A la mente no se la puede dejar flotando con sus imaginaciones y elucubraciones. La mente suelta produce fantasmas de todo tipo y para ello utiliza energía que merma posibilidades de actuación en la vida real. Una mente demasiado suelta en sus fantasmas es producto de una insatisfacción con la realidad y entonces, cuando las fricciones con el mundo real, son demasiado hostiles, o rutinarias, o aburridas; la mente trata de compensar la negatividad del mundo con la satisfacción de nuestro propio mundo: nuestro mundo privado, secreto e inviolable a cualquier invasión o interferencia desde afuera. Pero a veces las presiones del mundo real logran invadir de tal modo la mente que esta las traduce en malignas obsesiones, en insidiosas preocupaciones que asedian como demonios e impiden nuestro sueño y pervierten el sentido común. Entonces la imaginación ha de abandonar esos espacios ya contaminados de energía viciada y representaciones inquietantes, para así desplazarse a otros paisajes y panoramas de frescura, creatividad y esperanza. Es ahí donde surgen nuevas visiones de esperanza, de sentimientos inocentes y agradables, de una extraña sensación de que hay algo bueno más allá, más allá; como una luz que disipa las influencias y vapores de la malignidad que ha tratado de invadirnos y poseernos. Y ahí, en ese espacio, recomponemos fuerzas para luego volver a la realidad disipando las obsesiones y preocupaciones con ideas nuevas, con nuevo ánimo; con sentido común.
Pero la mente nos compensa lo justo para luego lanzarnos de nuevo a la arena de la vida. Más allá de lo justo el paraíso de luz y de inocencia se puede transformar en fantasía y delirio. Demasiada indulgencia en las fantasías produce desconexión con el mundo real y entonces nos cuesta mucho trabajo volver, e incluso nos negamos a volver ante una realidad que se nos aparece como más insoportable. La fricción es tremenda y puede producir agobios o parálisis de la voluntad que nos lleva a la apatía, al agotamiento psíquico, a la desidia. Entonces siempre se da la paradoja de que nada es permanente y todo ha de circular o fluir como un río de agua fresca: la región de luz e inocencia se vicia cuando pasa a ser agua estancada de fantasía y delirio. El agua ha de correr, la luz se ha de ocultar y renacer con otras energías. Hay realidades que pueden ser insoportables, que producen excesiva fricción y desgaste y nos llevan a un exceso de energía psíquica compensadora. Curiosamente la imaginación procura llevarnos a los oasis de la recuperación y renovación buscando nuevas fuentes o arquetipos de encuentro con la luz e inocencia. Luz e inocencia que producen coraje y valor para retornar y luchar. No rendirse. Seguir avanzando y aprendiendo. Hay que volver, no quedarse en el paraíso que pronto ha de dejar de serlo y los ángeles nos impedirán pasar.
Hay peligros que pueden hacer saltar el equilibrio de la mente: la locura, la depresión, la neurosis. Puede haber razones físicas o genéticas que expliquen tales desequilibrios, pero hay también otras razones que yo creo se basan en nuestros valores: en aquello que da sentido o lo merma o lo niega. Ante una dificultad seria en la vida la gente reacciona de diferentes maneras. Unos logran enfrentarse y superarla. A otros les cuesta más o menos trabajo pero al final también logran superar la dificultad; pero otros no. No es lo mismo una persona que dispone de recursos psíquicos de índole religiosa, mística, intelectual, creativa, moral; que otra que no dispone de tales recursos. Es decir: que no ha sido educada en valores fuertes y arraigados capaces de generar nueva energía, arquetipos inagotables que logran conectarnos con nuevos manantiales de sentido y confianza en la vida y en nosotros mismos. Esta persona puede ser demasiado vulnerable a los envites de la vida y entonces al carecer de compensaciones psíquicas propias, ha de recurrir a ayudas externas tales como drogas, alcohol, sexo desmedido, u otros desarreglos; y, cuando estos fallan al debilitarse su efecto hay peligro de pérdida del sentido común, de desesperación, de pánico, de psicosis, de paranoias, de pérdidas en mundos de fantasías: alucinaciones, delirios, pesadillas, etc...
Otras veces el refugio es la neurosis, el dar vueltas y vueltas a lo mismo para retornar luego al mismo dilema sin salida plagado de ansiedad, de repliegues depresivos, de compulsiones, de intentos fallidos de recuperar un sentido manejable de la realidad. La vida es difícil. Es una lucha diaria. Pero no es lo mismo disponer de armas psíquicas que de ninguna, y los tiempos en que vivimos nos sitúan en un mundo de permanente de-construcción, desmitificación, desvaloración de toda metafísica, sentimiento religioso, tradiciones místicas. Estamos en un mundo en el que podemos hacer con nuestra subjetividad lo que queramos, somos ya sujetos desarraigados, desconectados, descodificados; con residuos culturales pegados a nuestra piel. La realidad sigue siendo difícil con nuevos dilemas y desafíos; pero a pesar de que nunca el mercado de las ideas, de las opciones, de las artes, de las religiones, de las teorías e ideologías, ha sido tan libre; sin embargo saber “reconstruirse” a uno mismo de acuerdo a nuestra naturaleza resulta muy complicado..
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