Vi esa noche la escena de mi madre llamándome desde un ventanuco del pasillo de aquella lúgubre cueva.
¡¡Nesalim! ¡¡Nesalim!! ¡A casa!, ¡a cenar!
Yo estaba jugando con mis amigos y mis fantasías de niño. El cielo oscurecía.
Por alguna razón hoy, muchos años más tarde, he vuelto a oír la voz de mi madre llamándome de la misma manera y desde el mismo ventanuco, pero todo ello era como un eco que provenía desde las profundidades de una extraña y remota nostalgia.
Algo remoto que sigue vivo y latente en la infinita y benevolente memoria de D-ós.
Los niños pequeños de ahora están viviendo eso, adquiriendo esos recuerdos primordiales que luego serán mitos.
ResponderEliminarVeo con claridad como viven cosas así en sus pequeñas y tiernas vidas, pequeñas vivencias que recordarán en el futuro, cuando nosotros ya no estemos.
Runand
La sorpresa es que vamos a estar en otras dimensiones. No seas tan pesimista Runand.
ResponderEliminarMila