Me he puesto al ordenador. Acabo de hacer un café nescafé con leche y una cucharada de miel. Pero antes había subido por el ascensor con un vecino que lleva ya tiempo en el paro y que subía con sus dos hijos pequeños. Decía que había trabajado algo en condiciones de máxima explotación ya que cuando el paro está así tan alto pues los patronos explotan y yo lo creo. Pero el trabajo se acabó y ahora volvió al paro. Yo le dije que me había jubilado y que también estaba en el paro pero de otra manera más segura. Antes de subir al ascensor me fijaba en la gente que me rodeaba y me aburría ver esa gente que puebla el planeta como yo y si pones la oreja pues oyes que están preocupados con algún problema de familia, alguna enfermedad, alguna cosa. También hablan de cosas intrascendentes como el tiempo, dónde fulano estuvo el otro día; alguien se puede quejar del gobierno y todo muy sencillo, muy prosaico. Nadie habla del espíritu que se le apareció en una cueva cuando venía de alguna batalla. Nadie viene de conquistar algún mundo por ahí por algún continente desconocido. No hay ningún profeta profetizando sobre el futuro en la plaza. Ni tampoco ningún poeta recitando poesía en voz alta. Todo es muy prosaico. Todo en orden. Ni siquiera un borracho dando tumbos y cantando. Nada.
Antes venía caminado por una calle y el cielo se cubría de gris. Nubes grises. Grisáceas. Había estado en la biblioteca pública pero no había sacado ningún libro. Pensaba que me había llegado el momento de ser yo y no otros. Seguiría leyendo y leyendo pues lo prosaico del mundo se disuelve con una buena lectura. Miraba al cielo y no se veía ninguna señal del más allá. Y bajando por el ascensor de la biblioteca no oí ninguna voz rara o ruido extraño que conectara con algún submundo bajo el edificio. Nada. Cotidianeidad. Todo en su sitio. Mejor así. Si algo empieza a romper esta cotidianeidad entonces es posible que se genere caos y brutalidad. No hace poco alguien me mandó un vídeo donde el ejército pakistaní machacaba a palos y latigazos a unos prisioneros sospechosos de ser talibanes. Los machacaban sin piedad en el patio del cuartel y se reían y lo pasaban de puta madre trasformando aquellas personas en guiñapos sanguinolentos y las espaldas amoratadas. Quedaban en el suelo sin fuerzas y vapuleados hasta casi quedar inconscientes. ¡Qué mundo de mierda! Y pensar que los cuerpos allí destrozados a palos estarían también pensando en cómo cortar pescuezos y torturar a alguien. Esta violencia me deja trastornado durante todo el día. Si los días no son así de aburridos y grises corremos el riesgo de que sean de esa manera. Cuando se genera caos salen los horrores.
Cuando tenía 15 años también era así. Recordaba cuando ya venía para casa cómo los días a los 15 años eran también así: grises, monótonos; la gente hablaba de lo mismo. Y las ilusiones eran más o menos parecidas a las que tengo ahora, solo que con 15 años tenía miedo del futuro. Veía el futuro muy complicado.
Así es el mundo y la vida.
Hay más razones para tener miedo del futuro ahora que a los quince años.
ResponderEliminarR.
Leed la Kabbalah. Ahí dice que todo lo que se haga, hasta el más minúsculo movimiento, puede contribuir a destruir o construir las vasijas rotas del universo.
ResponderEliminarLa Tierra entera, y con ella todo el sistema solar, podría desaparecer en un agujero negro y al Universo le importaría menos que un escupitajo. Imagínese lo que puede importarle, a Él o a Sus vasijas rotas, lo que pueda decir o hacer el Kabbalista o yo. ¡Ya hay que tener un alto concepto del valor de uno mismo para escribir esas cojonadas!
ResponderEliminarR.
Los seres humanos somos, sencillamente, "maravillosssos". Siendo perfectamente conscientes de la cloaca de mundo en que vivimos, aun tenemos ánimo de levantarnos todas las mañanas.
ResponderEliminarLo de la Kabbalah me perecía una buena metáfora para vivir. Aún, como dice el anónimo de arriba, siendo la vida como es; nosotros persistimos en transformarala en un arte: cada instante tiene su dramatismo moral, su liturgia, su misterio; su paraiso e infierno. Las personas tenemos la imaginación y el poder de transmutar las cosas por muy jodidas o aburridas que estas sean. Sabemos decir: NO en muchos instantes.
ResponderEliminarReleo esto y no quisiera ser malinterpretado. Lo de las "cojonadas" se refiere únicamente al kabalista, y en ningún momento a los escritos de Ud. que sigo y leo con mucho gusto. No se me malinterprete. Ánimo y adelante.
ResponderEliminarMuch obliged!
ResponderEliminar