para la comprensión del hecho nacional ibérico (que es una de las cosas que nos proponemos aquí, supongo) es esencial que nos demos cuenta que estamos ante un proceso histórico de largo alcance. Mal se puede actuar sobre un proceso complejo si no tenemos clara su naturaleza.
Mucha tela que cortar hay todavía en este tema, fácil es de ver; pero baste con esto para intentar llevar el debate a un terreno de racionalidad y de equilibrio. Por ejemplo, mucha gente no estaría de acuerdo con el relato que aquí presento. Bueno sería para el debate el exponer esos desacuerdos. Otros considerarían, como el Sr. Konstantinos, que no es necesario ningún relato, puesto que lo único relevante en política es la voluntad actual de los ciudadanos. Claro que tiene razón, en un plano estrictamente sincrónico; pero para la comprensión del hecho nacional ibérico (que es una de las cosas que nos proponemos aquí, supongo) es esencial que nos demos cuenta que estamos ante un proceso histórico de largo alcance. Mal se puede actuar sobre un proceso complejo si no tenemos clara su naturaleza.
Señor Konstantinos, pertenezco al género masculino. Aclarada esa duda, (que supongo no era trascendente, debo decirle que naturalmente yo me estaba dirigiendo a los "nacionalistas" que hacen de tal condición su bandera política, no a los mayores o menores sentimientos nacionalistas de tal o cual comunidad, que por supuesto todo el mundo tiene.
ResponderEliminarY me va a perdonar, pero no es de igual condición ser europeísta, que españolista, que catalanista. La prueba de que no es igual es el uso diario que unos y otros hacen del término. Los de menor entidad normalmente como piedra arrojadiza y justificación de todos sus problemas. Jamás pasan a reconocer que alguno de los que tienen es propio de ese nacionalismo que defienden y que se agrava proporcionalmente al nacionalismo conseguido. Hay bastantes ejemplos pero no es el objeto del debate a mi entender.
En todo caso expreso mi respeto por cualquier postura democrática no violenta, incluso la nacionalista por supuesto, pero también mi convencimiento de que tal línea de activismo político (que es lo que en realidad es), si bien es legítima es realmente perniciosa. Una lectura superficial de la actualidad económica lo confirma.
AZOR
Al Sr. Runand:
ResponderEliminarEl relato histórico de las naciones ibéricas es más o menos ese, que comparto en sus líneas básicas. Por cierto: Portugal, una de tales naciones, se libró finalmente de esa absorción castellana. Porque Castilla intentó varias veces absorber Portugal y ajustar la Península a sus pretensiones de "regularización castellana", pero ahí se encontró con una piedra en el camino y hoy por hoy Portugal no es España, sin que Castilla / España reclame para sí esa nación "descolgada" (cosa que siempre me maravilló, dada la voracidad histórica del nacionalismo castellano / español).
Pero vayamos a lo práctico: ese relato histórico está bien para comprender ciertas claves de la realidad actual, pero para mí --y a efectos de política real-- no es más que una nota a pie de página. Porque, ¿qué sucede si a pesar de esa claridad de los hechos históricos, los miembros de una de esas naciones ibéricas menores (los gallegos, por ejemplo) expresan rotundamente su despreocupación por constituirse en naciones de pleno derecho y su deseo manifiesto de pertenecer a la nación española? Pues le digo lo que sucedería y realmente sucede: que los gallegos se siente una parte de España, y eso (expresado democráticamente) va a misa, a pesar de los relatos históricos.
Saludos,
Konstantínos
Para el Sr. Azor:
ResponderEliminarCreo que es importante convenir en que hay nacionalistas democráticos y razonables, y nacionalistas energúmenos y cutres. Como en todo. Por eso, no creo que se pueda admitir que los nacionalistas, por el hecho de serlo, tengan que ser clasificados forzosamente en el grupo de los energúmenos. Hay que reconocer que existe una propaganda muy poderosa que empuja a ese razonamiento para mí falaz.
Atendiendo al nacionalismo democrático (y no al energúmeno, repito), le invito a que enumere qué acciones o iniciativas llevan a cabo los nacionalistas democráticos catalanes, vascos o gallegos, que no hagan los nacionalistas democráticos españoles.
Le adelanto mi respuesta: no hay ninguna. Reitero que la única diferencia entre unos y otros es el ámbito de actuación que eligen. Y reitero que el conflicto entre el nacionalismo español y el catalán (por ejemplo) es un conflicto de ámbito de actuación: el nacionalismo español considera que la nación catalana es parte suya, un subconjunto suyo.
Saludos,
Konstantínos
A Konstantinos y Runand:
ResponderEliminarSí. No cabe duda que lo que se cuece se cuece en dimensión sincrónica. Pero los referentes de pensamiento y de de razón para moverse y situarse en el presente; han de alimentarse de la dimensión diacrónica. O sea, de la historia, de los relatos.
La Historia no es un relato caprichoso. Hay metodología que nos aproxima con rigor hacia una verdad de las cosas.
Si el nacionalismo catalán, vasco o español fueran nacionalismos fascistas, entonces tendríamos otra Yugoslavia.
ResponderEliminarNadie quiere eso: Masacres, torturas, campos de exterminio, asesinos sueltos ejerciendo de generales. Hambrunas, destrucción, etc...
Nadie quiere eso. No tiene sentido alguno. Que cada uno tenga la identidad que le convenga, sea objetiva o subjetiva; Sr. Bueno. Pero todo en paz, tranquilidad y la justa pela política en busca de los siempre inestables equilibrios. Que sea la política democrática (con todas sus imperfecciones)la que hable, nunca las armas.
Con respecto al nacionalismo, yo solo reconozco como tal a las personas que son racial, cultural e historicamente afines. Sólo una formación de tipo natural puede considerarse una nación.Todo lo demás NO ES UNA NACIÓN , sino un estado ,una construcción artificial (A MENUDO FORZADA), que se organiza para intereses elitistas.
ResponderEliminarCualquiera que sea la racionalidad original con la que se haya formado.
Kousinsky