
Obviamente creemos estar deslizándonos hacia una supuesta liberación generalizada de todo aquello que durante siglos parecía anclado en valores universales del orden metafísico o religioso. Cuando pensamos que toda vida no es más que una relación de poder o producto histórico intercambiable hasta el infinito, entonces ningún estado democrático, en teoría, puede sancionar o proteger opción alguna de relación de pareja, sea esta monogámica hombre-mujer o poligámica, por poner un ejemplo. Dar legalidad a una forma matrimonial X sobre otra Y (sea esta gay o heterosexual da lo mismo para el caso), no deja de ser una incongruencia democrática. No vemos porqué los musulmanes españoles no pueden ejercer su derecho a la poligamia cuanto antes. ¿Quién es el juez que decida lo que es mejor o peor? El Estado para ser justamente democrático, en un extremo, no debería de inmiscuirse en cuestiones de ningún orden moral en cuanto a vida de pareja o grupo. Privilegiar una forma de matrimonio sobre otra (sin importar sexo) sería una injusticia, no importa el apoyo mayoritario que se tenga a la hora de votar. Premios morales cero. Bonito dilema. Si Dios ha muerto todo nos es permitido, decía Dostoyevsky. La Historia, no obstante, es un pozo sin fondo, un verdadero agujero negro de posibilidades tanto apoteósicas como apocalípticas. Los nuevos espacios liberados generan sus nuevos dilemas. Todo es un riesgo.
El tema es demasiado ardua como para despacharlo en un comentario, por lo que me limitaré a dejar constancia de algunas precisiones que creo deben considerarse para hablar del tema:
ResponderEliminar1º.- El matrimonio en su origen y, desde luego para los romanos lo era, es un contrato y no una concepción metafísica.
2º.- El aspecto metafísico es puramente cristiano "los dos se convierten en uno". Pero ello no afecto al concepto civil del matrimonio que siguió siendo un contrato recogido en el Código Civil hasta nuestros días.
3º.- La protección del estado no lo fue nunca a la "pareja", sino a la familia como cédula económica en la que se sustentaba el propio Estado, y a la prole de la familia como única productora posible de miembros para la sociedad. Toda protección al matrimonio parte de lo anterior, y en ello no interviene el amor, sino meros ocnceptos económicos.
4º.- El Estado, puede y debe proteger aquello que redunda en beneficio de la sociedad, el matrimonio tradicional (hombre-mujer) era por tanto una institución protegible, pero el resto de uniones con fines meramente personales: amor, sexo, compañia... no son instituciones a proteger por el Estado. No han de ser perseguidas probablemente, ni tampoco prohibidas, pero jamás han de ser tuteladas de forma específica, más allá de lo que pueda proceder como protección a los derechos individuales de libertad de pensamiento y de conciencia que todo Estado de derecho ha de proteger.
5º.- Las palabras tienen un significado concreto y existen precisamente para evitar confusión. Lo que no debe hacerse pues es llamra matrimonio a lo que no lo es. Una asociación de hombre-hombre, mujer-mujer, podrá tener los fines que se quieran, pero jamás los propios de una familia pue no les es dada la capacidad de procrear y en consecuencia no se pueden, ni se deben, llamar matrimonio. Eso es mero confusionismo, o pero aún, ataque interesado al contrario político.
6º.- Por último diré, que todas unión hombre-mujer, podría ser considerda matrimonio, con independencia del número del miembros del mismo, sempre y cuando sus fines fueran los de formar una vida en común y dentro de los mismos estuviera la protección mutua y la de sus descendientes. Las concepciones metafísicas y religiosas estarían al margen y deberían ser seguidas por cada quien.
Yo tampoco estoy a favor de llamar a esa unión matrimonio, pero los progres quieren contraponer al concepto cristiano su "matrimonio" majo, solidario,...
ResponderEliminarK.
Se le podía haber llamado "monio" sin el "matri". O también "omnimonio" o casorio de todos. No está bien llamarlo como siempre se llamó al casamento hombre-mujer o mujer-hombre. Quizás "homomonio" hubiera estado mejor.
ResponderEliminarMila
El matrimonio (entre hombre y mujer, naturalmente) se considera un contrato privado. En el cual los cónyuges se comprometen a la convivencia, la fidelidad, la asistencia mutua y el cuidado en común de los hijos. Y estos contratos suelen hacerse porque, desde tiempo inmemorial, responden a una necesidad fundamental y radical de los humanos. ¿Hay alguna razón para que el estado tenga que intervenir en este contrato entre particulares? ¿Es necesario que haya un registro público de estas uniones? Creo que sí, por razones prácticas. Si una persona tiene que pedir permiso en el trabajo para asistir a la enfermedad de su pareja, habrá de demostrar de algún modo que tiene convivencia con aquella persona. Por ejemplo. ¿Hay alguna razón para que el Estado prohiba los contratos matrimoniales polígamicos, poliándricos, de grupo, incestuosos, homosexuales? No lo sé. Pero no creo que sean verdaderos contratos matrimoniales. Hay algo que me dice que no.
ResponderEliminarEl único problema del matrimonio es cuando, a instancia de una de las partes o de las dos, se produce la ruptura del contrato y hay hijos. El único problema son los hijos. Los bienes, con repartirlos equitativamente todo arreglado. Pero los hijos, que necesitan un padre y una madre, no se pueden arreglar nunca. Runand.