Aquel profesor era diferente. Hablaba poco y era un hombre trabajador. Buen maestro, decían algunos. Muy exigente, decían otros.
Duró poco aquel profesor.
El alumno mocoso Hunstret Musartfsr llevaba tiempo provocando al profesor. El profesor callaba ante las burlas del mequetrefe que lograba contagiar a los otros alumnos, mequetrefes o no mequetrefes, pero que todos acaban fácilmente siendo mequetrefes. El mal es siempre más fácil y nos evita el enfrentamiento y la valentía. El mal y el cobarde siempre suelen darse de la mano. Al alumno mocoso y consentido Hunstret Musartfsr lo llevaban atendiendo 3 psicologos/as, cuando había reuniones de evaluación el monstruito recibía más tiempo que nadie para estudiar su “problemática” y darlde una “solución creativa” y dialogante. Diálogo, mucho diálogo; decían los pedagogos con rabia puritana y fascista.
Nadie se acordaba en estas evaluaciones de nuestro profesor.
Todo hasta que un día Hunstret Musartfsr, conocedor de su fuerza, de su poder, de su ventaja abismal sobre el profesor; sabiendo que sus derechos de menor eran infinitos y que a la mínima cualquier juez o político justificaría cualquier capricho insolente de niño mequetrefe; puso a prueba a nuestro profesor, en su clase, tirando un solemne pedo seguido de un apabullante eructo al cual siguió la risa colectiva de la "inocente" alegría de los muchacho/as.
El profesor despacio, sin decir nada; todo bajo control, se arrimó a Hunstret Musartfsr. Este se quedó mirándole como diciendo ¿qué?, ¿qué me vas a hacer? Aquí el gallo soy yo. De repente el brazo del profesor subió hasta cotas pendulares que auguraban una descarga terrible.
La hostia fue descomunal pero certera, sin peligro alguno: sólo el impacto edificante y saludable de una buena hostia purificadora del mal. El monstruito Hunstret Musartfsr, cuyos padres justificaban de todo capricho y rabieta; se vio de repente substraído de todo poder, de toda arrogancia, de todo perverso liderazgo ante sus compañeros. La hostia, la gran hostia, lo tiró para atrás y le dejó la cara roja como un tomate.
“Lo estabas pidiendo con urgencia niñito de mierda: ¿te das cuenta que no eres más que una niñata cobarde?
Hunstret Musartfsr se pusó a llorar y a patalear, mientras, el profesor, fue saliendo del aula poco a poco con sus cosas y ya nunca jamás lo pudimos ver.
La ley fue a por él sin compasión, la Inspección se tiró rápidamente a su yugular con un ejemplar expediente contra el profesor fascista y violento. Sus compañeros lo criticaban sin piedad pues había puesto en evidencia su cobardía congénita y su pusilanimidad. Las asociaciones de padres y madres y compañeros sentimentales, lanzaron el grito al cielo por no haberse identificado a tiempo la personalidad tan violenta y peligrosa de tal profesor. Suerte, que nuestro profesor, sabiendo cuál sería el juicio social, había ya desaparecido para siempre de nuestra vista.
El niño Hunstret Musartfsr fue mimado hasta lo inconcebible por decenas de psicólogos/as; fue puesto como ejemplo de víctima de la violencia machista por los políticos/as. Al final nuestro niño mequetrefe acabó siendo un héroe de nuestra sociedad democrática del país Klotsrewq.
26 junio, 2010
1 comentario:
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Muy acertado su relato. Yo hubiera incidido en una descripción más detallada de la maldad del alumno. Mucha gente no puede imaginarse el nivel de desprecio y falta de respeto hacia el profesor ("hijoputismo") a que pueden llegar determinados alumnos. Hay que pintárselo con pelos y señales, con realismo sacado de la práctica cotidiana.
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