31 diciembre, 2010

LA IGLESIA CATÓLICA Y EL MERCADO

Un obispo católico echaba la culpa de los males sociales del momento y de la moral libertina o amoralidad a “los mercados”. Son “los mercados” los culpables de nuestros infortunios y pecados decía esta autoridad católica.

Pero el mercado es un hecho objetivo ineludible. Todos nos intercambiamos en él. A mayor y mejor intercambio salimos material y espiritualmente favorecidos. A menor y peor intercambio salimos material y espiritualmente perjudicados. Esto último suele ocurrir cuando nos alejamos o dejamos de comprender el mecanismo del mercado, pero todavía más cuando nos interferimos en el funcionamiento de tal mecanismo y entonces lo ahogamos. De ahí vienen las crisis económicas, las burbujas, las especulaciones cancerígenas; las políticas demagógicas, el control del mercado para encauzar su riqueza con fines derrochadores o por callejones sin salida basados en quimeras ideológicas que niegan la realidad inexorable del mecanismo del mercado. Y la iglesia católica sigue siendo parásita en relación al mercado y se equivoca cuando opone a Cristo y el mercado.

El mercado ni es bueno ni es malo en sí mismo. Pero los humanos nos beneficiamos más del mercado cuando lo usamos con eficiencia, con laboriosidad y libre intercambio. Una moral cristiana de familias unidas que educan a sus hijos en el temor de Dios y en la disciplina del trabajo. Una moral cristiana frugal con valores fuertes de amor al prójimo como a sí mismo, tiene muchas más posibilidades de triunfar en el mercado y ganarse la vida con realismo, que el inmoral especulador o el oportunista acaparador de riqueza. Los mercados bien engrasados y bien llevados han generado riqueza y progreso. Los mercados deformados por el egoísmo, la rapacidad, el desequilibrio creado por en mal uso de sus mecanismos, crea por lo contrario pobreza, desigualdades, crisis.

La autoridad católica que culpa a los mercados de los males morales y sociales, no sabe de lo que habla. Repite como un papagayo las consignas del idealista que pretende vivir en Babia o en el Reino de los Cielos aquí en la tierra. Han sido muchos siglos acaparando riqueza sin producirla. El resentimiento contra la máquina objetiva y universal del mercado solo nos lleva a mayor pobreza, mayor desigualdad e injusticia. El catolicismo debe hacer suyo el mercado y con el evangelio como moral y regeneración de vida el mercado funcionaría en su nivel óptimo de justicia, de igualdad y amor al prójimo dándole trabajo digno, el disfrute de su trabajo y disciplina, el progreso de su familia, barrio, pueblo o iglesia parroquial.

3 comentarios:

  1. La iglesia católica juega a todas las bandas y bazas.

    K.

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  2. Una crítica a "los mercados" los hace conectar con cierta progresía no lejana ni contraria a la Iglesia, que aborrece "el consumismo", "los mercados", y todo eso.

    Runand

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  3. Los católicos nunca reniegan del poder temporal. Sean conservadores o progres ellos quieren cambiar el mundo, la historia, a su favor. Ser la iglesia que controla y hace historia. Repiten machaconamente lo de pobreza cero, comercio justo, solidaridad a raudales, el amor en plan ñoño. Si son conservadores pues de otra manera pero otra modalidad de lo mismo.

    Pero el mundo es lo que es y dar al pobre dignidad significa darle trabajo y maneras de ganarse la vida en un mercado real. Quizás los misioneros católicos de África saben mejor cómo funciona eso de la pobreza y cómo salir de ella. Los progres onegeros católicos del primer mundo son unos idealistas con gana de lavar su conciencia haciendo caridad.

    Los protestantes debemos de afirmar la realidad del mercado, la ética del trabajo bien hecho. Inspirar a la gente a esos valores que reconocen la dureza de la vida, la competitividad individual en su sentido creativo y noble; y, el pobre intentará salir de su pobreza cuando acepte su cruda realidad y esté dispuesto a cambiar hábitos nocivos o estériles.

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