Bhsgt.-Pero tengo entendido que hubo una experiencia sindical anterior a la que contaste de los Talleres Kronchardt.
Klops. Sí, pero aunque en esa experiencia yo era la causa, sin embargo el aprendiz de sindicalista fue mi hermano Lfgrtawer que era algo mayor que yo y estaba bastante leído y creía saber de legislación laboral porque trabajaba por aquel entonces en un taller de carpintería como oficinista y llevaba cosas de nóminas y contratos. Además había en mi casa un honor y dignidad reivindicativa y algo de lucha de clases que nos venía por tradición izquierdista que atizaba un poco el espíritu de justicia social contra el patrón explotador y todas esas cosas. Yo fui testigo de aquello porque era quien trabajaba de aprendiz en aquella imprenta con 14 años.
Bhsgt.- ¿Y qué pasó?
Klops.- Pues yo aunque era aprendiz no hacía más que repartir paquetes y cobrar recibos y luego me ponían algo en la imprenta para que aprendiera. Pero el clima de aprendizaje por aquella época en estos talleres era un tanto difícil. Era más lo que uno iba arrancando a los oficiales con quienes te ponían. Muchos no te enseñaban nada y alguno algo. Yo además casi siempre estaba haciendo recados y no veía cómo entrar en aquel aprendizaje que me parecía esotérico y casi imposible.
Bhsgt.- Sin embargo muchos aprendieron un oficio en esas circunstancias que tú describes. O sea, por güevos, pero sigue.
Klops.- Pues llegado el mes de septiembre me matriculé nocturno en la escuela de oficialía para hacer delineante. Eso significaba que me tenían que dejar salir a las cinco para poder entrar a las seis de la tarde que era cuando empezaban las clases nocturnas. Mi horario era de 9 a 7, con la hora de comer, pero los contratos de aprendizaje especificaban que había que facilitar al aprendiz las horas necesarias para el estudio y su formación. En muchas empresas importantes de la ciudad así ocurría.
Bhsgt.- Y a ti no te dejaron. ¿Acerté?
Klops.- Sí, creo que sí. Efectivamente el señor Hujsrty que era el jefe me dijo que o seguía con el horario que tenía o si no a la calle. Fue entonces cuando mi padre se indignó porque mi padre, como dije antes, era muy sensible a las cuestiones de reivindicación de los obreros a los patrones cabrones y egoístas que explotaban a los chavales como yo. Mi padre venía de aquella tradición socialista idealista de antes de la guerra civil y estos casos le sublevaban.
Bhsgt.- Y tú hermano Lfgrtawer ¿qué pintaba en todo esto?
Klops.- Pues mi hermano se lo tomó en serio (tenía 17 años) y como parecía que la justicia estaba de mi parte pues lo comentó con mi padre a la hora de comer allí en aquella cocina con la mesa de mármol y la bandeja de pescado frito; y mi padre se indignó y dijo que no había derecho y que habría de ir allí a meterle la ley por el hocico al ogro de Hujsrty, el patrón. Pero mi hermano con la supuesta experiencia que le daba su trabajo de oficinista y cierto fervor justiciero-sindical se ofreció a ir a discutir el tema con el ogro de Hujsrty.
Bhsgt.- ¿Y? No me digas que hubo otra patada en el culo.
Klops.- Bueno, casi. Verás. Al día siguiente o al otro, no me acuerdo; quedaron mi padre y mi hermano en pasar por la imprenta a discutir el asunto. Efectivamente, parece ser que mi padre llevó a mi hermano Lfgrtawer al taller en el cuatro-cuatro y lo dejó que fuera él quien hablara con Hujsrty ya que él era quien sabía y además mi hermano así insistía que fuese.
Bhsgt.- ¡La leche! Vaya güevos que teníais en esa familia.
Klops.- Yo diría imprudencia y falta de sentido de la realidad, pero así fue. De repente aquel día según llego de hacer un recado me avisan que pase por la oficina con rapidez. Cuando entro en la oficina veo a mi hermano con la cara casi pálida y soliviantada por el miedo recibiendo un chorreo demencial por parte del patrón Hujsrty que le instaba a salir de aquella oficina cuanto antes sino iba a haber más que palabras. Cuando yo entré me dijo que cogiera mis pertenencias y me fuese del taller pues quedaba despedido ipso facto todo ello dicho con una ira y violencia verbal digna del Apocalipsis. Mi hermano salió con las orejas gachas y las patas de alambre y la puerta de la oficina se cerró con estrépito. Mi padre esperaba en el cuatro-cuatro. Yo salí de la oficina al taller a toda pastilla, cogí la ropa que tenía, monté en bici y para casa como un obús. Pasé dos meses sin tener trabajo y en octubre empezaba a la escuela de delineante como nocturno.
13 junio, 2010
4 comentarios:
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Curioso episodio el que Ud. cuenta, que retrata espléndidamente el tipo de dificultades y de vida de una familia trabajadora en los años 60.
ResponderEliminarLlaman la atención algunas cosas. Por ejemplo, el hecho de quedarse su padre en el coche mientras el muchacho se enfrentaba al problema. Creo que su padre de Ud. tenía que haberse dado cuenta de que no procedía delegar sus responsabilidades paternas en un adolescente inexperto de diecisiete años, por mucho que dijera saber, y por mucho hermano de Ud. que fuese. No era la persona adecuada para el caso. Tenía su padre que haberse dado cuenta de la inexperiencia absoluta de su hermano en los arduos e insidiosos vericuetos del trato social, de su contraproducente fervor justiciero, de su falta de autoridad para hablar en nombre suyo. Seguramente su hermano entró y, de sopetón, quizá sin saludar siquiera ni presentarse adecuadamente, pobremente vestido y quizá oliendo a sudor, le soltó atropelladamente al honrado empresario un discurso altisonante que debió sonar en tono de amenaza; el empresario debió considerar que no tenía por qué soportar amenazas de un mocoso imberbe que venía a interrumpir su trabajo, él, agobiado por mil problemas empresariales serios. En fin, que la rabia debió explotar furibunda, la bronca debió ser de campeonato, y si a su hermano no le cayeron un par de hostias bien dadas fue porque Dios no lo quiso. ¡Vaya episodios! ¡Y su padre esperando tan tranquilo en el coche!
Efectivamente, eso me lo he venido preguntando yo por muchos años. Delegar cosa tan grave en un mozalbete con subidón justiciero, ¡manda narices!
ResponderEliminarPero también una cosa. El empresario, si hubiera tenido un mínimo de humanidad, tenía que haberse dado cuenta de cómo esta pobre gente, este chaval inexperto y sin trato, hermano de su pinche, venía a pedir o a hablar sobre un derecho que, en el peor de los casos, no era ninguna barbaridad, caso de que no lo considerase acorde a la ley. Tenía que haberse portado de una manera un poco más condescendiente y humana, más dialogante. Pero no lo hizo porque era un animal. Sin paliativos. Un animal. Su padre de Ud. quizá fué el primer sorprendido de aquella reacción brutal, porque sabía que su hermano no iba a faltarle al respeto a nadie, ni a gritar o insultar a nadie.
ResponderEliminarEntre el atrevimiento irresponsable del mozalbete avalado por su padre y el carácter animal del empresario provocado por un mozalbete menor de edad, hay un término medio. Ni el uno ni el otro actuaron con sentido común.
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