25 noviembre, 2010

DE VOEKEL EL CALVINISTA

El calvinista De Voekel vivía la vida como un milagro. Estaba vivo de milagro. El hecho de estar vivo y ser consciente de ello ya era significativo en un universo mayormente de materia inerte o materia orgánica bruta e instintiva. De Voekel aprendió a ver la vida y el mundo y el universo como un milagro. Podría no existir nada y sin embargo existe, existimos, somos.

La vida como milagro. Entre la Nada absoluta y el Ser Absoluto.

Ahí vivimos los humanos, pensaba De Voekel.

La existencia como milagro es el Ser Absoluto. Existe por que sí, pergreñaba nuestro calvinista.

El hombre puede ser consciente de la Nada Absoluta y del Ser Absoluto. La Muerte Eterna y la Vida Eterna.

O se puede quedar en el Tiempo y el Espacio y en los Cambios y Mutaciones sin percibir los Extremos Absolutos, seguía cavilando nuestro boer.

De Voekel sintió que también era consciente, muy consciente de los Absolutos. Y ser consciente del Ser Absoluto era su fe. Creer que todo lo que existe existe por una Voluntad Libre Universal y él, De Voekel, era parte de esa Voluntad Libre Universal.

De Voekel creía en D—s y vivía sabiendo que nada ni nadie le podía arrebatar esa Verdad Absoluta. Su fe era otro milagro. No era producto de ninguna imaginación que hay que sustentar, de ningún razonamiento que hay que mantener, de ninguna autosugestión que puede fenecer. De ninguna religión que le trata de convencer. Su fe era absoluta porque D—s es Absoluto. Ese era otro milagro que no sabía explicar muy bien pero que era una certeza inexpugnable, inextinguible, irresistible.

De Voekel vivía con esa certeza absoluta a pesar de los sufrimientos, de la maldad a su alrededor, de su propia naturaleza imperfecta; de las guerras, de las hambrunas; de los engaños y las astucias del mundo, de los ataques zulues. De Voekel trabajaba duro, se enfrentaba a los problemas de la existencia con su certeza inexpugnable, voluntad dura como una roca.

Pero en el fondo sentía siempre una alegría profunda, una necesidad de compartir con su congregación esa alegría y la congregación era como su familia y allí compartían las palabras de la Revelación, las viejas historias milenarias de los patriarcas y profetas. Las buenas nuevas de Jesús el Cristo y el Apocalipsis final del Tiempo y el Espacio.

El mundo tenía sentido por encima de sus miserias y terrores, concluía De Voekel mirando a su terruño y sus vacas cerca de Pietermaritzburg.

2 comentarios:

  1. ¿No eran los De Voekel quienes 50 años después aporreaban negros en los guetos de Soweto y Durban? Dura voluntad de roca racista.

    K.

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  2. La creencia en Dios es necesaria para vivir con cierto sentido en este mundo tan difícil y en crisis.

    Mila

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