(Viene del III)
PROGRE: Bueno, yo creo que después de lo que has expuesto solo me queda decir que en lugar de hablar de mercado, habría que hablar de mercados. No es exactamente que los progres neguemos el mercado, si no que lo entendemos de otra manera. Verás, a cada época le corresponde un modo de producción y distribución. No es lo mismo el intercambio del paleolítico que el del sistema feudal, o el mercantilismo y el capitalismo actual. Eso quiere decir que más que un mercado con unas leyes objetivas universales, existen mercados que van variando y ajustándose a diferentes modos de producción. Tanto los modos de producción como los modos de distribución o redistribución, pueden adaptarse a las necesidades que nosotros queramos. Podemos producir aquello que es más necesario, en detrimento de un consumo derrochador. Podemos repartir los beneficios de la producción del modo que mejor satisfaga necesidades sociales en condiciones de igualdad. John Stuart Mill, que tu mencionas, fue quien más énfasis hizo sobre este tema de los aspectos éticos de justicia e igualdad a la hora de repartir. Marx analizó el sistema de intercambio capitalista con suma precisión y llegó a la conclusión de la competitividad entre los capitalistas por alcanzar el mayor margen de beneficio, conducía precisamente a lo contrario: a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Es decir: se veían obligados a mecanizar, en detrimento de la contratación mano de obra, única mercancía capaz de producir plusvalía. En una palabra, la propiedad privada de los medios de producción generaba su propia contradicción que haría saltar por los aires el sistema capitalista, dando así lugar a otro nuevo sistema de intercambio, en otras palabras, el mercado socialista o comunista.
PROGRE: Bueno, yo creo que después de lo que has expuesto solo me queda decir que en lugar de hablar de mercado, habría que hablar de mercados. No es exactamente que los progres neguemos el mercado, si no que lo entendemos de otra manera. Verás, a cada época le corresponde un modo de producción y distribución. No es lo mismo el intercambio del paleolítico que el del sistema feudal, o el mercantilismo y el capitalismo actual. Eso quiere decir que más que un mercado con unas leyes objetivas universales, existen mercados que van variando y ajustándose a diferentes modos de producción. Tanto los modos de producción como los modos de distribución o redistribución, pueden adaptarse a las necesidades que nosotros queramos. Podemos producir aquello que es más necesario, en detrimento de un consumo derrochador. Podemos repartir los beneficios de la producción del modo que mejor satisfaga necesidades sociales en condiciones de igualdad. John Stuart Mill, que tu mencionas, fue quien más énfasis hizo sobre este tema de los aspectos éticos de justicia e igualdad a la hora de repartir. Marx analizó el sistema de intercambio capitalista con suma precisión y llegó a la conclusión de la competitividad entre los capitalistas por alcanzar el mayor margen de beneficio, conducía precisamente a lo contrario: a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Es decir: se veían obligados a mecanizar, en detrimento de la contratación mano de obra, única mercancía capaz de producir plusvalía. En una palabra, la propiedad privada de los medios de producción generaba su propia contradicción que haría saltar por los aires el sistema capitalista, dando así lugar a otro nuevo sistema de intercambio, en otras palabras, el mercado socialista o comunista.
En realidad Marx trataba de demostrar cómo el sistema de intercambio capitalista llevaba en sí mismo el germen de su autodestrucción. Que esto no haya ocurrido de la forma que él predijo, o que el comunismo real haya degenerado en un capitalismo de estado con sus castas burocráticas y de partido, no quita el valor del análisis marxiano. Marx creía, efectivamente, que existía una dialéctica en la Historia que provocaba cambios hacia una emancipación real del sujeto humano. Una vez el hombre, liberado de las fuerzas inconscientes e irracionales que mueven la Historia; puede así mismo someterlas a un control consciente y racional al servicio de toda la sociedad en un plano de igualdad y justicia. Como vemos no hay nada de moralidad o idealismo en sus planteamientos: son leyes dialécticas inherentes a la Historia que una vez que el hombre llega a ser consciente de ellas logra entonces controlarlas a su favor. El hombre pasa a ser sujeto de su propio destino, no su objeto. Yo creo que este análisis marxista sigue siendo válido hoy día. El mercado, tal como tú lo has explicado creo que es una entelequia. Ese mercado no existió en la Edad Media, sólo comienza a existir con el modo capitalista de producción y habrá de morir con el fin de este sistema concreto.
Volviendo entonces al Einstein de las narices y al portero del centro social de mi barrio, que nos llevó a este fructífero diálogo, vuelvo a decir; ahora reforzado por mi anterior análisis, que la inteligencia del Einstein se ve favorecida por la estructura social capitalista que reconoce como inteligencia, aquello que más le favorece en referencia a su sistema de intercambio. Por lo contrario, el porterito, sufre las consecuencias de su modalidad de inteligencia que ni siquiera llega a reconocerse como inteligencia y entonces se refugia en sus evasiones, o acaba racionalizando su propio fracaso como “vagancia”, “vicios”, “amoralidad”, etc.. En un sistema de intercambio diferente, con unos modos de producción y reparto y reconocimiento diferente; pues tanto el Einstein como el portero, llegarían a desarrollar su potencial humano, en una palabra, sus inteligencias de un modo justo y adaptado a su modalidad.
NO CONCIENCIADO.- Gracias por este repaso del marxismo y sus consecuencias teóricas. Digo teóricas porque a la hora de llevarlas a la realidad son un fracaso. Pretender llegar a una plena transparencia del funcionamiento del mecanismo del mercado capitalista requiere por definición la creación de un modelo aislado de toda contingencia, de todo accidente; de todo imprevisto. La teoría marxista del valor que tu mencionas de modo lateral, está elaborada en función de la diferencia entre el precio del trabajo social necesario para la reproducción del obrero; y las horas suplementarias que le fuerza a trabajar el capitalista para así obtener su necesaria plusvalía; es decir, su beneficio. Es evidente que traspasado este modelo a la realidad rompe por muchos sitios. El valor de una mercancía no necesariamente es la fuerza de trabajo empleada en ella, si no también otros factores de índole social, psicológico, de gusto, de uso, etc. Por poner un ejemplo muy sencillo, se producen dos películas al mismo costo; las dos se presentan en los cines y vemos que una obtiene mucho mayor beneficio que la otra. Los dos capitalistas han invertido el mismo dinero en su producción con el objeto de maximizar su beneficio y luego recuperar los costes; pero resulta que una llena los cines y la otra no. ¿Cuál es el factor que hace posible un mayor valor de una película sobre otra? ¿Gusto? ¿Placer estético de las masas? Parece, en este caso ser un factor psicológico o social: es decir, algo subjetivo. Examina también la importancia que tiene la publicidad hoy día para crear valor. No por ello quiero invalidar toda la contribución de Marx a la comprensión del capitalismo de entonces, si no prestar atención a su punto de partida.
Es el punto de partida donde veo el mayor fallo. Yo te hablaba ayer con mi tercer café sobre la mesa, que el mercado es un mecanismo objetivo con sus leyes universales, etc; pero al mismo tiempo te hablaba también de la epistemología científica donde siempre estamos más cerca de la verdad aunque luego esa verdad siempre retrocede. Efectivamente, como tú dices, yo veo el mercado como algo ya siempre existente en la Historia. Es decir como un motor de intercambio con sus leyes de oferta y demanda, pero en épocas pasadas de la Historia este mecanismo era inexistente para la conciencia humana. Es como la fuerza de gravedad que antes mencionamos, no existía como realidad en la Edad Media, pero ya siempre existía como fuerza objetiva y real aunque no fuese consciente como ley física. No se trata de un “constructo”, si no de una realidad externa a nosotros. Entonces el mercado ya siempre estuvo ahí, pero es con Adam Smith cuando ese mercado cobra realidad científica. Comienzan a perfilarse sus leyes con mucho optimismo, pero determinar el mecanismo de mercado en su total transparencia, en su total perfección y aplicabilidad, es una entelequia. Nos aproximamos más a la verdad, pero la verdad está sometida siempre a múltiples factores y contingencias; y entonces siempre retrocede. Es así como yo entiendo el mercado.
Muy diferente a cómo lo veis los progres marxistas, neomarxistas, o deconstruccionistas. Marx, y vosotros, partís de un modelo idealizado sobre el hombre y sus posibilidades de controlar la Historia. El hecho de que Marx creyera descubrir de una vez y por todas el mecanismo esencial del capitalismo y; además, ser capaz de profetizar su futuro; muestra hasta qué punto se deja llevar por la dialéctica hegeliana con su final apoteósico. La fenomenología de Hegel no deja de ser un cristianismo secularizado inmanente; un racionalismo idealista con su Apocalipsis y paraíso en la tierra. Efectivamente, este idealismo inicial de Marx, por muy científico que parezca, sigue siendo rusonianismo con su optimismo sobre la capacidad del hombre para llevar la realidad a su plena satisfacción. Recuerda que ayer hablamos sobre la imposibilidad de comprender la mente humana (¿naturaleza humana?) y los éxitos tan limitados de tantas psicologías e incluso la neurobiología con sus avanzadas investigaciones tampoco llega a proporcionar leyes universales sobre el funcionamiento del cerebro. ¿Cómo podemos entonces atrevernos a controlar el mundo o la Historia, sino somos capaces de comprendernos a nosotros mismos? ¿Cómo podemos atrevernos a planificar una economía en base a una igualdad, a una felicidad suprema, a una liberación progresiva del ser humano, si no nos comprendemos a nosotros mismos y si nos examinamos un poco, vemos las muchas contradicciones y caprichos e inestabilidad que padecemos de un modo congénito? He aquí el fallo. He aquí vuestro espejismo que tanto daño puede hacer a Occidente en este momento al fomentar quimeras en todos los campos sin garantía alguna sobre las consecuencias que puedan traer.
El mercado sigue estando ahí para quien sepa sacar partido de él, y, en base a su siempre aproximada verdad, dar las mejores oportunidades a todo el mundo. Es mi opinión, que habré de desarrollar con más tiempo, que existe una correspondencia entre los valores religiosos y morales más arraigados de Occidente en su pureza absoluta por un lado; y, el funcionamiento óptimo del mercado por el otro. Los dos lados se conjugan, pero el hombre siempre está en algún espacio intermedio del espectro. Nunca en la perfección. Por eso los valores morales de sacrificio, de disciplina, de valor, de nobleza; y, la absoluta seguridad de que Dios existe y es el garante de toda dignidad humana, tienen suma importancia para nuestro progreso real y el desarrollo de nuestra inteligencia.
¿Lo dejamos aquí?
PROGRE.- Bueno, por ahora te concedo el descanso. Seguiremos siempre reflexionando sobre ello. Esto último te condenará al misticismo y la irracionalismo. Wow!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Antes de enviar un comentario escríbelo primero en word para conservarlo en caso de que falle el envío. Trata de que no sea muy largo, pero si quieres escribir más entonces divídelo en más comentarios con el "sigue...etc". En caso de no poder enviar por cualquier razón no descrita entonces envíamelo a rbjoraas@telecable.es y yo me encargo de publicarlo.