Abrí el tercer sobre y me di cuenta que ya había sido abierto. Cuando leí el texto, la prosa seguía siendo la poderosa y firme prosa del Reverendo Clarton Warren. He quedado extático en mi cama descubriendo los misterios de la interpretación bíblica. El texto empieza así....
Cuando el creyente lee la Biblia lo que hace es reverberar con el texto. Quien dispone de fe lee con los ojos de la fe y entonces el texto se abre en su multiplicidad de sentidos e interpretaciones todos ellos ricos en significados terrenales y espirituales. Cada palabra, frase y oración es una meditación y camino o sendero espiritual que se va abriendo a nuevas puertas y dimensiones de D-ós y su Reino. También a los misterios de la existencia, de la historia, de las motivaciones humanas; del pecado y la gracia. Las palabras bíblicas reverberan en el espíritu del creyente como absoluto referente pero imposible de agotar en sus infinitas interpretaciones sagradas, míticas, reales, místicas; morales, éticas. He ahí el Libro de los Libros, clave de interpretación de las grandes obras literarias del mundo, del arte, de la música, de la ciencia y sus logros; de los anhelos filosóficos y las angustias existencialistas. Clave de interpretación de utopías necias, substrato arquetípico de las revoluciones modernas. El creyente ve en la Biblia la Revelación en múltiples niveles, en infinitos significados. Lectura solitaria o lectura en comunidad de Iglesia: la Biblia invita a la meditación de ojos cerrados para dejar que entre el significado divino hasta reposar en nuestra mente para luego visualizar, imaginar, captar; y, así actuar sabiendo qué es correcto y qué es incorrecto. La Biblia es la guía de nuestra perfección una vez salvos; la vía hacia las infinitas dimensiones o reinos de D-ós a través del Cristo, del Mesías crucificado y resucitado.
Es hora de meditar y reflexionar. Sola fide.
Dios se muestra a sus hijos en la forma en que Èl lo decide. Sin duda la Biblia es uno de los medios usados para ello.
ResponderEliminarLa fé es condición necesaria e imprescindible para poder entender aquello que Dios quiera hacernos ver.