Vamos a imaginarnos una “fe” sólida basada en realidades
palpables que demuestren sin lugar a dudas la existencia de Dios y su plan para
el hombre. En primer lugar toda la humanidad tendría que ser informada y
advertida sin lugar a dudas de ningún tipo sobre el poder de Dios, sobre su
voluntad y sobre las consecuencias de desobedecer su voluntad. Toda la
humanidad recibiría este mensaje en templos, en estadios de fútbol, en
auditorios, en el campo al modo del Sermón de la Montaña, etc. O bien, a través
de una revelación dramáticamente subjetiva a cierta edad que fuese coincidente
en todo ser viviente. Sería algo así como: “Mirad, yo soy Dios y como prueba de
que soy Dios voy a hacer estas cosas (se producen milagros sorprendentes que
dejan a todos atónitos). Bien, ahora os voy a dejar claro cual es mi voluntad
con vosotros los humanos (habla de su plan de redención o sus normas o su
revelación clara y palpable, que no quede lugar a dudas). Luego haría estas
preguntas y advertencias: ¿Os queda claro? ¿Hay alguna duda? Bueno, pues ya
sabéis a qué ateneros. Quien se muestre reacio o desobediente pertinaz, tendrá
su merecido castigo y quien lleve a cabo mi plan de salvación pues se salvará.”
Y esa sería una “fe” racional, palpable, comprobable, contrastada. Una fe
universal, para todos; sin posibilidad de disensiones, ni sectas, ni nuevos
dioses o revelaciones. Pero no es así en nuestros tiempos. Más bien todo lo
contrario.
Los "creyentes del libro" tenemos ese libro-revelación en la Biblia. Pero
la Biblia no es un libro transparente a un solo y único significado. La Biblia
por su composición a lo largo de siglos y las diferentes personas o colectivos
que la escribieron, seleccionaron, agruparon; etc., resulta altamente compleja
a la hora de interpretarla. Si fue difícil interpretarla correctamente en
épocas pretéritas, más lo es en el presente. Situarse en las épocas en que se
escribió y deducir sus diferentes niveles de significado, es una tarea harto difícil
que jamás nos lleva a ninguna transparencia objetiva. Véanse sino las
diferentes religiones y sectas que manan de ella. Si aplicamos un método
racional-científico nos llevaremos sorpresas a nivel histórico-arqueológico.
Hay contradicciones entre las historias que relata y los descubrimientos o
documentaciones que las desmientes. Hay en ella misma diferentes escuelas
teológicas en pugna, etc. Resumiendo podemos decir que la fe que nos exige la
Biblia es una fe imposible de adquirir por medio de la razón y el sentido
común; ha de ser una fe irracional, una fe que apela ante todo a necesidades
existenciales profundas en los creyentes. En siglos pasados fue una fe impuesta
bajo la amenaza del poder. Fe y poder iban de la mano. Por suerte hoy día somos
libres de creer o no creer. Recae en nuestra libre elección.

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