La estructura sincrónica de la realidad actual es siempre la
abstracción de un instante. Una congelación del tiempo. En ese momento podemos
observar toda la realidad como contenida en un infinito plano de inmanencia. He
ahí el presente absoluto. Solo nuestra conciencia puede crear ese momento. Solo
desde nuestra conciencia se podría observar y escrudiñar ese plano de infinita
inmanencia. Se produciría entonces la absoluta transparencia entre realidad y
conciencia. La absoluta identidad. La absoluta fusión de pensamiento y
realidad.
Pero eso solo ocurre en un plano imaginativo ya que la
estructura diacrónica del tiempo ya está siempre instalada en un presente que ya
siempre es pasado; y, en el mismo instante, la diacronía nos está abriendo a un
infinito devenir. Tenemos el arma de la imaginación y la vamos a usar.
Podemos congelar el tiempo haciendo abstracción de las dos
dimensiones: diacronía y sincronía: todo congelado en un instante absoluto. He
ahí el tiempo-espacio convertido en un infinito plano de inmanencia. Ya todo
está ahí: todo en un presente absoluto. He ahí “los pasados” y “los futuros” en
un mismo territorio inmanente. Todo presente y transparente a nuestra
conciencia. Nada ha muerto. Todo está ahí. Todo instante acontecido desde un
hipotético principio hasta un hipotético final está ahí. Pero las hipótesis de
principio y final desaparecen para ser un infinito de instantes congelados. Una
eterna quietud; un universo “inmovilizado” en una eternidad.
¡¡¡Aggghhhh!!!
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