Un día cualquiera de los muchos que cogía el autobús MS de la universidad de Texas para ir a clase, me ocurrió algo que sin embargo no me sorprendió, porque es así como somos los humanos. Los conductores de los autobuses de la universidad eran estudiantes con un carné de conducir normal, pues no parecía haber normativa especial para tal trabajo de trasporte urbano universitario. Uno de estos conductores era un chaval anglo o gringo que hablaba muy bien el español y había estado en España un par de años, concretamente en Barcelona. No me acuerdo de su nombre pero a través de amigos del departamento de inglés del Batts Hall nos conocimos y a veces compartíamos un café entre clase y clase y hablábamos de cosas de la política española y de todo un poco. Era un chaval aparentemente agradable y bastante liberal en su enfoque de la política. Un día nos tocó hablar del problema catalán y vasco y yo de aquella estaba un poco enrocado con ese tema pues por tradición en mi casa siempre habíamos apreciado las diferencias lingüísticas y culturales dentro de España. Por otra parte mi padre había estado preso en un campo de concentración en Lérida por ser republicano, cuando la guerra civil; y había hecho buenos amigos catalanes que le habían regalado libros de lectura en catalán y revistas humorísticas como Le Patufet. Todo ese material estaba en casa cuando éramos pequeños y yo crecí con cierta afectividad hacia lo catalán, cuando lo normal en España, como más tarde iba descubriendo, era mostrar prejuicios y recelos abiertamente anticatalanes: los catalanes son "agarraos", son unos tacaños, son muy “suyos” y no quieren ser españoles como los demás; o, los catalanes no tienen educación pues hablan catalán para fastidiar ya que ellos saben español perfectamente, pero lo hacen para hacerse los particulares, etc. Pero al grano, el enroque mío por el tema era que estando en aquel entonces España en transición a la democracia pues el asunto de las autonomías y las lenguas y los estatutos de las futuras “comunidades autónomas”, era tema central y se hablaba mucho de ello en el ámbito tertuliano hispano de la universidad.
Así que aquel día tocamos el tema catalán y vasco y yo le expresé con toda naturalidad mi defensa de la cultura e idiomas catalán y vasco; lo veía como un avance que en España se empezase a reconocer abiertamente la enseñanza de estos idiomas y la creación de autonomías políticas, etcétera. Pensaba también que el terrorismo de ETA cesaría una vez reconocidos esos derechos y bla, bla, bla. Había mucha ingenuidad por mi parte y hoy día viendo cómo se han venido utilizando muchas autonomías para crear más burocracias, más pesebres de corrupción, más ineficiencia y parasitismo; pues me lo replanteo de otra manera. No hablemos ya de cómo fue evolucionando ETA y su terrosismo mafioso. Pero de aquella, años 70 tardíos y en Texas, pues la lengua se me soltaba muy alegremente pro-catalán y pro-vasco y así se lo decía a aquel chaval que asentía, me daba la razón, y, creía él también que así había de ser el futuro de España, y bla, bla, bla.
Pero he aquí que aquel día había cogido el autobús y entrado por la puerta delantera con bastante más gente. Ello es que el chaval no me había visto entrar ya que el autobús era gratuito (se pagaba con la matrícula), y no se fijaba en la gente que entraba. Así que yo me senté hacia la mitad del autobús y miraba por la ventanilla contemplando los nogales de la Nueces Street y sus preciosas casas ajardinadas, cuando de repente oigo una conversación en español. Efectivamente, alguien que yo también conocía estaba arrimado hablando con el conductor., era un estudiante boliviano que cursaba estudios en el departamento de español y que tampoco se había fijado que yo estaba allí sentado. Los estaba oyendo hablar sobre política y cosas en general; pero de repente, el tema derivó en España y entonces el chaval conductor preguntó al boliviano si conocía a un tal Vital. Efectivamente me conocía y entonces el conductor empezó a hablar de mi como de un extremista nacionalista que defendía posturas aberrantes sobre la política española defendiendo a los catalanes y vascos y ja, ja, ja, vaya personaje más retorcido que era yo y bla, bla, bla. Lo curioso era que hablaban al modo español o hispano: en voz alta, sin importar quién estuviese escuchando, y yo lo estaba oyendo todo sin interrupción alguna. Al principio me apetecía ir allí y darles la gran sorpresa, pero sin embargo opté por seguir escuchando. Poco a poco el autobús llegaba al campus y yo disimuladamente me bajé sin que el conductor ni el boliviano se dieran cuenta.
Nunca más tomé el café con aquel pendejo gringo de la chingada.
09 octubre, 2010
2 comentarios:
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Volviendo un poco a los orígenes, ¿qué le parece este, a mi juicio excelente, artículo? A mí me parece sumamente interesante, y me huele a verdad por todos sus poros. ¿Qué me dice?
ResponderEliminarhttp://www.gnosisprimordial.com/?p=486
Runandros Darius
Le recuerdo que un tal Vital de Andrés escribió un libro en asturiano titulado Dharmat que habla de eso y lo plantea literariamente. Por cierto, ese libro que usted menciona estuvo en las manos de Nesalem y su lectura iba hacia la mitad, cuando de repente un día al coger dinero en un cajero automático, el libro quedó olvidado en el cajero y desapareció. Nunca más volví a ver ese libro en ninguna librería, pero es cuestión de mirar en la omnipotente Amazon y conseguir el original inglés.
ResponderEliminarNo creo sea ninguna "conspiración". Hay libros más duros contra el cristianismo por ahí circulando. hasta el PSOE está interesado en esa difusión anticatólica.