En la Torá, la Ley funciona como un mecanismo de compensación
y ajuste en un cosmos que depende de la actuación o conducta social, económica
y moral de los hebreos. Digo los hebreos porque en este cosmos son ellos, el
pueblo elegido, los designados para aplicar las leyes divinas que hacen posible
un funcionamiento moralmente ordenado y conforme a la voluntad de Dios (Dios
como Rey) para los hombres. Es el proyecto de una teocracia. Este mecanismo de
regulación teocrática incluye una institución de la justicia basada en
compensaciones materiales, castigos físicos o la muerte. Son compensaciones
materiales a actuaciones visibles y demostradas ante la comunidad. Son las
obras o las acciones las que cuentan, no los escenarios de la conciencia o la
mayor o menor fe invisible e indemostrable de quien desobedece la Ley. No es la
subjetividad lo que cuenta, sino la objetividad de la acción y la compensación
material. Rige más un sentido “materialista” de la religión. Eso sí, la Ley ha
de ser sometida a un continuo proceso de interpretación y aplicación. El pasar
de los siglos hace posible una sobrecarga de interpretación que se va
acumulando en la tradición y los textos talmúdicos.
Con el cristianismo ocurre un cambio de paradigma. El
mecanismo de la Torá o la Ley queda recodificado en función del mismo cosmos,
pero ya modificado. El Jesús histórico queda elevado a la condición de Hijo de
Dios, más tarde a la segunda persona de la Trinidad como Dios. La epístola a
los Hebreos nos hace ver con claridad la superioridad del sacrificio de Cristo
sobre el mecanismo regulador de la Torá. La Torá es la sombra de la realidad
que habría de venir (algo platónico el tema); y, y esa realidad es el Sacerdocio Eterno del Hijo de Dios
que hace posible la absoluta expiación de todos los pecados o faltas humanas de
una vez y para siempre. Y esto se aplica tanto a judíos como a gentiles. El
pacto de la Ley queda abolido por un Nuevo Pacto. Todo el ritual expiatorio
regulado por la Torá queda invalidado: las obras no salvan, solo la fe en el
sacrificio expiatorio del Hijo de Dios cuenta para entrar en este Nuevo Pacto o
Convenio. Es el acto de la fe lo que nos salva y redime ante Dios para una vida
eterna, no para una tierra prometida.
De esta forma se pretende también invalidar la religión judía
ante la supuesta superioridad de la incipiente iglesia cristiana. La Ley no desaparece
pero ya queda subordinada a un nivel estrictamente moral, de camino señalado
por la fe en Cristo.
La fe entonces es algo así como una mutación psicológica o
anímica que ha de acontecer en el creyente. La fe es algo invisible aunque sus
señales son visibles por medio de las palabras de declaración de fe y de la
conducta moral irreprochable. Pero el dilema que se presenta a la hora de
demostrar la fe es que tanto lo uno como lo otro pueden ser falsificables ante
los demás. No hay prueba objetiva posible capaz de demostrar la existencia de
esa fe. Yo puedo declarar mi fe en Dios con palabras y vida moral intachable,
pero puedo partir de una impostura meramente filosófica, mística, doctrinaria o
mimética. ¿Hay alguien que sepa realmente lo que es la fe? Estamos hablando de
un fenómeno absolutamente subjetivo, fuera de toda comprobación objetiva o
contrastada; pues desde el momento que pueda haber impostura, la declaración de
fe con palabras y las obras no son garantía alguna de una fe auténtica,
verdadera y sincera, tal como nos exige una y otra vez el Nuevo Testamento. Lo único
que podríamos decir es que solo Dios sabe lo que es esa fe verdadera y sincera
y quién la posee realmente.
Quizás la clave sea esa: Una profunda certeza que no
desaparece. Me podré olvidar de ella ocasionalmente, pero la fe la sustenta Dios de forma
objetiva; es un don de Dios, no un producto mío. Pero entonces el Nuevo Testamento no deja claro si esa fe depende de una decisión voluntaria mía o es un don absoluto de Dios que no depende de mi. Dejo abierto el diálogo.
Creo que has desarrollado de manera magistral la diferencia entre Antiguo y Nuevo Testamento. Las preguntas sobre lo que es fe, es muy difícil saberlo. Si yo me dejo caer en los barros de otro, por ejemplo Dios ¿Quien me impulsa a dejarme caer? ¿El dejarme caer tiene algún mérito? ¿Hay actividad humana en esa aceptación? Yo creo que no, sino simple deseo que también proviene de Dios por su gracia. Sigue siendo buena la definición de"profunda certeza que no desaparece" Un abrazo
ResponderEliminarEs la paradoja teológica que nos dice que Dios nos da la fe pero a la vez en su Palabra nos pide que tengamos fe.
ResponderEliminarPeliagudo dilema, e insoluble a mi parecer.
ResponderEliminarSi la Fe fuese algo tangible, empírico, indubitado por su obviedad, no sería Fe, serían obras susceptibles de ser valoradas.
¿Es subjetiva, u objetiva la Fe?, ha de ser necesariamente subjetiva, por idéntico argumento. Nadie puede valorar con objetividad la Fe de otro, solamente puede valorar su comportamiento externo, sus obras, y las obras no son Fe.
¿Seguridad de que no sea la Fe una creación de mi mente?, pues tampoco me parece posible tenerla, ya que ello implicaría la total ausencia de duda por haber alcanzado un perfecto conocimiento de la “verdad”. No lo creo posible para nuestra mente limitadamente humana. La duda, consecuencia del desconocimiento, es inevitable.
Los que tenemos Fe dudamos, y los que dicen no tenerla, dudan igualmente. Solamente es la Fe una realidad de quien la vive, y sin duda es un don de Dios tenerla, extensible a todo el mundo, pero don sin duda.
AZOR
El ültimo de Filipinas lo deja bien explicado en una breve frase, pero el Último no es amigo de debates y es una triste pena. Lo que nos dice AZor viene a ser lo mismo pero más explícito. Es una puñetera paradoja. Pero hay algo curioso en este cambio de paradigma cristiano: comienza a explorarse la conciencia, el interés por nuestras profundidades anímicas; el repliegue por lo subjetivo. Hoy día vivimos esa preocupación con excesivo interés pero sin nombrarlo ya preocupación esencialmente cristiana. Somos los Occidentales producto de ESA CONCIENCIA CRISTIANO-HELÉNICA. Lean la Epístola a los Hebreos y ahí esta ese cambio de paradigma.
ResponderEliminarLa Epístola a los Hebreos nos describe la absoluta realidad del mecanismo expiatorio de la sangre de Jesucristo. Ese acontecimiento ha tenido lugar en las esferas celestiales siguiendo el esquema del templo terrenal basado en la Ley de Moisés. Al sacerdocio de Aarón-Levi le sustituye el sacerdocio eterno de Jesucristo según el orden de Melquisedec; la entrada en el Lugar santísimo la hace el sumo sacerdote judío una vez al año con sangre de animales sacrificados; Jesucristo entra en el Santa Sanctórum celestial una vez y por todas y expía definitivamente todos los pecados del hombre. La epístola entonces nos insta a rechazar definitivamente el mecanismo de expiación imperfecto e incompleto de la ley mosaica para aceptar y creer en este nuevo pacto donde ya para nada se necesita del antiguo. Se nos insta a creer en este nuevo como una realidad objetiva que ha acontecido y que está presente en las esferas celestiales. Por ello necesitamos tener fe en estas cosas invisibles y vivir con la certeza de que esto es así. Anteriormente con la Ley de Moisés veíamos los sacrificios de expiación en el templo; eran casas materiales palpables, pero ahora se nos insta a creer lo invisible y vivirlo con certeza absoluta a ser posible. La muerte en la Cruz fue un hecho material y visible, pero sus efectos expiatorios acontecidos a niveles espirituales-celestiales son invisibles. Se requiere fe para aceptar esa información-revelación que nos da la epístola.
ResponderEliminarY entonces la pregunta es ¿Por qué unos sí llegan a tener esa fe y creen y encuentran en esta revelación significado y esperanza? ¿Por qué otros oyendo o leyendo lo mismo no creen? ¿Qué hace posible que unos sí y otros no? ¿Hay un libre albedrío que nos hace absolutamente responsables de la fe? Es decir, ¿si creemos es por decisión nuestra y entonces se nos concede el don de la fe? Eso significaría que en última instancia soy yo quien de un modo absolutamente incondicional decide creer o no creer y salvarse. Eso también querría decir que existe en mí una esfera impoluta y transparente desde donde puedo tomar decisiones incondicionadas. Mi responsabilidad a la hora de aceptar o no aceptar esa revelación invisible sería absoluta. Según la Epístola a los Hebreos eso parece ser así. Puedes seguir creyendo en la ley de Moisés y su mecanismo de expiación ya pasada y “sombra” (signo) de lo que habría de venir —posible rivalidad con la sinagoga judía o retorno de algunos cristianos a la sinagoga de donde procedían—; o de lo contrario aceptas esta revelación del nuevo mecanismo de expiación perfecto y real de Jesucristo. De ti depende el asunto. Si crees la fe ya está obrando en ti y actúa como un don, si no crees, si simulas aun sabiendo lo que hay; si desprecias o ignoras, te condenas. Pero aun más, puedes creer y recibir el don de la fe y sus beneficios y en un momento dado renunciar a la fe dejando de creer. Es lo que se llama apostasía. Parece que este es el esquema de la epístola. Para Hebreos hay un libre albedrío: el mensaje del evangelio de salvación se ofrece y luego la persona lo acepta o lo rechaza. La fe se convierte en don en función de nuestra libre elección. Deja de ser don si la rechazamos.
La Epístola a los Hebreos (Santigo va en esa dirección de forma más explícita)hace énfasis en la condición pecadora del hombre, pero no hasta tal grado que llegue a anular nuestro libre albedrío. Hay imperfección en el hombre, pero siempre tiene la capacidad de elegir el bien sobre el mal. Lo que ha cambiado es el mecanismo de expiación por los pecados que produce esa imperfección; ya no necesitamos del aparato mosaico de expiación con todas esas regulaciones y parafernalia sacerdotal, etc. Todo eso ha quedado anulado, la expiación por los pecados ha sido total y absoluta por la sangre de Cristo. Si cometes alguna falta sabes que a través de la fe esa falta ya está expiada con el debido arrepentimiento. No necesitas de sacerdotes, ni templos, ni penitencias, ni misas. Es un acto de conciencia.
ResponderEliminarPero, ¿es así con Pablo? Habría que leer ahora la Epístola a los Romanos y ver si coincide con Hebreos. En Pablo parece ser que la caída del hombre trastoca y corrompe hasta el mismo libre albedrío. El pecado parece corromper tal posibilidad de libre elección: de ahí que la gracia divina tenga que intervenir desde el principio para salvar al hombre o a algunos hombres.
El diálogo sigue abierto.
Esperaré a que des tu opinión sobre la Epístola a los Romanos de Pablo, y su posible divergencia con Santiago, pero cualquier razonamiento que lleve a la conclusión de que el libre albedrío no existe al cien por cien, supondría para mi una ineficacia de obra redentora de Jesús, ya que los no escogidos para la Fe, quedarían fuera de la misma, y no sería además su culpa, y sin culpa nadie puede ser condenado.
ResponderEliminarAZOR.
Vamos a ello echándole valor al asunto:
ResponderEliminarDespués de haber leído esta epístola un número de veces, deduzco que la salvación se produce por fe y no por obras. La fe puede ser una decisión individual que surge de nuestra libre voluntad, pero esa fe no es un mero conocimiento intelectual o asertivo; si no que es una entrega de total confianza en el plan de Dios de salvación que nos muestra Pablo. Las obras son las obras que exigía la Ley de Moisés como mecanismo regulador y compensador del pueblo de Israel. Es obvio que para Pablo este mecanismo queda anulado a favor del nuevo sistema de salvación basado en la muerte de Jesucristo en la cruz. Las obras de la Ley o mecanismo regulador del judío fue un sistema provisional que Dios utilizó con su pueblo elegido con vistas a un plan futuro de expiación mucho más radical y efectivo: la muerte y resurrección de Cristo. La Ley tuvo dos funciones importantes respecto al pueblo judío: una era la de disciplinar a este pueblo; y, la otra era la de servir de espejo donde quedaba reflejada la condición pecadora de estos y por extensión toda la condición humana. Me explico, la primera función era el de mecanismo regulador social, económico y moral. Cualquier falta o desviación o desobediencia a la Ley implicaba castigos y ofrendas de expiación en el templo; la segunda era más difícil de detectar, pero Pablo nos la revela: la Ley por ser perfecta era la vara de medir o el espejo dónde los judíos (por extensión todos los humanos) podían también reconocer su naturaleza humana imperfecta y pecadora. Pero esto último nos lo revela Pablo para engarzarlo luego a su evangelio o buenas nuevas de salvación. Los judíos no eran conscientes de esto último pero ahora Pablo lo revela.
En cuanto a los gentiles o no judíos, pues también tenían su ley. Se trata de una ley natural que se puede deducir de la obra de creación muy visible y muy clara en cuanto al Creador invisible que la diseñó. Esta ley que también implica una corrección moral o la distinción del bien y el mal, estaba inscrita en el corazón del hombre gentil de una forma natural. Pablo entonces deduce de estas dos leyes lo siguiente: la Ley de Moisés no es jamás eficaz a la hora de expiar la verdadera condición pecadora del judío. El judío sigue pecando y burlando la Ley y sigue siendo tan pecador como cualquiera. La Ley no borra la condición esencial de pecado. Los gentiles desobedecen sin parar la ley natural y se entregan al vicio y a las pasiones antinaturales. O sea, son también en esencia hombres esclavos del pecado. Entonces Pablo declara ya sin ambages lo siguiente: TODA LA HUMANIDAD TANTO JUDÍOS COMO GENTILES han pecado, son pecado, y están irremediablemente condenados ante Dios. Por eso ahora es el momento de revelar el gran plan de Dios de salvación más perfecto y absoluto para todos, judíos y gentiles. Y, ese es el gran sacrificio del Hijo de Dios en la cruz con el cual logra, bajo un punto de vista forense o jurídico, pagar la gran deuda o culpa que toda la humanidad debe a Dios generada por la madre de todas las desobediencias que fue la de nuestros padres Adán y Eva. Tal desobediencia condenó a la humanidad sin excepción a la esclavitud del pecado. Librase de tal esclavitud requiere la aceptación por fe del plan de salvación total y absoluto que Dios nos ofrece por gracia, gratis; por medio del sacrificio expiatorio de Jesucristo, su Hijo. Por fe, no por obras. Bajo un punto de vista participativo, la expiación se logra también comprendiendo que la vida y muerte de Cristo significa la participación de este de la condición humana y su muerte y resurrección significa también la liberación y victoria sobre el poder de la Muerte y los poderes malignos que dominan al hombre. El bautismo era el signo externo de este modo de ver la salvación.
(Viene de arriba)
ResponderEliminarEntonces, repitiendo, esta redención es una redención por Gracia, no por las obras de la ley natural o la Torá; y, entonces la salvación se opera en el creyente a través de la FE. Creyendo en toda esta trama que es el evangelio o las buenas nuevas de Pablo. Ojo, no confundamos el evangelio de Pablo con los evangelios escritos, los cuales todavía no habían sido escritos y tardarían un tiempo en ser escritos.
Y ahora viene la madre del cordero: Yo si quiero salvarme tengo que creer en toda esta trama que tiene toda una historia y desarrollo, según Pablo, desde el Antiguo Testamento a través de los profetas, de las promesas a los patriarcas, de la misma Ley que apuntaba a ello; del mismo Israel como pueblo de Dios. Y la FE, repetimos, implica creer no de una manera intelectual o asertiva, sino con pasión, con profundidad, con efervescencia espiritual; con esa fuerza que produce la transformación o metanoia de alegría, de gozo, de suma serenidad; de quien ha pasado de estar bajo el poder del pecado, del Diablo, de la Muerte a ser hijo de Dios, salvado, elegido, justificado ante Dios, etc. Es decir el acto de la fe te hace pasar de Muerte a Vida y eso es toda una revolución del ente humano.
Pero hay pasajes de Pablo que nos desconciertan. Puede ser que podamos ejercer la fe desde nuestra misma mente humana, desde nuestra libre voluntad; pero el poder del mal en nosotros y la caída es tan absoluta que nos podemos preguntar ¿dónde narices podemos sacar nosotros un mínimo espacio libre de maldad y contaminación desde el cual hacer una buena elección? No puede haber tal espacio prístino de libre y perfecta elección. Sin ayuda de Dios es imposible que nosotros hagamos tan buena y acertada elección. Entonces la fe nos tiene que ser dada por una fuerza trascendente que nos saque del pozo de perdición total. Y si podemos ejercer fe es porque Dios nos concedió la chispa de la fe para poder creer y así salvarnos. Hay versículos en Romanos que nos hablan sobre cómo Dios predestinó todo esto; cómo predestinó a quienes habían de creer, cómo realiza la llamada a los que han de ser salvos. Cómo Dios controla el mundo y la misma historia y hasta la misma voluntad de algunas personas. Os dejo luego el capítulo 9 para que vean. Pero otras epístolas como Efesios insisten todavía más en esto de la predestinación y entonces ha creado dolores de cabeza teológicos por siglos y máxime con San Agustín, con Lutero, con Calvino, con Jansen y los jansenitas católicos, etc. Todo esto es difícil de narices y Pablo razona de una manera un tanto retorcida, es decir: no facilita las cosas a quien no ha vivido esa época y haya vivido en primera mano estos dilemas. No es de extrañar que las interpretaciones sean diversas y contradictorias. Algunas iglesias como la católica han puesto un tope ejerciendo una interpretación oficial y punto pelotas. Bueno, pues dejo diálogo abierto si habéis tenido paciencia y si tenéis tiempo después de trabajar como cosacos en este mundo vil y traidor.