La comunidad del texto se fue refugiando más y más en la
clandestinidad. Los textos eran su mundo y su vida. Todo lo demás iba perdiendo
atracción. Los textos eran las narraciones de ese otro mundo mesiánico ahora
escondido tras la nostalgia y la siempre remanente ilusión infantil. El mundo aparentemente
real era un lugar demasiado cruel, mentiroso, violento, desagradable; tramposo.
Entonces se leían los textos fuera del alcance de quienes no podían leerlos
porque de leerlos acabarían ensuciándolos, dándoles significados triviales, adaptándolos
a la miserable frivolidad humana. Los textos debían de ser protegidos, escondidos,
leídos en espacios fuera del alcance de la mayoría. Los textos eran antidemocráticos,
elitistas, aristocráticos; los textos eran para los escogidos, para los que rechazaban el mundo y encontraban esa fuerza primigenia, cósmica, divina. La comunidad
creaba y recreaba sus mitos y sabía que sus textos eran la puerta al misterio
del Gran Texto.
Solo ellos se conocían y reconocían en un mundo oscurecido
en su ceguera.
Parece el prólogo a Fahrenheit 451 :)
ResponderEliminarSr. Nesalem, no hace Ud. sino describir perfectamente el mundo humano, que es, fundamentalmente, un mundo de textos, basados en otros textos y con capacidad de generar nuevos textos. Si bien nos fijamos, las cosas fundamentales de nuestro mundo no son sino textos basados en textos. Desde nuestra nómina mensual, hasta la psicosis de corrupción generalizada, o hasta nuestras expectativas de vida después de la muerte, amén. Pasando por nuestro concepto de justicia o de bienestar. ¿Y que es la ciencia, sino un texto? Textos y más textos, eso es lo que la raza humana construye desde tiempo inmemorial.
ResponderEliminarCuetu
Pues también ¡caramba! fue Cioran quien dijo esto en sus Cahiers:
ResponderEliminar1747 (Pág. 207 – 5)
¿No nos preguntamos desde siempre en qué consiste el acto de pensar, quién es el que piensa? Cualquiera que no acepte las cosas tal y como son. El primer pensador fue sin duda el primer maniático del por qué. En el fondo, hay muy pocos hombres que padezcan esta manía. De hecho, yo lo he encontrado en un numero muy restringido. Ir al fondo de las cosas, querer llegar más bien, sufrir por no conseguirlo, exige un tipo de espíritu más raro de lo que se cree. En todo caso, el por qué es una enfermedad insólita, y por tanto nada contagiosa.
Cuetu