La fe es algo que cuando aparece ya no se suelta nunca. La fe es algo imperecedero porque proviene de D-ós. Cuando oigo de alguien que creyó pero que luego perdió la fe, ese alguien debería de pensar seriamente si alguna vez tuvo fe. Quizás fue un amago de fe, pero no fe sustentada en el Creador; fe que proviene de Adonai, el Señor; y, si proviene del Creador es fe imperecedera y eterna. Quien ha recibido la fe nunca la perderá. Incluso en momentos de aparente rechazo, de intentos de renegar; jamás podrá perder esa fe que seguirá apareciendo con fuerza, a veces con más fuerza, como un rebrote que traspasa costras de tierra y cemento para seguir mirando hacia el sol. La fe es un milagro. Aparece en un momento dado y queda prendada en la mente, en el alma. La fe hace posible que algo en nuestro cuerpo quede habitado por una partícula de incondicionalidad, de esencia inmutable que jamás se desprende de nosotros. Eso es la fe. La fe no es una idea que elaboramos y luego pretendemos que nuestra creencia basada en esa idea, es, supuestamente, la fe. No. La fe no es la autosugestión de cualquier sectario religioso que por sufrir un edema cerebral cree que ya tiene fe. La fe no es la aceptación de ningún credo, o la iniciación a cualquier religión. No. La fe tampoco es, quizás, quizás; la de quien dice que “soy salvo por la fe”. La fe es algo que se tiene o no se tiene; que surge o no surge. La fe es un milagro que no tiene que ver con nosotros. No puede ser producto de una mente, ni tampoco una elección supuestamente libre. La fe nos es dada por gracia, de forma gratuita.
Pero ¿podemos saber quién tiene fe verdadera en comparación con quien sólo la aparenta o está autosugestionado por ella sin tenerla? No. La conducta de una persona, las palabras religiosas de cualquier supuesto creyente, la retórica de cualquier pastor o maestro santo; las buenas obras de fulano o zutano que dice creer en Dios, etc. Nada de eso nos prueba que esa persona tiene fe. La fe es un acontecimiento personal, íntimo, indestructible. Revoluciona el escenario de nuestra mente, psique, alma; pero es un acontecimiento interno, subjetivo; intransferible e incomunicable a otra persona. Quien tiene fe no puede explicar su fe con conceptos, con ideas, con discurso; con arte, con música. Tan solo puede expresar su fe en su vida, en su hacer, en toda su existencia. La fe se manifiesta en forma de afectos, de apreciaciones, de descubrimientos, de sorpresas, de sobrecogimiento. Pero nada de eso puede objetivarse para los demás como fe: eh ahí una persona con fe. No. Entonces ¿cómo podemos saber quién es creyente de verdad?
Nadie lo sabe, salvo D-ós y el creyente mismo. Es hora de meditar y reflexionar. Sola fide.
Nadie lo sabe, salvo D-ós y el creyente mismo. Es hora de meditar y reflexionar. Sola fide.
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