Día de los Difuntos. Dicen que la adoración a los muertos
como criaturas de un más allá precede a toda religión o posterior creación e
invención de dioses. El territorio de los muertos en la cosmología primitiva y en
los primeros imperios, solía estar situado en el mundo subterráneo. En la
Biblia, el Sheol es un lugar común a donde van a parar todos los muertos sin
excepción; pero la condición del difunto es la de una existencia
semiinconsciente reducida a sombras que deambulan por la oscuridad para siempre. Quedaba
lejos la idea cristiana del infierno como de estancia penitenciaria al mando de
los demonios con su jerarquía, donde las almas de los mortales pagarían con
sufrimiento eterno por su vida de pecado irredento. Y más tarde el purgatorio católico
con su idea de estancia temporal purificadora.
Hay que tener en cuenta que los hebreos de la Torá (Pentateuco)
creían en tres modalidades de espíritu o soplos de vida. El primero era el soplo de
la creación, donde Yahvé infunde la vida propiamente, luego estaba el alma, o
aliento final de la vida que se expira como un soplo; y, también el alma que
habita la sangre. Todas las modalidades del espíritu humano se funden en una
sombra indeterminada y aletargada una vez la persona muere y acaba en el Sheol
in secula seculorum. La posterior idea cristiana del infierno medieval ya
necesitó de la idea de un alma inmortal incorporando así la idea platónica de
alma. Para que un infierno sea lugar de castigo eterno tiene que haber un alma
imperecedera que lo sobrelleve. No es esta la idea de la Torá y menos la del
libro del Eclesiastés (o Cohelet) donde ya incluso se niega la existencia de
cualquier más allá después de la muerte.
El Sheol de la Torá no estaba moralizado. Las penas y
castigos los distribuía Yavéh mismo en esta tierra; el Sheol era un lugar común
para todos al margen de la vida que se hubiera llevado en la tierra. Siglos
después ya se van incorporando a la Biblia—por influencia del mazdeísmo persa—las
ideas de la resurrección de los muertos en base a premios o castigos. Hablamos ya de resucitados
que habrían de vivir en una tierra renovada o eliminados en caso contrario. Judaísmo
y cristianismo posteriores incorporan más tarde la idea de alma inmortal que
espera en un sheol (Seno de Abraham) o infierno su juicio final retributivo. Tan
solo los Saduceos niegan todas estas doctrinas. Para ellos sigue vigente la
idea antigua de la Torá: simplemente no hay resurrección, pero los saduceos desaparecerían del mapa después de la Gran Revuelta del 66-70 cuando Tito arrasó Judea a sangre y fuego .
http://www.lne.es/gijon/2012/11/03/biblia/1321052.html
http://www.lne.es/gijon/2012/11/03/biblia/1321052.html
Recomiendo la interesante lectura del libro “INFERNO” : Origen e historia del miedo al castigo eterno, de
Daniel Alcoba. Zenith/Planeta. Barcelona 2008.
O el gran clásico de Georges Minois: Histoire des enfers. Librairie Arthème Fayard. Paris 1991. Hay traducción al español. Historia de los Infiernos. Paidós Contextos. Barcelona 1994.
También hay religiones, incluso denominaciones cristianas, que creen en la mortalidad del alma, eso sí, reservandose la posibilidad de resurrección.
ResponderEliminarLei una vez que la idea de la inmortalidad del alma vendria de cuando los supervivientes a un difunto soñaban con él, eso les daba la esperanza de que seguía existiendo en algún lugar.
Los sueños, imagen sensible de "otro mundo" en el cual también viven los muertos, tienen quizá un papel más relevante de lo que parece en el nacimiento de la religiosidad. Quizá si no soñáramos no existirían las religiones con raíz sensible, más allá de las meras elaboraciones religiosas construídas por la seca razón.
ResponderEliminarPedrosa Latas
Grrr! Este es un tema de gran misterio. El exceso de conciencia que poseemos los humanos nos lleva a especulaciones y ha obsesiones de todo tipo. Diganme de algún humano que no padezca de alguna neurosis, obsesión, manía, ansiedad, etc, en torno a la muerte. (Y otras cosas)
ResponderEliminarAmén